Ya en la década de 1980 la película: “El padrino”, presentaba una trama que se desarrolla a partir de que el capo de la mafia, Don Corleone, se niega a toda posibilidad de negociar con otras pandillas el tráfico de narcóticos por considerarlo no solo “nocivo para la sociedad, sino para las generaciones futuras”. Con ironía, el film nos alertaba, casi a manera de premonición, sobre la situación mundial que ocurriría casi 30 años después.
Actualmente, en nuestro país se promociona con mucha insistencia la despenalización de la tenencia de drogas en desmedro de las leyes actuales, intentando emparentarla con seudo políticas garantistas de los derechos del consumidor; como si las sustancias sólo fueran usadas para fines recreativos.
Esta propuesta de algunos funcionarios se sustenta en el artículo 19 de nuestra Constitución Nacional, proponiendo el libre consumo de drogas personal, sin que el Estado intervenga por considerarlo “un acto privado sin afección para sí mismo, ni para terceros”.
Semanas atrás, la SEDRONAR publicó una estadística que anunciaba que el 99% de los juzgados despenalizó, de hecho, su tenencia. Los datos oficiales de esta secretaría muestran no tener registros de causas penales por la tenencia de estupefacientes.
Del mismo modo; tanto los “curas villeros” como las “madres contra el paco” afirman que este contexto social se reitera en las villas donde ellos intervienen., reconociendo ser testigos pasivos de la forma en la que no sólo se consume, sino que se comercializa con total impunidad.
Lo que a priori parecería que debería debatirse en el Congreso antes de su sanción, pese a la advertencia de la propia Secretaría de Estado y demás estadísticas publicadas en los medios, daría la impresión que el Estado ya despenalizó de hecho la tenencia de drogas y dejó de intervenir frente a situaciones de consumo e incluso, de comercialización minorista.
Resultan abrumadoras las estadísticas difundidas a lo largo de cuatro años, que arrojan datos abrumadores vinculados a esta situación que se ha ido agravando en los últimos cuatro años. Para el año 2006, en zonas críticas bonaerenses casi el 50% de los jóvenes consumía “paco”. Mientras que en 2007, un estudio del Gobierno porteño indicó que en el país mueren por día seis adolescentes de entre 15 y 24 años por causas inducidas directa o indirectamente del consumo de drogas y alcohol. Mientras que este año los registros indican en las guardias de los hospitales de la ciudad se atienden al triple de intoxicados por paco.
Con estos proyectos de Ley, que sostienen a la despenalización de la tenencia de estupefacientes como sustentos de las nuevas políticas de drogas propuesta por algunos legisladores y funcionarios, nos caben las siguientes preguntas: ¿Quiénes son los perjudicados y quiénes los beneficiarios? ¿Se beneficia el joven que se droga? ¿Su familia? ¿Las instituciones? ¿La sociedad? ¿El Estado?
Mientras se idealiza la situación de Suiza y Holanda, países que tienen ya políticas que despenalizan la tenencia de drogas y cuya ejecución parecería ser la panacea en esas sociedades, ¿pensamos en cómo este paradigma funciona en estas tierras, con nuestra cultura y realidad socioeconómica?
Por lo expuesto pareciera que por el corrimiento del control estatal no sólo aumentó la tolerancia social frente al consumo de drogas sino que sus consecuencia son un factor que deja un saldo de víctimas y victimarios frente a este flagelo. Entre los hábitos que afectan tanto a un consumidor compulsivo de drogas como a su entorno, se destacan:
• La búsqueda de situaciones de riesgo
• El vivir en medios peligrosos
• Los abortos reiterados
• Las conductas sexuales promiscuas
• Las infecciones sexuales reiteradas
• El contagio de HIV
• Sobredosis
• El protagonismo en episodios delictivos
• La implicancia en episodios de violencia
• Heridas reiteradas y punzantes en el cuerpo, compartir jeringas y/o elementos cortantes.
• Los accidentes automovilísticos
• Los accidentes laborales
• Los robos frecuentes
• Los embarazos no deseados
• Infecciones de Tuberculosis
• Contagios de hepatitis B
• Suicidios – Homicidios, entre otros.
Si se comienzan a cruzar estas variables y observamos cómo incide el consumo de drogas en todas aquellas situaciones que tornan a nuestra sociedad insegura, notamos que el abuso de sustancias no sólo afecta en la calidad de vida del usuario, sino al de su contexto familiar y al del entorno social donde se desenvuelve.
No obstante, reconocen las autoridades, que sólo el 10 % de los consumidores de drogas lo hacen de forma adictiva, y como vimos, se va incrementando de forma tal que la inestabilidad social, nos termina afectando a todos ¿Qué sucedería si potencialmente este porcentaje aumenta?
En términos sociales, políticos y económicos, ¿cuánto le cuesta al estado esta laxitud e incertidumbre de parte de una minoría de sus funcionarios en alimentar el debate de la despenalización de drogas y qué sentido tiene?, habiendo ya leyes en nuestra Constitución que no sólo previenen, sino que “exhortan a los funcionarios públicos a gestar políticas de prevención”? ¿Por qué se demoran en aplicar estas leyes desde hace mas de 20 años, e intentan abolirlas ?
Lo paradójico que nos plantea la ficción de la película “El Padrino” en contraste con nuestra actualidad social, es que si en el personaje de Don Corleone, ya en los años ´50, la lucha con otras mafias cumplía una función de prevención social a partir de sentirse notablemente sensibilizado con lo peligroso del consumo de estupefacientes y sus secuelas en las generaciones venideras ¿Cuánto más debemos esperar de nuestros funcionarios, jueces e instituciones para la ejecución de las políticas públicas que nos previenen de esta realidad? ¿El consumo de drogas se puede acotar? ¿O estamos frente a una epidemia social?