Cuando hablamos de salud renal, nos referimos a la condición de normal funcionamiento de los riñones. Este puede declinar con el avance de la edad, tal como sucede con otros órganos, así como por determinadas situaciones y condiciones médicas.
Si bien los riñones son conocidos por su rol en la formación de orina, participan también en muchos otros procesos. Por ejemplo, están involucrados en la inmunidad y en la producción de precursores hormonales y moduladores de múltiples sustancias cuya liberación en la sangre genera cambios en otros sistemas alejados, como los huesos, el corazón, el cerebro y las arterias en general. Esto hace que estos órganos sean muy necesarios para la vida.
Del mismo modo que el cerebro tiene neuronas, el riñón tiene unidades funcionales denominadas nefronas. De su cantidad y de la calidad de su funcionamiento depende cómo se encuentre la salud del órgano.
Causas de daño a los riñones
El rol más importante en el deterioro de la salud renal lo tienen las enfermedades más habituales y que suelen tener menos control, como la diabetes, la hipertensión arterial y la dislipidemia. Estas condiciones tienen en común el daño a las arterias y, dada la complejidad vascular del riñón, este resulta un órgano blanco de ese deterioro. El adecuado control de estas afecciones preserva entonces la salud del riñón y, así, la de otros órganos cuyo funcionamiento está concatenado, entre ellos, el corazón y el cerebro, que también son eminentemente vasculares.
Asimismo, la insuficiencia cardiaca no controlada, ciertas enfermedades inmunológicas (como el lupus sistémico), algunas infecciones, (entre ellas, el síndrome urémico-hemolítico) y las obstrucciones a la salida de la orina (por ejemplo: cálculos o próstata grande) tienen como patrón la alteración de la función renal.
Por otra parte, el abuso de los antiinflamatorios causa un efecto tóxico directo sobre el órgano, dañándolo de forma transitoria o definitiva. Dentro de estos medicamentos, hay algunos de baja toxicidad, como el paracetamol, y otros de alta toxicidad, como el ketorolac. Entre otras sustancias que producen daño renal se cuentan los contrastes radiológicos y algunos antibióticos.
Cuidados ante hipertensión y diabetes
Resulta fundamental que las personas con hipertensión se controlen la presión arterial y sean prolijas en la toma de los medicamentos. Deben, además, consumir cantidades reducidas de sal, hacer ejercicio –por ejemplo, caminar entre 180 y 200 minutos por semana– y asistir a las consultas periódicas con su médico de cabecera, quien mediante análisis puede establecer el estado de los riñones.
Además, es importante conocer que, en Argentina, la principal causa de ingreso en diálisis es la diabetes tipo 2 del adulto. Esto se debe a que los valores elevados de glucemia –cuya manifestación son los valores de hemoglobina glicosilada mayores de 6,5– impactan sobre las arterias del pequeño circuito renal, dañando su estructura y funciones depuradoras. Si esto ocurre de manera sostenida durante meses y años, degenera la calidad del filtro renal y deja pasar a la orina sustancias vitales, como proteínas, inmunoglobulinas, calcio y otras, cuya pérdida presagia la falla renal irremediable que culmina en diálisis.
Por eso, controlar de modo apropiado los valores de glucemia, así como mantener una adecuada alimentación, tomar en forma ordenada los medicamentos y cuidar el peso con ejercicio previene el deterioro del riñón. Con ello, disminuyen las posibilidades de requerir el mencionado procedimiento.
Los controles del riñón
El primer paso para una evaluación de la salud renal es asistir a las consultas periódicas pautadas con el médico de cabecera. Durante las mismas, controlamos la presión arterial, que necesita mantenerse en valores menores de 130/80 o 120/80, si la persona tiene diabetes.
De manera complementaria, cada seis meses realizamos análisis de orina de 24 horas, donde observamos el filtrado (clearence de creatinina) y la pérdida de proteínas (microalbuminuria). Si estos valores aparecen alterados, entonces los controles deben pasar a ser trimestrales y acompañarse de mediciones de potasio, fósforo, calcio y otros iones. El análisis del sedimento de la orina en microscopios especiales (como el de contraste de fase) nos permite ver qué tipo y cantidad de células –por ejemplo, glóbulos rojos y blancos– pierde el riñón, e inferir la intensidad y la localización del daño a nivel renal.
Los valores de filtrado o clearence menores de 60 mL/minuto avisan que el riñón comienza a deteriorarse y es aquí donde las medidas deben ser más enérgicas, para evitar una mayor progresión y el daño renal. Cuando los valores son iguales o inferiores a 20 mL/minuto, indican que existe falla renal, la cual, en la mayoría de los casos, solo puede resolverse con diálisis.
Por lo tanto, debemos recordar siempre que el correcto funcionamiento de la tríada corazón-cerebro-riñón es indispensable para una buena calidad de vida. Si nos ocupamos de controlar los factores de riesgo, en especial la hipertensión arterial, la diabetes, las dislipidemias, el sobrepeso y la obesidad, podremos conseguirla.