¿Por qué es más difícil adelgazar si no se está feliz?

Por Celina Abud.- El estrés o la tristeza puede llevarnos a buscar solución en la comida. DocSalud.com consultó a la doctora Paola Harwicz quién explicó qué pasa en el cerebro cuando ingerimos alimentos.

Perderse en un buen libro, conocer nuevos paisajes o sentirnos relevantes al hacer lo que amamos puede llevarnos a no necesitar ese remedio que parece estar ahí, disponible, para aliviar todo tipo de males: la comida. No por nada las películas muestran a mujeres frente al balde de helado y la televisión, tras una ruptura. También es frecuente que en ámbitos laborales se vacíen paquetes de galletitas frente al monitor ante situaciones estresantes.

Estas conductas tan repetidas tienen una explicación científica y conocerla puede llevar a tomar mejores decisiones sobre los alimentos que elegimos, pero también a pensar qué es lo que buscamos cuando comemos.  

Según explicó a DocSalud.com la doctora Paola Harwicz, médica especialista en Cardiología y Nutrición, el placer es el eje principal en la toma de decisiones.  “En el sistema de recompensa del cerebro  participan distintos mensajeros o neurotransmisores como la dopamina y opioides y distintos estímulos favorecen su liberación, entre ellos cocaína, nicotina, alcohol y anfetamina”, indicó la experta para luego agregar que “asimismo se produce la liberación ante estímulos que nos permiten la supervivencia, como comer, beber y tener sexo”.

Harwicz, quien es también directora de Nutrición en la Red, explicó que habitualmente en el Núcleo Accumbens – grupo de neuronas del encéfalo- que integra el sistema de recompensa, existe una liberación basal y continua  de dopamina, pero al recibir distintas incitaciones, se produce un incremento o pico de este neurotransmisor con una duración variable.

Según la médica, el nivel de aumento dependerá del estimulo que lo provoque.  El más potente lo generan las drogas,  con un pico de dopamina que alcanza el 1.000% con relación al basal y de muy  corta duración. En tanto, el deseo por comer un alimento genera un incremento de dopamina del 150% y tener sexo determina un pico del 200% en comparación al de base”.

Como conclusión Harwicz indicó que si bien buscamos comida para alimentarnos o una bebida para refrescarnos, “también las elegimos porque nos permiten sentir placer, pero nunca serán tan potentes como para generar adicciones”.

Ante este escenario, la pregunta del millón radica en si el nerviosismo o el malestar puede llevarnos a comer más. Para la médica especialista en nutrición, la situación estresantes son susceptibles a llevarnos a los excesos, pero también la situación de “hacer dieta” en sí misma, genera estrés, porque se suelen prohibir los alimentos favoritos y la exposición a estos comestibles puede afectar la capacidad del individuo de mantener el autocontrol.

“Por otra parte, si al dietar se suma una situación de la vida cotidiana como un conflicto, una discusión en el trabajo o una pelea amorosa, aumentan las posibilidades de sentir un poco de alivio comiendo algo preferido, por lo general dulce,  para volver a nuestra  área de confort”, dijo.

 “Elegimos la comida para sentir placer  y enfrentar las emociones, porque es más fácil, práctico, de rápido efecto y de esta manera evitamos enfrentar el verdadero problema, por lo que  el alivio no dura mucho, y luego sobreviene la culpa por haber comido en exceso y dejar que la tentación haya triunfado”, resumió.

Al parecer, el remedio parece ser peor que la enfermedad, tanto si se se habla de hacer dieta o de acudir a los dulces para enfrentar problemas. Entonces, ¿cuál es la solución? Para Harwicz, la clave radica en incorporar de a poco hábitos saludables que puedan sostenerse en el largo plazo.  

Citó a la investigadora de la conducta alimentaria Tracy Mann, quien refiere que “la dieta es el mejor predictor para ganar peso”.  Por ende es preferible armar un plan que incluya comestibles preferidos para sobrellevar mejor un programa de descenso.

 A su vez, para la experta se deben  “identificar los disparadores que nos llevan a ´resolver´ una situación de estrés por medio de alimentos” y luego “intentar reemplazar la acción de comer en exceso por otra como salir a caminar, hablar con un amigo o concretar una actividad que nos desvíe la atención”.

Por último recordó que realizar una actividad física que se disfrute, solos o con amigos, también ayuda a aumentar los niveles de dopamina. “De esta manera es posible lograr un balance entre aquello que ingerimos, incorporando el placer y un plan de actividad física que nos acerque a una mejor calidad de vida”, concluyó. 

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