Un equipo de investigadores identificó uno de los mecanismos responsables de la progresión de la malaria en un individuo infectado, lo que proporciona un nuevo objetivo de investigación para posibles tratamientos, según un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
El estudio, realizado con un modelo por computadora, se centró en los glóbulos rojos de la sangre, que en un individuo sano son deformables y de superficie suave.
Sin embargo, cuando se infecta con el parásito que causa la malaria, sobre la membrana de los glóbulos se forman pequeños nódulos de proteínas, a los que el estudio denomina «pomos», que hace que estos pierdan su elasticidad, lo que reduce el flujo sanguíneo y pude suponer que la enfermedad sea mortal.
Este descubrimiento representa un nuevo conocimiento sobre los mecanismos que propician la progresión de la malaria y «abre una nueva vía de investigación para terapias contra la enfermedad».
El estudio fue realizado por investigadores de la Universidad estatal de Pensilvania y la Carnegie Mellon, ambas en Estados Unidos; así como de la Universidad de Merburne y del estadounidense Instituto de Tecnología de Masachusets (MIT).
«Muchos de los síntomas de la malaria son resultado de la obstaculización del flujo sanguíneo, que está directamente relacionado con los cambios estructurales en los glóbulos rojos infectados», indicó Subra Suresh, coautor del estudio.
Los modelos por computadora que emplearon los investigadores «ofrecen una oportunidad sin precedentes para investigar esos cambios estructurales y mejorar» la compresión de esta enfermedad, agregó.
Cuando una persona contrae la malaria, los parásitos crecen y se multiplican en el hígado, desde donde se trasladan a los glóbulos rojos, los cuales, en condiciones normales, son muy elásticos, lo que les permite recorrer las venas y pasar por los estrechos capilares conectados a los órganos vitales.
Sin embargo, cuando los glóbulos rojos se infectan con el parásito plasmodium, estos se vuelven rígidos, por lo que no pueden pasar por los capilares, y pegajosos, con lo que se adhieren a las paredes de las venas.
Debido a todo ello, las células infectadas obstruyen el flujo sanguíneo, lo que impide que los glóbulos rojos sanos alcancen de manera conveniente los órganos -incluido el cerebro- para llevarles oxígeno y nutrientes.
Además, las células infectadas no pueden llegar hasta el bazo, donde deberían ser eliminadas del cuerpo.
La malaria la causa un parasito plasmodium, que transmite el mosquito anófeles y de la que cada año se registran unos 198 millones de casos, de los que más de medio millón mueren, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).