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El 30% de los pacientes que no logran comer menos, abandonan la dieta por “vergüenza” frente al médico

Uno de cada tres pacientes que abandonan su tratamiento ambulatorio para bajar de peso, reconoce haber discontinuado el proceso por “vergüenza” frente a su médico como consecuencia de no haber podido alcanzar los resultados propuestos.

 

Esta situación se explica en el vínculo que se establece entre el paciente y su médico, mediante el cual la persona deposita en el profesional la fantasía de que éste tendrá la capacidad de revertir desde afuera una enfermedad cuyo tratamiento depende en realidad directamente de las decisiones de alimentación del mismo paciente.

 

 

En otras palabras, al iniciar un tratamiento de descenso de peso, algunas personas le confieren al especialista un rol omnipotente que le hace pensar que éste logrará controlar la situación que ellos no pueden afrontar. Entonces, si el nuevo tratamiento falla, se tiende a hacer responsable del fracaso a la prescripción médica y no a las dificultades propias para cumplirlo.


Vergüenza

 

Este ciclo crece proporcionalmente con cada recaída. El mayor problema del abandono de la dieta viene cuando la persona se da cuenta de que no hay grandes diferencias entre propuesta terapéuticas de reeducación alimentaria, sino que todas implican reglas de restricción que ellos no pueden cumplir, y es allí cuando lo inunda un sentimiento de vergüenza que lo lleva a no presentarse más ante ese profesional y la salida resulta empezar la búsqueda de un nuevo especialista que tendrá un método más llevadero para bajar de peso.

 

 

Es entonces cuando la persona vuelve a darse cuenta de que no pudo asumir la prescripción, tras lo cual abandona el tratamiento y en lugar de analizar las causas del fracaso culpa a la dieta y al médico que se la recetó, buscando un nuevo profesional que lo llenará de ilusiones hasta que se dé cuenta de que éste tampoco tendrá la potestad para solucionar el problema.

 

Perfil

 

Quienes más padecen esta situación son quienes tienen personalidades dependientes, tanto “activo dependientes” como “pasivos dependientes”. A grandes rasgos, estos son individuos que buscan continuamente que las demás personas los valoren y destaquen lo que hacen. Muestran una alta necesidad de apoyo y atención. Si se les priva de afecto y cuidado experimentan un acusado malestar, tristeza y ansiedad

 

La tercera y cuarta semana: el cuello de botella

 

El promedio temporal de abandono de los tratamientos ambulatorios para bajar de peso cuando el paciente no logra el descenso deseado(suele ser más alto del posible), es de tres a cuatro semanas. La primera habitualmente es exitosa producto del entusiasmo del paciente y de su dedicación al cumplimiento de los objetivos. Pero durante la segunda los niveles de motivación disminuyen porque empieza el sufrimiento por las restricciones a la hora de comer.

 

Durante la tercera y cuarta semana se generan demasiados displaceres principalmente emocionales que la persona comienza a no poder afrontar, en especial irritabilidad. El costo-beneficio parece ser negativo porque es alto el sufrimiento producto de la restricción en comparación con lo que la balanza le indica que va bajando.

 

Sin excusas

 

Cuando la persona que ha depositado la confianza en un profesional se da cuenta de que el saber de éste por sí solo no le otorga el poder de  solucionar su problema, abandona directamente el tratamiento sin dar explicaciones. No da señales de vida porque en realidad tampoco decide en forma taxativa no continuar con sus visitas médicas, sino que suele tomar esta medida de una manera no tan consciente. Suele pensar “sólo por hoy no voy a la consulta”, como ocurre con los alcohólicos, y así es como inconscientemente se abandona esta terapia y se va en busca de otro profesional a quien pueda delegarle enteramente mi problema.

 

Consecuencias psíquicas

Cuando la persona se da cuenta de que quien ha fallado es él y no su terapeuta, puede reaccionar de distintas maneras. Pero hay un altísimo índice de auto-reproche. Para peor, en su entorno hay instalada una convicción de culpabilidad hacia su fracaso. Está esta idea de que si uno es gordo es porque quiere, o porque es vago para afrontar una dieta o porque es un irresponsable. Y ante el abandono del tratamiento se suele asumir esta culpa.

 

Cómo debe actuar el entorno social y familiar

No presionar.  Se debe entender que la obesidad no es una enfermedad como la gripe, que tiene un comienzo y un final. Contra ella se lucha toda la vida, y hay que ayudar a la persona a cambiar sus hábitos.

 

No condenar. En cambio, se sugiere que la familia acompañe tratando de colaborar de distintas maneras. Por ejemplo, tener una alimentación más sana en general (sin hacer distinciones), quitar de la vista las cosas tentadoras; no sacarle a la persona la comida de la boca ni retarlo a la hora de comer.

 

Interesarse. “Es importante que entendamos que, esté cursando o no un tratamiento con profesionales, la persona posee la enfermedad. En ese marco debemos acompañar a nuestro ser querido a las consultas como lo acompañaríamos si tuviese que hacerse cualquier tipo de  estudio médico. Entonces, hay que estar con él, interesarse, ayudarlo a cumplir la dieta”.

 

Educar. Transmitir la idea de que no hay grandes secretos en esto de bajar de peso, y que todo depende de poder cambiar hábitos de vida. Ayudar a la persona a que entienda que la clave está en comer de todo en menores cantidades, en forma más organizada; en incorporar actividad física tanto formal como informal, entre otros puntos.

 

Ventajas de la internación para reducir el fracaso

 

La internación en vistas a bajar de peso es una opción ideal, por cuanto uno está cuidado día y noche por profesionales de todas las especialidades que no sólo lo ayudan a avanzar en el cumplimiento de su dieta sino que también lo incentivan a la práctica de actividad física y le brindan apoyo psicológico permanente para seguir adelante.

 

* Director Médico de Sanatorio Diquecito, La Calera, Córdoba.

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