DR. DANIEL STAMBOULIAN – DIRECTOR MéDICO STAMBOULIAN |

Cómo desterrar mitos sobre pobreza

En su último mensaje anual, la Fundación Bill y Melinda Gates llama a reflexionar sobre tres falsas creencias que dificultan la lucha contra la inequidad y el desarrollo. Por qué ayudar en materia de salud y educación es una inversión que contribuye con el crecimiento económico mundial.

La creencia de que el mundo está empeorando y de que no podemos hacer nada para erradicar la pobreza extrema y las enfermedades es no solo errónea, sino también dañina, pues puede paralizar el progreso”, sostienen Bill y Melinda Gates en la última carta anual de su fundación.

En el mensaje, la pareja se centra en tres ideas falsas pero muy arraigadas, tanto en la población como en sus dirigentes. Quienes trabajamos cada día en el campo de la salud en distintos países en desarrollo, comprobamos con datos y experiencias sus enunciados. No se trata de propagar una visión optimista si no de difundir los fundamentos de una perspectiva realista, que explica por qué no hay países condenados a ser pobres, y cómo nos beneficia a todos que se invierta en programas sanitarios y de ayuda exterior. Como expresó el líder sudafricano Nelson Mandela: “Necesitamos situar la erradicación de la pobreza en el primer lugar de las prioridades mundiales. La educación es el gran motor del desarrollo personal, es a través de ella como la hija de un campesino puede convertirse en médica, el hijo de un minero en el jefe de la mina, o el hijo de trabajadores agrícolas puede llegar a ser presidente de una gran nación”.

Mito 1: los países pobres seguirán siéndolo

Para desmentir esta falsa creencia, Gates observa que muchas de las naciones que se consideraban en esa categoría, ahora presentan economías fuertes, y que el porcentaje de personas que viven en la extrema pobreza se redujo a menos de la mitad desde 1990; esto sin olvidar que aun hay más de mil millones de seres humanos que viven en esta situación y que las medias regionales esconden grandes diferencias entre países, por lo que nunca debe tratarse a todo un continente como un cúmulo homogéneo de carencia y enfermedades.

“Algunas de las naciones llamadas en desarrollo ya se desarrollaron y muchas más lo harán pronto. Mi optimismo sobre esta cuestión es tal, que me atrevo a lanzar una predicción: para el año 2035, casi no quedará ningún país pobre en el mundo. Será un hito extraordinario. En los próximos dos decenios, los países terriblemente pobres serán la excepción y no la norma”, enfatiza.

Mito 2: invertir en ayuda exterior es un despilfarro

“Me preocupa la creencia de que la ayuda no sirve para nada. Les da a los dirigentes políticos una excusa para intentar recortarla, lo que haría que se salvaran menos vidas y que los países tardarán más en lograr la autosuficiencia”, sostiene el fundador de Microsoft, quien cuenta con la labor de trece años a través de la Fundación que preside, y explica que, en ese lapso, pudieron comprobar cómo la gente vive más tiempo, es más sana y sale de la pobreza, en parte gracias a los servicios que esa ayuda contribuyó a diseñar y poner en marcha.

Aunque recuerda que la asistencia es tan solo una herramienta más, y que las naciones también tienen que modificar algunas de sus políticas (los más ricos pueden abrir los mercados y recortar subvenciones agrícolas; los pobres podrían destinar más fondos a la salud y el desarrollo de sus habitantes), Gates destaca: “La ayuda suele ser una buena inversión, es un mecanismo muy eficaz para salvar y mejorar vidas, y establece los cimientos del progreso económico a largo plazo (…) Es una fuente de financiación fundamental para la investigación de vacunas y semillas, bienes públicos mundiales necesarios para la salud y el crecimiento económico. Es por eso que nuestra Fundación destina más de un tercio de las subvenciones al desarrollo de nuevas herramientas”.

Otra falsa creencia es que los países ricos destinan una gran parte de sus presupuesto en ayuda al desarrollo: “En Estados Unidos no llega al 1%, que equivale a 30 mil millones de dólares al año, de estos, 11 mil millones se invierten en salud (vacunas, mosquiteros, planificación familiar, fármacos) y los 19 mil restantes se destinan a actividades como la construcción de escuelas, carreteras y sistemas de riego”, puntualiza.

Además, esta inversión y su capacidad para salvar vidas puede verse en varios éxitos mundiales en salud, como las campaña de vacunación en África del Sur que prácticamente terminó con las muertes de niños por sarampión, la iniciativa internacional que erradicó la viruela en el mundo o el programa de control de la tuberculosis en China que redujo los casos en un 40% entre 1990 y 2000. En este sentido, hay que destacar el programa para la eliminación de la polio en Latinoamérica que se lleva adelante desde 1985 y del que formamos parte: gracias a esta acción, esta patología ya no es una amenaza en este continente. “Hoy solo hay tres países que nunca estuvieron exentos de poliomielitis: Afganistán, Pakistán y Nigeria. El año pasado, la comunidad internacional adoptó un plan integral que pretende que el mundo esté exento de polio para el 2018, y decenas de donantes se ofrecieron a financiarlo. Cuando nos deshagamos de la polio, el mundo se ahorrará unos dos mil millones de dólares por año, que es lo que nos cuesta combatirla en la actualidad”, señala Gates, y agrega: “Hace mucho que creo que las disparidades en materia de salud son una de las peores desigualdades, que es injusto e inaceptable que millones de niños mueran cada año por causas que se pueden prevenir o tratar”.

Mito 3: salvar vidas contribuye a la superpoblación

“La ansiedad por el tamaño de la población mundial genera una peligrosa tendencia a obviar la preocupación por los seres humanos que la conforman”, reflexiona  Melinda Gates, y añade: “Poco a poco la comunidad internacional de planificación familiar dejó de obsesionarse por el objetivo de limitar la reproducción, y empezó a buscar formas de ayudar a las mujeres a tomar el control de sus vidas. El cambio fue bien recibido. Construir un futuro más sostenible pasa por invertir en los pobres, no por insistir en su sufrimiento”.

Otro factor que incide en la tasa de natalidad es la emancipación de la mujer: todo cambia si las chicas retrasan el momento de casarse y continúan sus estudios. Una investigación reciente en treinta países en desarrollo mostró que las mujeres que no habían ido a la escuela tienen un promedio de tres hijos más que las que habían cursado estudios secundarios. Así, el círculo virtuoso que nace de empoderar a la mujer y garantizar salud básica, además de proporcionar una vida mejor para ella y su familia, genera un gran crecimiento económico nacional.

La carta anual de la Fundación Bill y Melinda Gates cierra con una reflexión a la que suscribo: “Nos parece indignante que el año pasado murieran más de seis millones de niños, pero nos infunde ánimo que esta cifra sea la más baja conocida hasta la fecha. Y queremos asegurarnos de que siga disminuyendo. Es importante que se salven vidas, estamos a favor de la ayuda exterior. Hay que contribuir a que surja una nueva conciencia mundial de que todas las vidas tienen el mismo valor. Todos podemos contribuir a forjar un mundo donde la pobreza extrema sea la excepción y no la norma, y donde todos los niños, independientemente de su lugar de nacimiento, tengan las mismas oportunidades de desplegar su máximo potencial. Para quienes creemos en el valor de todas las vidas humanas, no existe en el mundo un proyecto más fascinante que este”.

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