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Ansiedad, entre lo normal y el desborde

Muchas veces acudimos a guardias o peregrinamos por varios consultorios médicos preocupados por síntomas que nos hacen pensar en diversas enfermedades, algunas de ellas de seriedad. En ocasiones, los médicos detectan que se trata de un cuadro de crisis de ansiedad, pero algunos suelen banalizarlo al decir que tenemos “muchos nervios”.

La ansiedad es una sensación que todos experimentamos y es normal que se manifieste cuando tenemos incertidumbre sobre nuestra salud, problemas laborales, o familiares enfermos. Pero en la medida en que la misma se torna muy intensa, genera emociones desagradables, que pueden llegar a incapacitar y a alterar la vida cotidiana de una persona, impidiéndole vivir en equilibrio.

Cuando no podemos superar una situación y adaptarnos, sobrevienen los trastornos de ansiedad, que según se estima, afectan a una de cada cuatro personas. El factor común a todos ellos es el miedo, que se vive como sensaciones de ahogo y opresión en el pecho, dolores de cabeza, taquicardia, micciones frecuentes, insomnio, malestar digestivo, diarreas, sudación intensa, disfunción sexual, dolores corporales erráticos y migratorios, y hormigueos, entre otros síntomas.

Tipos de trastornos e individuos susceptibles

En Argentina, el trastorno más común es el de pánico-agorafobia, que se manifiesta como el temor a los espacios abiertos, como la calle. Alternativamente, el trastorno puede ser por otras fobias, obsesivo-compulsivo, de estrés post-traumático, de ansiedad generalizada o producido por abuso de sustancias. En cada uno de estos casos, se producen crisis que generan gran malestar y aparecen pensamientos reverberantes, temores irracionales a objetos o animales e, incluso, sensación de muerte inminente. Estos episodios pueden ser diarios y alterar así el desempeño psico-social de la persona afectada.

Estos problemas se suelen diagnosticar en mayores de 30 años, pero seguramente comenzaron muchos años antes. Son más comunes en las mujeres, quienes en la sociedad actual deben cumplimentar diferentes roles y hacer todo bien, lo que acondiciona un terreno para sensaciones de fracaso o no éxito y, con ello, la consiguiente frustración que genera ansiedad.

Para asegurar que alguien tiene un trastorno de ansiedad, es menester descartar que no padezca alguna enfermedad del corazón o del sistema nervioso, que no abuse de sustancias y que sus niveles de hormonas tiroideas sean normales. Por eso es clave la consulta con el médico de cabecera. Hay que comprender también que cuando una persona padece una enfermedad seria, la incertidumbre de su evolución va a generar un trastorno de ansiedad que es absolutamente explicable y que debe también ser tratado, para permitir la adecuada evolución de la afección que le da origen.

¿Cómo podemos saber qué grado de ansiedad padecemos? Los médicos pueden ofrecer una encuesta, en la cual el paciente nomina sus sensaciones. El puntaje de la misma puede ayudar al profesional tratante a conocer qué grado de ansiedad porta la persona, quien de esta manera podrá reconocer sus síntomas y comprender la necesidad de un tratamiento.

Estrategias terapéuticas

Si bien no se sabe con certeza cómo se producen estos trastornos, se demostró que muchos años de ansiedad conducen a que el sistema nervioso pierda sustancias que son necesarias para la adecuada comunicación de las neuronas. De allí que la base del tratamiento consiste en aumentar la disponibilidad de estos neurotransmisores.

Las crisis deben ser manejadas con fármacos que rompan la ansiedad, los llamados ansiolíticos, que siempre deben estar prescritos por un profesional. Se debe evitar la automedicación o su uso prolongado sin supervisión médica. Cuando la persona se encuentra estabilizada, se pueden agregar medicamentos del tipo antidepresivos de última generación, que generan un aumento de los neurotransmisores. Estos tratamientos requieren entre seis y 10 semanas para comenzar a tener efecto y deben prolongarse durante al menos nueve meses, para lograr alguna modificación que beneficie al paciente.

Sin dudas, otro pilar del tratamiento son las psicoterapias, básicamente las de tipo cognitivo-conductuales, que logran cambios en los pensamientos alterados y enseñan nuevos modos de pensar y encarar los problemas. Además, permiten que el individuo revierta actitudes negativas en relación con sí mismo y con el mundo.

Prevención

Para evitar los trastornos de ansiedad es importante reforzar las conductas positivas y desarrollar actividades que la sostengan. Esto debe ser una prioridad para las mujeres, el grupo más afectado, que pueden beneficiarse si establecen un proyecto de vida propio (que no esté en función de quienes las rodean), organizan su tiempo entre el trabajo doméstico y los espacios de formación, descanso y recreación, y respetan y hacen respetar estos horarios.

Asimismo, es importante que participen en actividades sociales, culturales y artísticas –así como en grupos de mujeres–, y que fomenten su desarrollo personal, para ser más autónomas, capaces de cuidarse a sí mismas y de satisfacer sus necesidades. Aceptar, disfrutar y valorar su cuerpo sostendrá su salud mental, al tiempo que deben trabajar para desarrollar sentimientos de control y seguridad, y aprender a poner límites, a no asumir toda la responsabilidad familiar, a no obligarse a ser amable siempre, a expresar desacuerdos y a decir no.

Finalmente, es necesario no perder de vista que si aparecen trastornos de ansiedad, estos hoy pueden y deben tratarse. De esta manera, las personas afectadas tienen la oportunidad de mejorar su calidad de vida y evitar la progresión de un problema que puede incapacitarlos o dificultar su existencia y la de su entorno familiar y laboral.

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