La necesidad del apto físico

Más que un requisito para ingresar a un gimnasio, este certificado es la posibilidad de poner en práctica la medicina preventiva. Así, médicos y pacientes podemos detectar situaciones que pueden llegar a jugar malas pasadas.

Para evitar las afecciones cardiovasculares, que son la primera causa de enfermedad y muerte en los adultos, se recomienda dejar el sedentarismo y mantener una actividad física adecuada. Esto requiere ejercitarse o ponerse en movimiento al menos 180 minutos por semana. Alcanzar este objetivo es la primera línea de tratamiento de las personas que tienen colesterol elevado o diabetes, y de aquellas que necesitan recuperarse de otras condiciones, como EPOC, osteoporosis, depresión o enfermedades neurológicas.

Ahora bien, a pesar de los beneficios que aporta a la salud, la actividad física no es inocua ni está exenta de riesgos. Por ello, los socios de los gimnasios deben cumplir con la presentación de un apto físico. Se trata de un certificado médico que se redacta en un consultorio y por medio del cual se acredita que la persona tiene la aptitud necesaria para comenzar a realizar alguna actividad.

La consulta con el médico de cabecera resulta clave para detectar situaciones que pueden resultar riesgosas al hacer ejercicio y, así, el apto físico es algo más que un requisito para ingresar a un establecimiento deportivo, es la posibilidad de tener un control de la salud y de poner en práctica la medicina preventiva.

Los principales riesgos y su detección

Las personas con indicaciones precisas de realizar actividad física son los hombres y las mujeres mayores de 45 años. Pero en este grupo existe la posibilidad de encontrar algunas afecciones de cuidado que deben entonces detectarse. Por ejemplo, los antecedentes de mareos o pérdidas de conocimiento –durante el ejercicio o en cualquier otro momento– son signos de alerta a considerar antes de proseguir con una determinada práctica.

Como los fumadores tienen mayor riesgo de padecer una afección no detectada en las arterias coronarias, en este grupo el esfuerzo que implica el ejercicio puede precipitar un acontecimiento vascular, como el infarto. Asimismo, las mujeres que llegaron a la menopausia o tienen sobrepeso son más propensas a desarrollar enfermedades vasculares que las más jóvenes o delgadas.

También es importante prestar atención a la ocurrencia o aparición de dolor de cabeza cuando se hacen ejercicios o esfuerzos, dado que puede asociarse a causas vasculares cerebrales. Los pacientes bajo tratamiento para epilepsia deben evitar el tiro, la arquería, el buceo, la natación, el esquí y cualquier actividad que pueda resultar riesgosa para quien la realiza o contra terceros.

Aquellas personas con antecedentes de familiares que murieron jóvenes debido a problemas cardíacos deben realizarse exámenes exhaustivos para descartar alguna enfermedad hereditaria en la estructura del corazón que pueda favorecer las arritmias y la muerte súbita.

Por otra parte, los antecedentes de falta de aire o broncoespasmos durante la actividad física pueden orientarnos sobre la presencia de asma inducida por ejercicio, que debe detectarse antes de comenzar con la práctica programada.

Una vez evaluados los antecedentes, realizar un electrocardiograma brinda información sobre la conducción eléctrica del corazón y permite observar si una persona presenta bloqueos o arritmias. Según los antecedentes y el resultado del examen físico, el profesional puede requerir otros estudios –como ecografía cardíaca, ergometría, radiografías y análisis de sangre–  antes de firmar un apto físico para una actividad recreativa o competitiva. Este certificado puede definirnos y ayudarnos a estar mejor. Por eso, no dude en solicitarlo: es un acto médico que lo protegerá contra eventualidades que hoy se pueden evitar.

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