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Científicos estiman que los malos recuerdos pueden borrarse

Las emociones asociadas a recuerdos pueden ser reescritas, lo que permite suavizar episodios dolorosos del pasado en lugar de ensombrecer momentos felices, sugiere un estudio realizado con cobayos en Japón y Estados Unidos, publicadoen la revista científica británica Nature.

«Esta propiedad de inversión de la memoria es utilizada clínicamente para tratar» enfermedades mentales, «sin embargo, los mecanismos neuronales y los circuitos del cerebro que autorizan estos cambios de registro emocional siguen siendo por completo desconocidos», subrayan de antemano los investigadores.

El objeto del estudio fue descifrar estos procesos subyacentes y abrir la vía a nuevas pistas para curar patologías como la depresión o los trastornos de estrés postraumático. El mismo «también revalida el éxito de la psicoterapia actual», explicó a la AFP el director de investigación Susumu Tonegawa.

Estos trabajos, fruto de una estrecha colaboración entre el instituto japonés Riken y el Massachussets Institute of Technology (MIT) estadounidense, se apoyan sobre una nueva tecnología de control del cerebro a través de la luz, llamada «optogenética», para comprender mejor qué pasa cuando rememoramos buenos o malos momentos y si se puede modificar el valor positivo o negativo asociado a un recuerdo.

Los resultados demuestran que la interacción entre el hipocampo, parte del cerebro que tiene un rol central en la memoria, y la amígdala cerebral, grupo de neuronas que sería una especie de cámara de almacenamiento de reacciones positivas y negativas, es más flexible de lo que se pensaba hasta ahora.

Para alcanzar tales conclusiones, los investigadores inyectaron una proteína de una alga sensible a la luz a dos grupos de ratones machos. De esta manera pudieron seguir la formación de una inscripción en la memoria en tiempo real, que reactivaron a su antojo gracias a impulsos luminosos.

Algunos roedores fueron autorizados a jugar con hembras con el objetivo de crear un recuerdo cuyas connotaciones fueran positivas, mientras que a sus camaradas, por el contrario, se les aplicaba un desagradable choque eléctrico.

En una segunda etapa, los científicos les hicieron revivir estos recuerdos artificialmente, sometiéndolos de manera simultánea a la experiencia opuesta: los ratones agradablemente estimulados recibieron un choque eléctrico, mientras que los otros tuvieron la sorpresa de encontrarse con las hembras.

La nueva experiencia fue superada por la emoción inicial. «Hicimos una prueba en la primera jaula y el temor original había desaparecido», describe Susumu Tonegawa, Premio Nobel de medicina en 1987.

Sin embargo, este fenómeno sólo pudo observarse actuando sobre el hipocampo, sensible al contexto circundante, mientras que no fue posible influenciar en la amígdala.

Los investigadores, que ya habían publicado trabajos sobre inscripciones en la memoria de falsos recuerdos en los ratones, esperan que sus descubrimientos del cambio de valencia positiva a negativa (de atracción a repulsión) y viceversa, harán avanzar la investigación médica sobre las enfermedades de tipo trastornos depresivos o postraumáticos, que afectan en particular a los militares.

En el futuro, Tonegawa aspira a poder «controlar las neuronas con una tecnología sin cable, sin herramientas intrusivas como los electrodos y potencialmente poder hacer aumentar el número de recuerdos positivos respecto a los negativos».

Queda aún por probar que esta inversión de emociones asociadas a un recuerdo funciona de igual manera en los seres humanos que en los ratones, aunque ya se sabe que los procesos mnésicos (asociados a la memoria) se conservan a lo largo de la evolución de las especies.

En un comentario publicado por Nature, los investigadores Tomonori Takeuchi y Richard Morris de la universidad de Edimburgo, en Escocia, consideran que este estudio echa nueva luz sobre los mecanismos de la memoria, aunque señalan los límites de la optogenética en la materia.

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