En 2010, Nadal se coronó campeón de Roland Garros, Wimbledon y el U.S. Open. Sólo le faltaba conseguir el Abierto de Australia para alcanzar el “Rafa Slam”, una seguidilla de victorias consecutivas en los cuatro grandes torneos del tenis mundial. Esta proeza la logró por última vez Rod Larver en 1969 y en enero de 2011 el tenista español esperaba tener su oportunidad.
Pero una gripe le jugó una mala pasada. En Australia, Nadal cayó en cuartos de final ante su compatriota Ferrer por una lesión muscular que su tío y entrenador declaró podría haber estado propiciada por la infección. Con lágrimas, se despidió de esa competencia y de su sueño. “Quizá nunca más pueda conseguirlo», se lamentó.
Para quienes trabajan en la prevención de infecciones en el deporte, esta anécdota es una más de las tantas que ponen en evidencia el impacto que pueden tener infecciones relativamente simples en la carrera de un deportista de alta competencia.
“Tenemos que generar conciencia en la comunidad de que los deportistas son un grupo especial de individuos. No son personas que van esporádicamente al gimnasio, viven de su actividad física. Por lo tanto, la exposición que tienen a las infecciones es totalmente diferente”, opina la Dra. Viviana Gallego, especialista en infectología aplicada al deporte del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD), que depende de la Secretaría de Deporte de la Nación.
La piel y los tejidos subcutáneos, las vías respiratorias y el aparato gastrointestinal son los blancos más frecuentes de infección en los atletas. Pero estas infecciones también son comunes en la población general. Entonces, ¿por qué los deportistas de alta competencia son más sensibles?
“Antes de episodios de alta competencia, donde aumenta la carga deportiva, los atletas están más expuestos a tener cuadros alérgicos e infecciosos, porque el estrés físico y psíquico causa una caída de la inmunidad ?explica Gallego y resalta la exigencia a la que se enfrentan los deportistas?. Cuando un atleta de alto rendimiento se propone llegar a un objetivo, no tiene límites”.
Virus y bacterias embarran la cancha
Cada práctica deportiva tiene sus características particulares, con una mayor o menor exposición a agentes infecciosos. Según cuenta Gallego, en los adolescentes y jóvenes, las infecciones más comunes que ven los deportólogos son virales y afectan al tracto respiratorio superior, ocasionando desde resfríos a neumonías. Sin dudas, el período más crítico es el invierno, sobre todo en deportes al aire libre.
Además, los deportes de contacto exponen a los atletas a una diversidad de heridas: por golpes o roces con otras personas, como en el boxeo o el rugby, o por caídas o quemaduras en el campo de juego, como el fútbol y hockey sobre césped natural o sintético. Todas estas lastimaduras son susceptibles a infectarse.
“Últimamente estamos viendo muchos deportistas de contacto con infecciones por la bacteria SARM (Staphilococcus aureus resistente a meticilina)”, señala Gallego. Este microorganismo generalmente se encuentra en la piel o en la nariz de la gente sana y es una de las causas más comunes de infecciones de la piel. Tiene la particularidad de ser resistente a un grupo de antibióticos llamados betalactámicos, como la meticilina.
La mayoría de las infecciones por SARM ocurren entre pacientes que se encuentran en hospitales u otros entornos médicos. Sin embargo, se están volviendo más comunes en la comunidad y, sobre todo, en los deportistas. Gallego afirma que el SARM afecta a tres o cuatro de cada 10 atletas que viven en claustros y entrenan con mucho contacto personal. Y advierte que se puede transmitir también por contacto con indumentaria o elementos deportivos contaminados.
En todos los casos, las infecciones pueden surgir como focos localizados y superficiales, pero también volverse más severas y profundas, y diseminarse a otras partes del cuerpo, acarreando mayores riesgos para la salud del atleta y, por supuesto, afectando su rendimiento y recuperación.
Deportes de contacto y VIH
La frecuencia con que se producen heridas sangrantes en las competencias deportivas suele generar dudas sobre la posibilidad de contraer infecciones por VIH. Gallego aclara que, hasta la fecha, no se ha demostrado que el deporte de contacto permita la transmisión de este virus.
Por eso, señala que “no está permitido solicitar un análisis de VIH a un paciente por el hecho de que sea un atleta”, aunque aclara que está permitido detectar dentro del examen de rutina qué atletas tienen conductas de riesgo que lo hacen vulnerable a adquirir este virus. «Si el médico identifica este tipo de situaciones, debe solicitar un análisis, que es confidencial”, agrega. Por el momento, la Federación Internacional de Boxeo, es la única que se rige en forma diferente y exige el examen de HIV en forma obligatoria.
Tal como sucede en el ámbito médico, cuando un jugador tiene una herida sangrante los demás miembros del equipo, los entrenadores y los médicos deben adoptar medidas de bioseguridad, como el uso de guantes, que prevengan el contagio en caso de que el herido esté infectado.
Prevenir es tan importante como entrenar
Como infectóloga, Gallego participa del Programa de Prevención de Infecciones en el Deporte que llevan adelante las fundaciones FIDEC y FUNCEI. Para ella, el objetivo es detectar las infecciones los antes posible, pero también las condiciones médicas de cada atleta que pueden hacerlo susceptible a las infecciones. Y enfatiza la importancia de la vacunación como medida preventiva.
“Es muy importante que el deportista, su compañero, el entrenador o el preparador físico detecten las infecciones y hagan una consulta. Pero también que el especialista logre meterse en la cabeza del atleta y le genere la confianza suficiente para acercarse al consultorio a contar lo que le está pasando. Mientras piense que el médico lo va a parar, no va a consultar nunca, porque no es la clase de médico que le sirve”, cuenta desde su experiencia.
Cada año, los deportistas deben pasar un examen preparticipativo deportivo, que los habilita a competir y que puede determinar, por ejemplo, la renovación de una beca. Si bien esto impone una gran presión sobre los atletas, Gallego destaca su utilidad para poner en evidencia y jerarquizar la situación personal de cada uno de ellos: “Algunos deportistas, por ejemplo, no son asmáticos por definición, pero pueden sufrir broncoespasmos por el ejercicio intenso. En la población general estos atletas ser&iaciacute;an considerados “sanos” y no hay una indicación formal de que deban recibir la vacuna antigripal o antineumocócica, pero los especialistas sabemos que si tienen una gripe pueden sufrir complicaciones de riesgo y les indicamos que se la apliquen”.
Por eso, Gallego insiste en la necesidad de considerar a los atletas como un grupo especial en cuanto a las infecciones y las vacunas para prevenirlas: no sólo deben tener el carnet de vacunación completo, al igual que el resto de la población, además deben recibir aquellas vacunas que por sus antecedentes personales y los numerosos y frecuentes viajes que realizan, les garanticen una protección más amplia.
Entre las vacunas infaltables, la infectóloga enumera las que protegen contra gripe, tétanos, difteria, tos convulsa, sarampión, rubéola, varicela, paperas, hepatitis A y B. Si, además, el atleta tiene condiciones médicas que lo exponen a un mayor riesgo de contraer neumonía, debe recibir la vacuna antineumocócica.
Gallego también recomienda aplicar la vacuna contra la fiebre amarilla: “No es necesario esperar a que haya un viaje, y muchas veces no es conveniente hacerlo, porque a veces los deportistas se enteran como poco tiempo de anticipación y no hay margen para que se apliquen esta vacuna”. Pero aclara que sí se puede regular la aplicación de la vacuna antimeningocócica.
“No hay ninguna ley nacional ni internacional que diga que la vacunación es obligatoria. Como profesional de la salud, uno la recomienda, pero si el atleta dice no, no se lo puede obligar”, señala Gallego. Por eso, destaca que desde hace 6 años se hacen campañas de vacunación gratuita y que cada vez son más los deportistas se acercan a vacunarse por iniciativa propia o de las Federaciones. “En general, los dirigentes deportivos no apoyaban la vacunación, sobre todo los de mayor edad. Por suerte, ahora cada vez son menos los que aborrecen esta medida”, concluye la médica.