Un estudio psicológico realizado entre las universidades de Illinois y UCLA, California, determinó que las personas contrarias a las vacunas son más propicias a cambiar de opinión si se les informa sobre la peligrosidad de los virus en vez de tratar de refutar sus creencias.
Los resultados de este trabajo fueron publicados en el boletín de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU con el título «Contrarrestando las actitudes antivacunación».
El informe indica que en 2014 se triplicó el número de casos de sarampión detectados en EEUU con respecto a 2013 a pesar de que la enfermedad se considera erradicada en el país desde 2000 y se atribuye este resurgimiento a una «peligrosa tendencia: padres que se niegan a vacunar a sus hijos».
Los investigadores constataron que los esfuerzos actuales para frenar el avance del movimiento antivacunación no dieron los resultados esperados e incluso fueron contraproducentes.
El principal temor que alimentó la oposición a las vacunas es su asociación con el autismo, una vinculación que se apoya en un estudio científico que fue desacreditado y del que su autor se retractó.
Según este nuevo informe, la estrategia del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en EEUU de refutar el mito de que las vacunas causan autismo termina por engrandecer el fenómeno al mantener la discusión vigente.
Los autores realizaron pruebas a 315 personas que participaron en tres grupos de estudio, uno de ellos de control, mientras que otro recibía información que desacreditaba las teorías antivacunas y el tercero era expuesto a testimonios escritos y visuales sobre las consecuencias de enfermedades como el sarampión, las paperas y la rubeola.
«Uno se puede centrar en el riesgo de recibir una vacuna, pero existe también el riesgo de no recibirla. Que usted o su hijo pueda tener sarampión», dijo Zachary Horne, del Departamento de Psicología de la Universidad de Illionis.
Los investigadores hallaron que los participantes que recibieron explicaciones sobre los problemas que generan las enfermedades víricas se mostraron más proclives a vacunarse que quienes fueron expuestos a los argumentos que niegan que las vacunas favorezcan el autismo en niños.
De hecho, la opinión sobre la relación entre autismo y vacunas apenas varió entre aquellos que fueron informados de que la comunidad científica rechaza que exista vínculo alguno.