Cuba es el mejor país de América Latina para la maternidad y el trigésimo tercero del mundo, según un índice de la organización «Save the Children» presentado en Londres, que a la vez sitúa a la Argentina en el puesto número 36.
A la cabeza de esta lista, elaborada entre 176 países, figura Finlandia, mientras que la cierra la República Democrática del Congo, el peor lugar del mundo para tener un hijo.
La organización no gubernamental, con sede en tiene en cuenta al compilar su listado factores como el bienestar, la salud, la educación y la situación económica de las madres, así como las tasas de mortalidad materna e infantil.
Con estos parámetros, los países nórdicos, como Suecia, Noruega e Islandia, copan los primeros puestos, mientras que los diez últimos los ocupan países del África subsahariana.
España aparece en el puesto número 7 por delante de Bélgica (8), Alemania (9) y Australia (10).
En cuanto a Latinoamérica y el Caribe, Cuba es la primera en aparecer en el puesto 33, por delante de Argentina (36), Costa Rica (41), México (49) y Chile (51), en contraste con el país que figura más abajo, Haití, que se clasifica en el número 164. También en puestos relativamente bajos están Honduras (111), Paraguay (114) y Guatemala (128).
«En la región latinoamericana existen enormes disparidades», afirma el director de «Save the Children» para Latinoamérica, Beat Rohr.
«Nos consta que cuando las mujeres tienen educación, representación política y una atención materna e infantil de calidad, ellas y sus bebés tienen muchas más probabilidades de sobrevivir y prosperar, al igual que la sociedad en la que habitan», explica.
«Aunque se han logrado enormes adelantos en América Latina, podemos hacer más para salvar y mejorar la vida de millones de madres y bebés recién nacidos que se encuentran en la mayor situación de pobreza», agrega.
El Índice de Maternidad de «Save the Children», que se incluye en el informe «Estado de las mujeres del mundo 2013», sitúa a Estados Unidos en la 30 posición, por debajo de países con menos ingresos como Eslovenia o Lituania, debido a que tiene un riesgo bastante alto de muerte materna.
Singapur está en el 15 lugar por delante de países como Canadá (22) y el Reino Unido (23), los cuales, según la organización, deberían mejorar la educación y atención a las madres desfavorecidas.
El Índice de Riesgo del Día del Parto, elaborado por primera vez y que refleja la tasa de mortalidad de los bebés en su primer día en 186 países, revela que el 18 % de todas las muertes de niñas y niños menores de cinco años en América Latina ocurren durante el día del nacimiento.
Un millón de bebés mueren cada año el día en que llegan al mundo -dos por minuto-, lo cual convierte ese primer día de vida en el período más peligroso en casi todos los países del mundo.
En América Latina, las muertes neonatales -las ocurridas durante el primer mes de vida- constituyen más de la mitad del total de los decesos de menores de cinco años, según «Save the Children». Las principales causas de esos fallecimientos incluyen nacimientos prematuros, infecciones graves y complicaciones durante el parto.
Con todo, la mortalidad neonatal en la región ha disminuido en un 58 % en las últimas dos décadas, si bien sigue existiendo una gran diferencia en la atención disponible para las personas ricas y las de menos recursos, apunta la organización. En Perú, Brasil, México y Guatemala «se han hecho los mayores progresos», precisa.
«Save the Children» estima que, a nivel mundial, podrían salvarse cada año más de un millón de vidas de recién nacidos si se ofreciera acceso universal a cuatro productos de bajo costo.
Estos son inyecciones de corticosteroides para las mujeres en partos prematuros con el fin de evitar la muerte de los bebés por problemas respiratorios, aparatos de resucitación para los pequeños que no respiran al nacer, limpieza del cordón umbilical con clorhexidina para prevenir infecciones y antibióticos inyectables para tratar la sepsis y la pulmonía en los recién nacidos.
Además, la ONG recomienda fomentar la lactancia materna, capacitar al personal sanitario y asegurarse de que la sanidad llega a los sectores más desfavorecidos, así como abordar las causas de fondo de la mortalidad neonatal, como son la desigualdad de género y la desnutrición.