Consecuencias de la malnutrición en el adulto mayor

Entre el 25 y el 60% de los ancianos hospitalizados no posee una buena nutrición

En la Argentina, un 58% de la población tiene un consumo bajo de alimentos con valor nutritivo adecuado, un 35% come frutas y verduras por debajo de los requerimientos recomendados y un 50% ha incrementado su riesgo cardiovascular como consecuencia de los malos hábitos en la alimentación.

 

A estas costumbres, se suma la de que el proceso de envejecimiento se asocia con un daño “fisiológico” que ocasiona el proceso de metabolizar los alimentos. Para evitar o retrasar patologías asociadas una estrategia recomendable es el incremento del consumo de micronutrientes,  suplementos o drogas con efecto antioxidante, antiglicación o anticross linking.

 

Bajo estas referencias y en el marco del 6° Congreso Latinoamericano y del Caribe, organizado por la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría (COMLAT-IAGG), tuvo lugar el simposio denominado “Malnutrición en el adulto mayor”, que contó con la presencia de los doctores Daniel De Girolami, Mónica Katz y Alberto Cormillot.

 

De acuerdo a datos censales de 2010, el 14% de los argentinos es mayor de 60 años, mientras que hacia 2050 el porcentaje alcanzará el 23,5. A la vez, la esperanza de vida se incrementa con el tiempo. Mientras que tiempo atrás, el promedio era de 65 años para el varón y 64 años para la mujer, la expectativa de longevidad estimada para el período 2020-2025, posee una proyección de 81 años para el hombre y 74 años para la mujer.

 

“La ingesta alimentaria se analiza desde las cuatro clásicas leyes, que son la cantidad, la calidad, la armonía y la adecuación”, indicó el Dr. De Girolami. El consumo de leche, hortalizas, frutas, carnes porcinas y aceites, entre otros, tienen brechas negativas entre lo que el individuo debería comer y lo que efectivamente consume. Reunida en conjunto, la categoría de alimentos de brecha negativa se encuentra en el 58%. El consumo de carne vacuna y otros elementos de alta densidad calórica, en cambio, ofrecen brechas positivas.

 

Según la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (2005) en nuestro país, el 49% presentaba sobrepeso o sufría obesidad; el 45% agregaba sal en sus comidas por encima del nivel adecuado; el 35% no ingería frutas ni verduras; y entre el 5 y 30% se encontraba desnutrido.

 

La alimentación de los argentinos tiene evidentes connotaciones sobre nuestra salud. “Si tomamos como ejemplo la salud cardiovascular, el 50% de los habitantes de la Argentina incrementa su riesgo cardiovascular como consecuencia, en buena parte, de sus malos hábitos alimentarios”, expresó De Girolami.

 

Relación entre los hábitos de consumo alimentario y las enfermedades

 

Con el tiempo, el organismo sufre cambios fisiológicos a los que el cuerpo comienza a adaptarse y adquiere distintos tipos de alteraciones, como ser: alteraciones de los sentidos, en la deglutación, en la masticación, hipoclorhidria, etc.

 

La malnutrición se presenta con mayor frecuencia en la edad avanza y posee una prevalencia alta en las personas ancianas. Es así que entre el 6 y 15% de los ancianos no hospitalizados (es decir, que residen en sus propios domicilios) se encuentran malnutridos, y entre el 25 y 60%, aparecen los ancianos hospitalizados.

 

Son factores de riesgo asociados a la desnutrición, la ingesta inadecuada de alimentos, el apetito, la anorexia, la pobreza, el nivel cultural, el entorno social, la dependencia o discapacidad, las enfermedades, la viudez o depresión y el alcohol, entre otros.

 

Simultáneamente con la pérdida de peso, se presentan otros síntomas, como anemia, fatigas, disminución del ritmo cardiovascular y respiratorio, alteraciones del metabolismo en general y de los fármacos, caídas frecuentes, fracturas, deterioro del estado funcional.

 

“La mala nutrición del adulto mayor incrementa el riesgo de enfermedades, hace a los individuos vulnerables a infecciones, que pueden ser motivo de muerte, deteriora la capacidad funcional y afecta y disminuye la calidad de vida”, resumió De Girolami.

 

Deficiencias nutricionales en el anciano

 

Durante el simposio, la Dra. Mónica Katz hizo hincapié en los procesos del metabolismo y sus inevitables consecuencias del envejecimiento como resultado del ciclo de la vida, con referencias a teorías y mecanismos que ocasionan daños sobre el organismo.

 

En tal sentido, mencionó que envejecer es el resultado de diversas variables, como pueden ser la genética, el modo de alimentarse, la vida que se lleva, el estado mental, la red social que se desarrolla alrededor del individuo, lo que se ha hecho para prevenir enfermedades y los tratamientos médicos disponibles.

 

“Son tres las reglas claves del envejecimiento: ocurre en toda la población, produce cambios en funciones o estructuras celulares y éstos cambios se incrementan en forma progresiva con la edad”, explicó la Dra. Katz.

 

El metabolismo es una red de procesos homeostáticos que permiten el desarrollo de la vida. A su vez metabolizar (o procesar el alimento) enferma y produce daño. Es decir, que vivir y comer para vivir daña y envejece.

 

A modo de conclusión, la Dra. Katz señaló que “el envejecimiento es inevitable, pero el daño del metabolismo- el costo de vivir y metabolizar la comida que necesariamente tenemos que incorporar-, puede mantenerse a nivel subpatogénico”.

 

Para lograrlo es necesario incorporar una alimentación variada y balanceada, suplementos o drogas (antioxidantes, antiglicación, anticross linking), y restricción calórica sin desnutrición.

 

Obesidad y complicaciones en el adulto mayor

 

Finalmente, el Dr. Alberto Cormillot, encargado de cerrar el simposio, remarcó que la obesidad es una enfermedad y presentó una proyección de valores que indican cómo podría crecer la población de obesos en la Argentina en los próximos años. Según el estudio, en 2005 había un 49% de obesos en el país, mientras que en 2010 el número trepó a 53% y en 2040 podría llegar a 85%.

 

Al respecto, Cormillot hizo referencia a las causas de la obesidad y mencionó como posibles al aumento de las grasas, la sal, el alcohol y la disminución de micronutrientes. En complemento, se advierte un crecimiento elevado de las bebidas azucaradas, que representan una de las causas principales de la obesidad actual. También, existen preferencias alimentarias tempranas, innatas, que tienen ver con la atracción por lo dulce y el rechazo por lo amargo o ácido.

 

“Uno tiene una ventana de 3 años para trabajar con el niño. Si en esos 3 años logra construir un individuo que sepa comer con los niveles de sal, azúcar y grasa adecuados habrá logrado un considerable grado de prevención”, indicó el Dr. Cormillot.

 

Existen además creencias que ayudan a mantener la enfermedad. Entre ellas se encuentran la suposición de poseer una debilidad de voluntad o carácter, creer que el problema está resuelto una vez que se ha conseguido bajar de peso o caer en la trampa de los métodos de reducción de peso sin hacer esfuerzo.

 

Cormillot señaló cuatro factores que podrían ubicarse como causas de la causa: la cultura (juntarse para comer, vivir lejos del trabajo, consumir comida tercerizada); la industria (que apunta a los estímulos más salientes, como grasas, azúcares y sal); el nivel socioeconómico (relacionado con la educación y los ingresos); y el ambiente urbano (una ciudad no preparada para caminar).

 

Conclusiones:

 

• La alimentación de los argentinos tiene evidentes connotaciones sobre nuestra salud. En ese sentido, el 50% de los habitantes de la Argentina incrementa su riesgo cardiovascular como consecuencia, en buena parte, de sus malos hábitos alimentarios.

 

• Una de las consecuencias de la mala alimentación es la obesidad, debida en gran parte al aumento de las grasas, la sal, el alcohol y la disminución de micronutrientes en la dieta, como así también el crecimiento elevado del consumo de bebidas azucaradas, que representan una de las causas principales de la obesidad actual.

 

• A esos malos hábitos alimentarios deberemos sumarle los inevitables procesos fisiológicos del envejecimiento y el daño inevitable que produce el metabolismo alimentario, los que pueden mantenerse a nivel subpatogénico. Para enfrentarlos adecuadamente, se hace necesario incorporar una alimentación variada y balanceada, suplementos o drogas (antioxidantes, antiglicación, anticross linking), y restricción calórica sin desnutrición.

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