Claves de la revolucionaria reforma de salud de Obama

Con la victoria del proyecto, el 95 % de la población estará asegurada, frente al 83 % actual. Se resolverá el problema de 32 millones de norteamericanos que no accedían a una cobertura médica.

Luego de cruces, polémica y un clima de tensión, se aprobó en Washington la reforma de salud propuesta por el presidente de EEUU Barak Obama. Fue a las 22.46 (23.46 hora Argentina) con 219 votos a favor, tres más de los necesarios.

 

El objetivo del proyecto, aprobado ayer en Wahington con 219 votos, es garantizar que todos los ciudadanos Estadounidenses tengan derecho a servicios médicos de calidad y de bajo costo. Se basa en dos premisas fundamentales: reorientar el gasto oficial para que se utilice de una manera más eficiente y prohibir a las aseguradoras que eliminen de sus planes a personas con enfermedades preexistentes. Esto no significa que haya una aseguradora estatal, sino que cada estado deberá organizar las llamadas Bolsas de Salud, en las que se podrán comparar y comprar pólizas.

 

En Estados Unidos, el sistema de salud está mediado por empresas de seguros contratadas por los grandes empleadores o de manera privada, a alto costo. Los hospitales, tanto públicos como privados, actúan como sus prestadores.

 

Debido a la recesión que sufre el país, se calcula 700 mil personas pierden su trabajo mensualmente, y si bien los desempleados pueden acceder a un seguro monetario, no conservan sus coberturas.

 

En la actualidad, más de 32 millones de estadounidenses no poseen ningún tipo de asistencia. Sin embargo, el gobierno gastó en los últimos 10 años más de 643 mil millones de dólares, especialmente en subsidios a las aseguradoras para el programa Medicare, que atiende las necesidades sanitarias de las personas mayores. El mismo Obama calificó este tipo de ayuda como «despilfarros», ya que no garantizaba que a los ancianos se le brindara una buena atención. A su vez, también busca supervisar el programa Medicaid, para trabajadores con bajos ingresos.

 

El partido republicano fue el principal opositor de la reforma: argumentaban que el plan era demasiado amplio, costoso y aumentaría el alto déficit federal. Sin embargo, en su momento, Obama enfatizó en que no contribuirá a aumentarlo durante la próxima década y que el motivo por el cual heredó un déficit de 1,3 billones de dólares fue porque se promulgaron recortes tributarios en dos ocasiones, principalmente para los estadounidenses más ricos y un programa Medicare de medicamentos recetados, y en ninguno de los dos casos se identificaron los fondos necesarios.

 

La reforma, que costará unos 940.000 millones de dólares, tampoco contaba en un principio con el completo apoyo de los demócratas por considerarla incompleta, ya que no cubrirá a los trabajadores indocumentados, sólo a los ciudadanos estadounidenses. Sin embargo, los que no pensaban apoyarla, han sido influidos por la preocupación de que un posible fracaso pueda dejar a Obama incapaz de impulsar otra gran legislación. También hizo falta convencer a diputados demócratas antiabortistas, y se logró luego de determinarse que las interrupciones de embarazos no podrán hacerse con fondos públicos, a menos que se trate de una violación o un caso de incesto.

 

Más allá de las controversias, la reforma representa grandes avances para el sistema de salud norteamericano. Por un lado, al auditar las tareas, las aseguradoras comenzarían a cubrir los controles y chequeos, esenciales para la medicina preventiva. En la actualidad, los seguros cubren imprevistos y no prescripciones de recetas. Por otra parte controlaría que ninguna de estas empresas rechace a candidatos por poseer una enfermedad preexistente, lo que brindaría tranquilidad a las personas que ya están cubiertas.

 

El gobierno no tomará ningún tipo de decisión sobre la elección personal del seguro de los ciudadanos. Permitirá que quienes posean sus coberturas, las conserven, pero brindará la seguridad de que no queden desamparados en caso de enfermar gravemente.

 

A su vez, la reforma apunta a que tantos las personas que no tengan seguro médico, como las pequeñas empresas que quieran dar cobertura a sus empleados, puedan acceder a servicio de calidad y de bajo costo que, en palabras de Obama, «promueva las opciones y la competencia».  Esto no significa que las compañías estén obligadas a asegurar a sus empleados, pero si ellas cuentan con más de 50 personas trabajando, deberán abonar lo correspondiente si el personal cobra subsidios estatales de salud.

 

El mandatario tiene un plan para revisar los gastos: además de las acciones gubernamentales, quiere constituir un grupo independiente de doctores y expertos médicos que tengan la autoridad para eliminar los gastos innecesarios del programa Medicare.

 

Por otra parte, quiere cambiar los incentivos de médicos y enfermeras para que puedan brindar la mejor atención a sus pacientes, más allá del costo de la atención médica del servicio contratado.

 

La versión aprobada en el  Senado y ratificada ayer en la Cámara baja se convertirá en ley cuando Obama la promulgue. El paquete de cambios pasará a la Cámara alta, donde sería rápidamente aprobado.

 

A su vez, será prácticamente obligatorio tener un seguro médico mínimo. A partir de 2014, quien cuente con los fondos para pagar una cobertura, pero no contrate los servicios, deberá abonar una multa.

 

Que la reforma fuera aprobada significaba para Obama saldar «una deuda moral»: la de asegurar que el 95 % de la población tenga acceso a un derecho que quedaba en manos de la oferta y la demanda. «Es un día histórico», dijo el presidente estadounidense en el marco del fin de una sesión destinada a menguar la amplia brecha de desigualdad en un contexto de crisis y desempleo.

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