3 de cada 10 niños argentinos llegan a la escuela con sobrepeso

Como contracara, un 30% de los chicos menores de 2 años padece anemia. Los nutricionistas Sergio Britos y Agustino Saraví explican que esto se debe a que nuestra dieta es monótona y de baja calidad nutricional.

A pesar de su extraordinaria capacidad para producir alimentos para 442 millones de personas, Argentina continúa enfrentando problemas nutricionales crónicos que se reflejan en 30% de anemia en niños menores de 2 años o 10% de desnutridos crónicos. Como contracara, 3 de cada 10 chicos entran a la escuela con sobrepeso y una dieta en la que sobran calorías, grasas saturadas y sodio pero faltan calcio, vitamina C y grasas buenas (omega 3).

 

El elemento común de las deficiencias y los excesos es una alimentación monótona y de relativamente baja calidad nutricional. Monótona significa que cuando en condiciones saludables, no menos de 40 o 50 alimentos deberían combinarse en el menú semanal, la “mesa de los argentinos” no alcanza a combinar más de 25. Y baja calidad nutricional es sinónimo de que 4 de cada 10 calorías que los argentinos, chicos  o grandes, pobres o ricos, llevamos a la boca no tienen una concentración óptima de nutrientes esenciales (calcio, hierro, vitaminas, minerales, fibra y grasas buenas). Lo saludable es que esa relación sea más o menos solo 2 de cada 10 calorías.

 

Desde el Programa de Agronegocios de Buenas Prácticas Nutricionales, junto con la Fundación Bunge y Born, se llevó adelante dos investigaciones. En la primera, titulada “Hay que cambiar la mesa de los argentinos” se mostró las brechas alimentarias entre lo que solemos consumir en comparación con un modelo de dieta saludable diseñado a partir de los lineamientos de la Organización Mundial  de la Salud (OMS).

 

El resultado es que de los alimentos más saludables se consume algo menos de  la mitad de porciones respecto de lo que se debería (su brecha, negativa, es en promedio 55% y sube a 65% en los hogares pobres).

 

Las brechas mayores se dan en verduras (sin considerar a la papa), frutas, leche y carnes porcina y de pescado. Por supuesto que en carne vacuna no hay brecha negativa sino lo contrario; aún los más chicos la comen en demasía.

 

Una curiosidad fueron los cereales. Cuando solo se consideran sus formas simples (pastas, arroz, avena, harinas e incluimos a las legumbres) la brecha es negativa; se come menos que las dos porciones diarias sugeridas por el modelo de dieta saludable. Y esto es así porque casi la mitad de las calorías de este grupo en la mesa de los argentinos provienen de las formas más elaboradas  (panificados dulces o salados, galletitas, pizzas, tartas, pastas rellenas). Estos últimos productos generalmente agregan calorías, grasas, sodio o azúcares al perfil básico de los cereales.

 

El segundo trabajo, titulado “Los cereales en la mesa de los argentinos”  surge de esta inquietud.  Allí se cuantificó lo que se define como “brecha de mejoramiento nutricional de los cereales”;  esto es, en qué medida habría que promover una mejor combinación entre sus formas simples y más elaboradas o bien qué sendero de mejoramiento nutricional (menos grasas saturadas, menos sodio, menos calorías) debería seguir la industria para con sus productos elaborados con base en cereales.

Se llega a la conclusión de que para asegurar un consumo saludable de la categoría, la meta a alcanzar -seguramente no a corto plazo- está en el orden de los 40 kilos de pan por año (hoy se consume casi el doble). A cambio, aumentar la presencia de pastas, arroz  o cereales simples y legumbres en la mesa, llegando a unos 30 kg por año (las guías alimentarias argentinas recomiendan unos 21 kg y el consumo se ubica un poco por encima  de esta cifra) y ajustar el consumo de las preparaciones más elaboradas a unos 14 kg por año.

 

El análisis efectuado es consistente con la recomendación de proponer un mayor consumo de cereales en sus formas simples y un consumo responsable de sus formas más elaboradas.

* Nutricionistas, coordinador e investigadora del Area de Agronegocios y Salud del Programa de Agronegocios y Alimentos, Programa de Buenas Prácticas Nutricionales, junto con la Fundación Bunge y Born

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