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“Contra el Alzheimer, lo más importante es el diagnóstico temprano”

Dr. Raúl Arizaga.

El número estimado de pacientes que padecen la Enfermedad de Alzheimer (EA) en el mundo es 33,9 millones. En los próximos veinte años, los expertos esperan que la cifra se duplique y anticipan un gran impacto en la salud pública y la economía de los países. En diálogo con Docsalud.com, el Dr. Raúl Arizaga, neurólogo y actual presidente del Grupo de Investigación en Demencia de la Federación Mundial de Neurología, aclara las dudas más frecuentes sobre este mal y explica cuáles son las opciones actuales para enfrentarlo. 

Periodista: ¿Cuándo se habla de trastorno de la memoria y cuándo se trata de fallas normales?

Dr. Raúl Arizaga: Con el paso de los años, puede aparecer una declinación de las funciones cerebrales, lo que es normal. Es un cambio fisiológico equivalente a tener una menor masa muscular, menor elasticidad en las articulaciones o arrugas en la piel. Para que esa declinación sea aceptable, debe limitarse a alguna disminución de la flexibilidad cognitiva (la capacidad de cambiar la atención de un objeto o de un tema a otro), a una menor velocidad de procesamiento o a algunos olvidos sin importancia, que no incidan sobre las actividades cotidianas, laborales o sociales de la persona. Es normal que una persona no recuerde el nombre de alguien a quien conoce circunstancialmente o no ve hace mucho, o que no pueda asociar su cara con su nombre. Lo que no es normal, por ejemplo, es que no se acuerde el nombre de sus nietos o no los reconozca.

P.: ¿Cuáles son los factores que llevan a una persona a desarrollar EA?

R.A.: Tienen importancia muchos factores, llamados de riesgo, que pueden disparar cascadas de alteraciones intracelulares que llevan a la pérdida de la función y la estructura de las neuronas. Hay un componente que está determinado por la genética y lo que ocurre durante la vida intrauterina y los primeros dos años de vida. El otro componente lo determina el estilo de vida: educación, actividad física y mental, interacción social, diferentes situaciones que generan depresión, hipertensión, diabetes, colesterol elevado, obesidad, sedentarismo. La forma en que se hace trabajar al cerebro es otro factor de influencia.

P.: Curiosamente, este mal conocido por los estragos que causa en la memoria se descubrió en una paciente que no tenía afectada esta función mental. ¿De qué otras formas se manifiesta la EA?

R.A.: Por lo general, el síntoma que marca el comienzo de la enfermedad es el problema de memoria. La paciente que describió Alois Alzheimer en 1906 tenía una sintomatología no típica de la EA. Había comenzado con trastornos de conducta y personalidad. Así como en este primer caso, si bien es menos frecuente, la enfermedad puede comenzar por un déficit en cualquier dominio cognitivo (lenguaje, funciones ejecutivas, habilidad motora y por supuesto, memoria) o conductual. A medida que la enfermedad avanza, se agregan al síntoma inicial los otros mencionados.

P.: ¿Cómo se diagnostican estas diferentes variantes?

R.A.: Con una cuidadosa historia clínica, una exhaustiva evaluación neurocognitiva (baterías de tests que estudian todos los dominios cognitivos) y neuroimágenes (por lo general, una resonancia magnética nuclear cerebral). Hoy se están comenzando a utilizar, a nivel de investigación clínica, biomarcadores (elementos que puedan señalar la presencia de enfermedad antes de que aparezcan los primeros síntomas). Estos biomarcadores pueden ser a nivel de neuroimágenes, de líquido cefalorraquídeo o de tests neurocognitivos.

P.: ¿Hay esperanzas para un paciente con Alzheimer?

R.A.: Es común escuchar a la gente decir: “Ya tiene Alzheimer, no se puede hacer nada”. Y la verdad es que sí, se puede hacer mucho. Por lo pronto, lo más importante es el diagnóstico temprano. Para eso, la persona afectada debe concurrir a la consulta y los médicos clínicos (que están en la primera trinchera) deben tener en claro que hay que estudiar a ese paciente. Si se detecta la enfermedad, el primer paso es indicar una medicación. Hay tratamientos que modifican la progresión de la EA, la enlentecen. Pero no hay medicamentos que la estabilicen. Tampoco existe una cura. Sólo podemos tratar los síntomas.

P.: ¿La actividad intelectual ayuda a evitar la enfermedad?

R.A.: Usar los circuitos neuronales mediante la estimulación que implica el estudio y la actividad intelectual en general es importante para la declinación cognitiva normal de la edad o el deterioro cognitivo que se produce por un proceso patológico leve. En ese sentido, caminar es la actividad más efectiva para tener una buena memoria. Pero si una persona tiene factores genéticos predisponentes y factores de riesgo ambientales mal manejados, por más que se dedique a estudiar una nueva carrera o un idioma, o a hacer veinte crucigramas y sudokus diarios no va a lograr prevenir la enfermedad.

P.: ¿Existe alguna medicación que mejore la memoria?

R.A.: Para individuos sanos, no hay ninguna. Pero, como decíamos, en aquel individuo que tiene un deterioro, existen tratamientos que lo enlentecen. Por otro lado, nunca es tarde para cambiar el efecto perjudicial de los factores de riesgo, como, por ejemplo, abandonar el sedentarismo por una actividad física regular, bajar el colesterol y controlar la hipertensión.

P.: Cada vez se habla más de este mal. ¿Es más frecuente ahora que en otras épocas?

R.A.: En la actualidad, la enfermedad tiene más incidencia porque se vive más. La población envejeció como consecuencia del aumento en la expectativa de vida y la disminución en el número de nacimientos. La EA es muy poco frecuente debajo de los 50 años. En general, se manifiesta después de los 65. De acuerdo a los estudios epidemiológicos hechos en el mundo, si se analiza la franja etaria entre los 60 y los 65 años, la prevalencia es de aproximadamente un 2%. Entre los 65 y los 70, es del 4%. Y entre los 70 y 75, es del 8%.  Es decir, la proporción de personas afectadas se duplica cada 5 años de edad.

P.: ¿Usted cree entonces que es necesario un Plan Nacional de Alzheimer?

R.A.: El poder contar con una planificación a nivel nacional que contemple diferentes aspectos, como la educación sociosanitaria de la población, la capacitación médica, la provisión de apoyo a las familias de los enfermos y la disponibilidad de lugares de institucionalización para los pacientes en las etapas terminales, sería de fundamental importancia para poder paliar el grave impacto médico, social y económico producido por la enfermedad de Alzheimer.

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