“Las enfermedades infecciosas se nutren de la pobreza”

El médico fue uno de los primeros en investigar el sida en nuestro país. Hoy habla de cómo incide el deterioro económico en este mal, cómo los padres deben ayudar a que sus hijos vivan una sexualidad responsable y qué es lo que más disfruta de su profesión.

El virus del VIH afecta a 130 mil personas en nuestro país y a partir del descubrimiento del sida, hubo 25 mil fallecidos en nuestro territorio. El doctor Jorge Benetucci fue uno de los primeros en investigar este mal. Hoy relata qué cambios sufrió la epidemia, cómo se debe hacer un foco en la prevención y en que punto incide el deterioro económico.

 

P: ¿Cómo comenzó a vincularse con el VIH?

 

E: Fue un hecho casual. Una mañana de 1982 llegó al Hospital Muñiz un paciente que tenía todas las características de una tuberculosis diseminada. Había hecho tratamiento y no había respondido. Lo estudiamos y no dábamos en la tecla. Entonces, empezamos a pensar cuál podía ser la causa de inmunodepresión que le generara semejante infección. Para ese momento ya habíamos leído y escuchado hablar sobre el sida, que ni siquiera  se llamaba así en esos años. Continuamos indagándolo y como no había análisis de VIH nos llevó varios meses llegar a la conclusión de que tenía sida. Ver nacer una enfermedad fue muy importante para mí y lo asumí como un compromiso que me llevó a investigar y registrar los casos, a leer mucho sobre el tema. En 1987 se comenzaron a registrar más casos en nuestro país y fue entonces cuando me nombraron jefe de la sala 17 del Hospital y la asignaron para atender sólo a pacientes con sida.

 

P: La enfermedad fue cambiando el foco y, de afectar sólo a homosexuales, pasó a impactar en heterosexuales, ¿qué sucedió en el medio?

 

E: Fueron varios cambios los que se dieron. Al principio eran homosexuales que habían vivido en Estados Unidos, Francia, Brasil… En general eran pacientes varones de buena posición social y la mayoría universitarios. Poco a poco esto se modificó y comenzaron a infectarse consumidores de drogas endovenosas, mujeres que tenían una pareja bisexual y personas transfundidas. También llegaban al Muñiz muchos pacientes derivados de las cárceles que traían otra problemática social y familiar. Primero fue una enfermedad de un grupo en particular, pero después comenzó a expandirse.

 

P: ¿De qué manera influyó en esta propagación la crisis económica que fuimos viviendo en nuestro país?

 

E: Los problemas económicos de nuestro país y del mundo ayudaron a que esa franja de enfermos se fuera ampliando porque cada vez más gente cayó en niveles casi de pauperización, esto asociado con el deterioro familiar y de escolarización. Además, el consumo de drogas comenzó a expandirse en las clases sociales más bajas. Esta realidad provocó que la infección empezara a afectar cada vez más intensidad a las clases desprotegidas. Las enfermedades infecciosas se nutren de la pobreza.

 

P: Pasaron más de 30 años desde que se conocieron los primeros casos en todo el mundo. Ahora ¿la gente está más conciente de la importancia de cuidarse en el momento de mantener relaciones sexuales?

 

E: El tiempo no pasó en vano. El mejor negocio es no tener la enfermedad. La gente está más conciente. De todos modos hay que trabajar en evitar la expansión del virus. Lo que sucede es que, como resulta imposible controlar la sexualidad, las enfermedades de transmisión sexual no se pueden erradicar del todo. Hay que trabajar en un mejor manejo de la sexualidad responsable. El sida se difundió terriblemente en las clases más pobres, que no tienen prevención ni la educación suficiente como para saber cómo protegerse.

 

P: Además de las clases más humildes, ¿quiénes son los grupos más vulnerables?

 

En realidad, la gente sexualmente activa es la más vulnerable, por eso es más susceptible a infectarse con el virus. Pero esperamos que en unos años la enfermedad vaya cediendo. Así sucede con este tipo de virus.

 

P: ¿Qué pasa con los jóvenes? ¿Se cuidan?

 

E: Es muy importante que los padres manejen el tema con sus hijos, contestando todas las preguntas. A veces los padres no saben cómo hacerlo pero es fundamental que lo hagan. Los chicos no viven en una cáscara, se enteran de todo y están sometidos a muchos estímulos, con lo que “debutan” cada vez más jóvenes, por eso hay que hablar. La sexualidad es algo inherente al ser humano, no es una materia del colegio, y los padres debemos ser los primeros hablar del tema con nuestros hijos.

 

P: ¿Qué rol cumple la prevención? ¿Hay campañas suficientes?

 

E: Es fundamental. Desde la esfera oficial no se trabaja en programas de prevención. No hay campañas constantes. Para lograr resultados habría que trabajar con campañas de marketing similares a las que hacen las grandes marcas comerciales. Es una decisión política porque esto podría generar conflictos con la Iglesia, por ejemplo. Si no podemos hablar abiertamente de estos temas como sociedad es porque tenemos una gran inmadurez que nos lo impide. La Iglesia sigue teniendo un peso importante y promueve la castidad como mejor método para evitar el contagio, algo que no es aceptable, que resulta irreal. También es importante que las parejas que recién comienzan utilicen preservativo siempre en esos primeros tiempos; luego, cuando la cosa se consolida, deberían hacerse el test para saber si alguno de ellos es portador, porque ambos tuvieron una vida sexual previa. En estos casos, la mujer lleva la peor parte y por eso tienen que cuidarse aún más, nunca dejar la salud en manos del varón, cada uno tiene que cuidar se propia salud.

 

P: En los trabajos, entre la gente, ¿sigue habiendo discriminación?   

 

E: No debería haber discriminación en los trabajos, ni se debería hacer el análisis de VIH sin antes solicitar el permiso a la persona, pero ¿qué autonomía tiene el aspirante al trabajo a decir que no? Una sola vez supe de un caso de un paciente al que le dio positivo y lo tomaron de todas formas porque el resto de las pruebas y entrevistas habían sido favorables y estaba capacitado para el empleo. Pero eso nunca más lo vi. Antes, si un empleador se enteraba que el hijo de uno de sus empleados tenía sida, lo despedía. De a poco eso fue cambiando, pero estos cambios no suceden de un día para el otro, llevan tiempo. Es como dice la ley darviniana: el que sobrevive no es el más fuerte, sino el que se adapta a los cambios.

 

P: ¿Qué es lo que más disfruta y lo que no de su profesión?

 

E: Lo más lindo es haber contribuido a hacer que los chicos que nacen de madres infectadas tengan, hoy y gracias a los tratamientos, pocas posibilidades de contagio. No es lindo cuando llegan los más jóvenes que no creían que estaban infectados, que no creían que les iba a tocar.  Disfruto mucho que podamos tratar a un paciente para que logre tener una vida normal, a diferencia de lo que nos pasaba al comienzo cuando venían los enfermos, estaban bien y de pronto empezaban a complicarse y se terminaban muriendo en no más de 2 años. Esto ya no nos pasa y me llena de alegría.

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