La declaración de uno de los asesores económicos claves del presidente estadounidense Barack Obama, que dijo que las naciones más ricas son también las más saludables no es necesariamente cierta, de acuerdo a un equipo de científicos sociales británicos. Los investigadores, que estudiaron datos de 22 países durante los últimos 50 años, sugirieron que esta idea es simplista y que, en algunos casos, la calidad de vida de la población empeoró a pesar del aumento de los ingresos nacionales.
El equipo quiso analizar el principio de que estimular el crecimiento económico automáticamente mejora los niveles de la salud pública, sobre todo en el mundo desarrollado. Pero sin embargo, concluyeron que se ignoró el tema de la desigualdad y la pobreza por parte de las autoridades, mientras que se preocuparon por el incremento de la riqueza, “una estrategia que, en definitiva, puede terminar costando vidas”, señalaron.
«El argumento ‘el más rico es el más sano’ sostiene que el crecimiento económico permite adquirir los recursos que ayudarán a mejorar la salud de la población como un todo», dijo Larry King, del departamento de sociología de la Universidad de Cambridge, cuyo estudio fue publicado en la revista Social Science and Medicine. Pero el estudio halló que la riqueza no es suficiente. “Si las autoridades no quieren mejorar el sistema sanitario, deben mirar más de cerca el impacto que están teniendo en la calidad de vida de los individuos», agregó.
Los científicos de Cambridge investigaron los efectos de la pobreza y la desigualdad en 22 países latinoamericanos entre 1960 y el 2007. El estudio analizó tres medidas estándar de la salud pública: la expectativa de vida, la mortalidad infantil y los fallecimientos por tuberculosis (TB), contra el producto bruto interno (PBI) per capita, como medida del crecimiento económico.
Los resultados iniciales parecieron reivindicar la teoría tradicional: por cada punto porcentual de aumento en el PBI se registró una reducción del 1,2% en las muertes infantiles y un aumento de 22 días en la expectativa de vida. Pero cuando se examinó la relación entre la riqueza y la salud durante todo el período y se incluyó la distribución de los ingresos, emergió un patrón diferente.
En los períodos en que se ampliaba la desigualdad, por ejemplo, el estudio detectó que un aumento del 1 por ciento en el PBI se traducía en una menor caída de la mortalidad infantil, pero no tenía ningún efecto en la mortalidad por TB y la expectativa de vida. Cuando la inequidad se achicaba en ese mismo país, una mayor riqueza provocaba un efecto mucho mayor: en ese período el mismo aumento del 1% estaba ligado con una caída del 1,5% en las muertes infantiles, una reducción del 1,8% en la mortalidad por TB y en un aumento de 51 días en la expectativa de vida.
«La actual crisis económica generó una gran preocupación entre los políticos, los bancos centrales y los organismos financieros internacionales para restaurar las altas tasas de crecimiento», dijo King.
«De acuerdo a estos resultados, centrarse en el crecimiento en vez de la reducción de la pobreza y la desigualdad puede llevar a una pérdida sustancial de vidas», concluyó.