¿Por qué nos gusta más la carne que la verdura?

Es frecuente que las madres se quejen de que a sus hijos no les gusta la verdura, pero se ven atraídos por alimentos como las salchichas. Ahora la ciencia explica por qué ocurren estas preferencias más allá del sabor. Es que investigadores concluyeron que el cerebro humano se ve atraído por los alimentos de color rojo, en tanto desconfía de los verdes, según un mecanismo ancestral desarrollado incluso antes del descubrimiento del fuego.

Este mecanismo guía a diario al hombre en sus decisiones a la hora de la comida, impulsándolo a seleccionar los alimentos considerados más calóricos.

El trabajo estuvo a cargo de neurocientíficos de la Escuela Internacional Superior de Estudios Avanzados (SISSA) de Trieste, Italia y fue publicado en Scientific Reports. Sus conclusiones podrían repercutir en el marketing de comestibles y en la lucha contra los trastornos alimentarios.

«En los alimentos naturales, no procesados, el color es una buena predicción del aporte calórico», explicó Francesco Foroni, investigador de Sissa y primer autor del estudio.

«Cuanto más un alimento tiende al rojo, más probable es que sea nutritivo, en tanto los verdes tienden a ser poco calóricos», agregó.

En el curso de la evolución, nuestro sistema visual debe ser adaptado a esta regularidad. «Los participantes en nuestros experimentos evalúan como más ‘estimulantes’ y calóricos los alimentos cuyo color tiende al rojo, mientras ocurre lo contrario con los verdes», explicó Giulio Pergola, otro de los autores del trabajo.

«Esto ocurre incluso con los alimentos procesados, es decir cocidos, donde el color pierde su eficacia como indicador de las calorías», agregó.

«Los alimentos cocidos siempre son preferidos, porque respecto de los naturales ofrecen, a igual cantidad, mayor nutrición», observó la neurocientífica Raffaella Rumiati, coordinadora de la investigación.

«En el caso del alimento cocido, sin embargo, la predominancia rojo-verde ya no ofrece una información confiable, por lo tanto se podría pensar que el cerebro no aplica esta regla a los alimentos procesados», dijo.

«Sin embargo esto no es cierto y por lo tanto nos sugiere la presencia de mecanismos evolutivos muy antiguos, precedentes a la introducción de la cocción».

Otro dato a favor de esta hipótesis -concluyó- es que «la preferencia del rojo sobre el verde no se observa con objetos no comestibles, sino que se activa solo con estímulos alimentarios.

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