Diversos son los factores que explican la determinación de muchas personas a diagnosticarse un problema y decidir cuál es el mejor curso de acción. Algunas deciden no ir al médico porque prefieren no hablar sobre ciertos temas que saben que surgirán en la charla, como por ejemplo, su peso, el cigarrillo o la falta de actividad física. Otras tal vez temen escuchar un diagnóstico de una enfermedad grave o simplemente no confían en los médicos porque en el pasado no les han solucionado un problema.
Por otro lado, Internet pone a disposición del público numerosos recursos que permiten obtener información en forma rápida y sencilla. Así, no es raro que las personas se lancen a buscar en la Web los distintos síntomas que presentan a la espera de dar con el diagnóstico exacto. No obstante, por abundante que sea la información que circula on line, ésta no sustituye el consejo del médico.
Además, podemos decir que Internet lo tiene todo o casi todo, y esto incluye tanto información seria y confiable como datos de dudosa fuente, o bien consejos y experiencias de personas no avezadas en un tema en particular. Por lo tanto, leer artículos sobre salud en la web exige adoptar una actitud cauta y verificar quién brinda la información. Luego, pueden plantearse las dudas o inquietudes al médico.
En otros casos, las personas deciden autodiagnosticarse y automedicarse basándose en enfermedades previas. Reconocen síntomas que alguna vez tuvieron y consideran que se trata de la misma afección. Recurren, entonces, al mismo medicamento que en su oportunidad recetó el especialista y creen que el problema será resuelto.
Sin embargo, el paciente puede estar confundiendo sintomatologías similares de enfermedades distintas. Basta con repasar la lista de manifestaciones de un par de trastornos para notar cuánto tienen en común. De este modo, si el paciente decide por sí mismo el tratamiento y, por ejemplo, toma antibióticos para una enfermedad que no los requiere, podría estar propiciando resistencia bacteriana. Es decir, en un futuro, lo más probable es que estos medicamentos no resulten efectivos para destruir determinadas bacterias, que se hicieron más fuertes debido al uso incorrecto de estos remedios.
Aunque el médico también puede errar el diagnóstico, tiene una visión más global e integral del problema, conoce los antecedentes del paciente, sabe qué otros tratamientos está recibiendo o qué otras enfermedades padece y sabe cómo responder a las reacciones adversas de los medicamentos. Además, ante la duda, siempre cabe la posibilidad de consultar a otro profesional.
Tampoco es necesario consultar a un médico por un dolor de cabeza o un resfrío. De hecho, el supuesto que subyace a los medicamentos de venta libre es que el paciente tiene la capacidad de reconocer un determinado problema y de identificar su solución. Si todos acudiéramos a la guardia por un inconveniente de ese tipo, sin duda, colapsaría el sistema de atención sanitaria. Simplemente basta adoptar una actitud sensata y atenta, para discernir cuándo un problema, por su intensidad o duración, requiere una consulta médica.