La necesaria presencia de Los Payamédicos en los hospitales

Los llamados doctores de la risa ayudan a los pacientes internados a rescatar la subjetividad y a despertar al niño que llevamos dentro. En la práctica resultan vitales para enfrentar la enfermedad.

Cuando la enfermedad interrumpe la salud, los proyectos de vida quedan truncados, más aún si la persona necesita hospitalización prolongada. Durante este periodo, los pacientes son atravesados por el dolor y la angustia que les genera la ruptura con el mundo cotidiano. Son invadidos y agredidos por justificados estudios y tratamientos. Dentro del abordaje integral, el psicoterapéutico es muy efectivo así como la intervención de Los Payamédicos.

En algunos hospitales y en particular en los pediátricos, estos profesionales visitan con frecuencia a los pacientes. A través de técnicas de clown abordan las profundidades de ese ser que perdió su creatividad y sus habilidades. El buen ánimo que arrancan estos personajes se hace sentir a nivel biológico, tal es así que está demostrado que los enfermos que más se ríen requieren menor dosis de analgésicos. Una explicación posible es que la risa produce liberación de endorfinas, hormonas que actúan sobre el estado de ánimo.

Los primeros pasos en nuestro país lo dieron en forma independiente el doctor José Pellucchi (alias doctor Verdin Vakunin) y la licenciada Andrea Romero. En 1998 la llegada de la película Patch Adams, protagonizada por el fallecido actor  Robin Williams, favoreció la difusión de la tarea hospitalaria de los payasos de la risa. Incluso en 2003 el verdadero “Patch Adams”, médico de origen estadounidense y verdadero creador del método, visitó la Argentina. Dado la repercusión que tuvo su estadía en el país, se logró que hoy “Los Payamédicos” compongan una Organización No Gubernamental (ONG).

Esta organización está formada por médicos, estudiantes de medicina y personas dedicadas al arte. Durante un periodo de seis meses son capacitadas en técnicas de clown y teatrales. El escenario donde actúan puede ser la habitación, la sala de espera, de juegos y otros espacios hospitalarios.

Ciertos instrumentos médicos son sustituidos por otros durante la actuación, con el fin de desdramatizar la situación traumática que vive el paciente. Por ejemplo el estetoscopio es reemplazado por el “estestoflorio”, ya que le colocan una flor en su extremo; la jeringa es la “jeringaraca”, ya que es mitad jeringa y mitad maraca y en los adultos la chata es el  “chatarrango”, mezcla de chata con charango.

Con medida prudencia, Los Payamédicos se acercan a los enfermos a través de gestos, de movimientos, sonidos y palabras. Cada actuación se realiza siempre y cuando el enfermo dé su consentimiento. Si la decisión tomada es el no, la presentación se anula.

Cuando se reúnen para evaluar cuales serán los recursos a usar tienen en cuenta el leguaje visual que rodea al enfermo. Buscan contrastar los irreverentes tonos grises y blancos que predominan en los hospitales con los variados colores que componen la vestimenta del equipo. La finalidad es que la narizota colorada, los pantalones verdes o amarillos y los tiradores, junto con el lenguaje gestual, arranquen una sonrisa y liberen la creatividad aplastada por el dolor.

Por otra parte, diversos trabajos demuestran que el uso del lenguaje corporal es preferible al uso del lenguaje verbal. Ciertas palabras tienen una carga psíquica negativa muy poderosa y son preferibles evitarlas para no remitir a la enfermedad o a la muerte.

Distintas etapas atraviesan el trabajo de Los Payamédicos. Previo al inicio de la actividad propiamente dicha, leen la historia clínica en donde figuran con detalles la  patología y el tratamiento implementado. Después le sigue el encuentro con el enfermo y finalmente la confección de la payahistoria. Las vivencias experimentadas durante la sesión son compartidas con  todo el grupo.

Para el clown, la primera sesión es decisiva. De acuerdo a lo percibido se establecerá con el equipo cual es la técnica más apropiada para ese paciente. A medida que el payamédico comienza actuar también le pasan cosas. Hay dos subjetividades en juego: la del clown y la del paciente y ambas merecen ser cuidadas. El disfraz pone la distancia necesaria entre la persona que hay detrás del traje y el clown. Acompañan los cambios de voz, la mirada y los gestos.

Con el abordaje clown-terapéutico se pretende que el paciente desarrolle la imaginación y participe de manera activa como forma de catarsis de la angustia o del llanto reprimido. Se trata de que aflore el mundo interno (subjetividad) que quedó tapado por la enfermad. Así  es como el paciente de manera paulatina va sintiendo que recupera parte de lo que creyó perdido, que es su poder creativo.

Sonreír es vital durante el desarrollo de una internación prolongada. Los “doctores de la alegría” son y serán siempre bienvenidos por toda la comunidad hospitalaria. Colores, sonrisas y dibujos tienen un valor inmensurable en esta situación tan particular como es la enfermedad crónica.

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