¡A tomar agua, se ha dicho!

Nuestro organismo requiere de ella para funcionar con normalidad. Sin este líquido, la supervivencia del humano peligra en un par de días. La sed nos invita a beber y a que nuestro cuerpo se mantenga hidratado para llevar una vida saludable.

Todos los seres vivos están constituidos por agua y el hombre no es una excepción. El cuerpo tiene un alto contenido acuoso que varia de acuerdo a la edad. Valorar su importancia es una forma de mantener una vida sana, ya que el  60% de nuestro peso es agua.

Regular la temperatura corporal, eliminar toxinas, mantener las mucosas húmedas y llevar nutrientes a los tejidos son las funciones más destacables del líquido. Los órganos que más sufren las variaciones hídricas corporales son aquellos que tienen un mayor porcentaje de agua en su composición, como los pulmones (90%), el cerebro (70%) y la sangre (80%).

Los niños y los ancianos son los grupos más vulnerables a la pérdida de agua. En ellos, los mecanismos de regulación de la sed son ineficientes y llegan rápido a la deshidratación. El mayor estímulo para la sed es el descenso entre el 1-2% del agua corporal, ya sea porque lo que bebemos es insuficiente o porque las pérdidas son muchas. 

En condiciones fisiológicas, la sed es un proceso dinámico comandado por tres hormonas (anti-diurética, angiotensina y aldosterona) encargadas de mantener el volumen circulante. Por un lado, cuando la células le ceden agua al espacio extracelular, se mandan señales al riñón para ahorrar agua y por otro lado se gatillan las ganas de tomar líquido. De esta forma se mantiene un equilibrio y se evita la deshidratación.

Bebidas como  jugos, gaseosas, leche, infusiones son también fuentes de ingreso de agua pero no las únicas. Tan generosa es la naturaleza que nos ofrece el 20% de ella en forma de verduras y frutas. Sandia, melón y ciruelas son algunos ejemplos de alimentos enriquecidos en este líquido.

Un dato lamentable es que una amplia mayoría de las personas sufren de deshidratación crónica y lo ignoran. Esto se debe a que beben menos de los dos litros de agua por día aconsejables, lo que produce cansancio, fatiga y bajo rendimiento laboral.

Pero así como el líquido entra, también sale. Se elimina através del riñón (orina), la piel (sudor), los intestinos y los pulmones (respiración). De hecho cuando una persona no toma suficiente agua, el cuerpo ahorra lo máximo posible su expulsión. La piel está seca, las lágrimas ausentes, la frecuencia urinaria disminuye y el pulso se debilita. Con un 2% de deshidratación ocurre pérdida momentánea de la memoria y déficit de la concentración.

Cifras como que las 2/3 partes del organismo son agua advierten la necesidad de tener líquidos a mano  y más aún cuando se practica ejercicio físico, en épocas de calor y durante los episodios de diarrea o fiebre.

Estar bien hidratado es asegurarse un volumen de sangre que garantiza el funcionamiento adecuado de los tejidos. No solo es necesario para mantener un equilibro sino que es imprescindible para eliminar las toxinas  generadas por el metabolismo celular, así como los productos de degradación de determinadas drogas.

Los niños de 6 años que inician su etapa escolar no suelen beber lo recomendado. Lo ideal para esta edad es la ingesta de entre 2 y 3 litros de agua por día. Cuando la sed golpea toman gaseosas, jugos envasados o bebidas deportivas. La principal desventaja de los líquidos con azúcar agregado es que se convierten en un factor de riesgo para la obesidad infantil.

Durante el verano aumenta la vida al aire libre y las actividades deportivas, por lo tanto la necesidad de líquido se incrementa. Se aconseja a todo deportista tener a mano una botella de agua mientras realiza ejercicio físico.

La cantidad de agua que necesita diariamente una persona debe representar por lo menos el 3% de su peso. El mantenimiento de su ingesta es clave para alcanzar una vida saludable y para la prevención de enfermedades. Cuidemos nuestro cuerpo.

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