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Crisis económicas, malas para el corazón

Los expertos argentinos que realizaron el estudio sugieren considerar las crisis económicas como un nuevo factor de riesgo psicosocial.

Las crisis económicas aumentan la mortalidad por infartos y accidentes cerebrovasculares, según médicos del país que estudiaron el impacto sanitario de los males que sufrió Argentina  entre 1998 y 2002. 

Entre 1998 y 1999, en medio de una crisis financiera en países asiáticos que empujó al país hacia una larga recesión, la tasa de mortalidad por enfermedades cardíacas subió un 5,4%, según un estudio publicado en la edición  web de la Revista Argentina de Cardiología

Este trance hizo que se revirtiera una tendencia a una bajada de la cantidad de muertes, indica el texto luego de señalar que en 1999 hubo 3.027 muertos más que en 1997, de los cuales 2.379 correspondieron a infartos y el resto a otras afecciones cardíacas. 

Destaca además que los casos de accidentes cerebrovasculares e infarto cerebral aumentaron en un 13% entre 2001 y 2002, cuando el país soportaba la peor recesión de su historia, que la llevó al cese de pagos y a restringir la retirada de fondos de los bancos, el llamado «corralito financiero» entre otros males. 

En 2002, cuando se puso fin a una política de «déficit cero» y a once años de un plan neoliberal de libre conversión entre el peso y el dólar bajo una relación de uno a uno, los accidentes cerebrovasculares fueron la principal causa de muerte entre afectados por enfermedades cardíacas y circulatorias, remarcó. 

El informe, que calculó estas tasas de mortalidad cardiovascular por cada 100.000 personas con base en datos del Ministerio de Salud, subraya que «la incertidumbre económica genera pánico y estrés». 

«Ese estrés produce un incremento significativo de la frecuencia cardíaca y la tensión arterial, con el consiguiente aumento de la demanda miocárdica de oxígeno y la rotura de placas de colesterol» que obstruyen la circulación sanguínea, explica. 

Argentina estuvo en recesión entre 1998 y 2002, lapso en el que su producto interior bruto (PIB) se contrajo en alrededor del 25% y las tasas de desempleo y pobreza se dispararon al 26 y el 57 por ciento, respectivamente. 

Al respecto, María Sosa Liprandi, la cardióloga que encabezó el estudio, dijo: «La estrecha relación temporal entre el aumento relativo de la mortalidad cardiovascular y el descenso del PIB permitiría considerar a las crisis económico-financieras como un nuevo factor de riesgo psicosocial».

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