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Convulsiones febriles, un problema frecuente en niños

Existen convulsiones febriles simples y complejas

El síndrome de convulsiones febriles se define como agites asociados a fiebre en ausencia de una infección aguda a nivel del sistema nervioso central (como encefalitis o meningitis) o de un desequilibrio electrolítico. Este cuadro aparece entre los 6 meses y 6 años, precisamente entre el 3% y el 8% de los niños de esa edad lo presenta, con temperaturas que suele ser de al menos 38 °C.  Sin embargo, no existe evidencia de que los espasmos se produzcan cuando la fiebre es muy alta e incluso pueden anteceder a cualquier enfermedad.

 

Es fundamental diferenciar  las convulsiones febriles ocasionadas por fiebre normal a las que se presentan como parte de los síntomas agudos de una infección del sistema nervioso central o las asociadas a las altas temperaturas de un niño con epilepsia.

 

Las convulsiones febriles se clasifican en simples y complejas. La gran mayoría son simples, en las que el niño presenta pérdida de conocimiento y movimientos rítmicos de brazos y piernas que duran menos de 15 minutos. Las complejas se definen por al menos una de las siguientes características: duración mayor a 15 minutos, múltiples espasmos en 24 horas, y por ser focales. El estado epiléptico (mayor a 30 minutos de duración) se produce en el 5% de los niños y es más probable que estos tengan episodios convulsivos focales.

 

Las convulsiones febriles prolongadas son un factor de riesgo para presentar nuevos episodios prolongados. El 30% de los niños que sufrieron espasmos por más de 15 minutos tienen convulsiones recurrentes durante enfermedades febriles posteriores. Por lo general las reincidencias ocurren dentro del año del episodio inicial.

 

Los factores de riesgo para la recurrencia incluyen aparición antes de 18 meses, episodio que aparece con temperaturas más bajas (alrededor de 38 ° C), período breve de fiebre ( menor a una hora) antes de la convulsión, y una historia familiar de convulsiones febriles. El 76% de los niños que poseen estos antecedentes tendrá una reincidencia de espasmos en comparación con un 4% en los niños que no poseen una historial del problema.

 

Cuando un niño presenta una convulsión febril debe ser evaluado por un médico para determinar la causa de la fiebre y descartar una infección del sistema nervioso central  como meningitis o encefalitis . El tratamiento agudo con anticonvulsivantes está indicado solo en las crisis convulsivas prolongadas.

 

El paracetamol y el ibuprofeno son a menudo útiles para bajar la temperatura; sin embargo no existen pruebas de que la medicación disminuye la recurrencia de las convulsiones febriles. La buena noticia es que estos espasmos tienen un excelente pronóstico.

 

Algunos estudios muestran pruebas normales de inteligencia y  de comportamiento, incluso en niños con episodios complejos. A pesar de que la aparición posterior de epilepsia es más frecuente en chicos con antecedentes de convulsiones febriles, el riesgo de epilepsia en un niño que tuvo un único episodio simple es muy similar al de aquel que nunca presentó convulsiones febriles.

 

No existen pruebas convincentes de que el uso continuo de los anticonvulsivantes reduzca el riesgo de desarrollar epilepsia, y por otra parte se debe considerar los potenciales efectos secundarios de estas drogas. Dado el pronóstico benigno de las convulsiones febriles, no está indicado el tratamiento preventivo.

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