Una semana después del sismo y del tsunami, los médicos se esforzaban el viernes por ayudar a los heridos y enfermos en albergues sin agua corriente ni electricidad en el noreste de Japón, amenazado por una epidemia de gripe debido a la ola de frío.
Numerosos supervivientes que seguían un tratamiento médico partieron de sus hogares sin llevar sus medicamentos. Muchos están alojados en gimnasios sin calefacción ni agua corriente.
El hospital Inawashiro del puerto de Kesennuma, cuya planta baja y primer piso fueron destruidos por el maremoto, tuvo que evacuar a sus 47 pacientes. Muchos de estos enfermos sufren de enfermedades crónicas o de heridas relacionadas con el sismo, y algunos de ellos tienen demencia senil.
Once de ellos fueron confiados a sus familiares, pero los otros 36, incluyendo a una mujer de 100 años de edad, fueron trasladados a la sala de clase de una escuela primaria donde están instalados en futones colocados directamente sobre el piso.
Esta escuela, que también aloja a 400 refugiados válidos, carece de electricidad, agua corriente y calefacción. Como en la mayoría de los centros, los refugiados reciben un mínimo de agua, alimentos y prácticamente nada más.
Durante la noche, tres médicos y once enfermeras, que en su mayor parte perdieron sus hogares en el tsunami, recorren con velas la escuela, sumida en las tinieblas, para verificar el estado de salud de sus pacientes.
«Con este tiempo frío, la salud de algunos enfermos se deteriora. Nosotros haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que su estado se estabilice hasta que puedan ser transportados a otra parte», declaró el doctor Mokesada Moriwaki.
«Limpiar e instalar nuevamente la electricidad en el hospital es la prioridad» afirma el médico, que duerme en la escuela con sus pacientes. «Si no lo hacemos, no podremos proteger vidas», agregó.
Según la organización no gubernamental Médicos sin Fronteras (MSF), que envió equipos móviles a la prefectura de Miyagi, una de las más afectadas por el terremoto, la principal preocupación es atender las enfermedades crónicas de los ancianos, como la hipertensión y la diabetes.
«Sus tratamientos fueron interrumpidos y nuestros médicos tratan de que los afectados los reanuden para que no lleguen a encontrarse en un estado crítico», explicó Eric Ouannes, director general de MSF Japón.
Por otra parte, «necesitamos urgentemente frazadas para proteger a los más vulnerables», agregó Ouannes, precisando que hay numerosos casos de hipotermia.
Aunque el aprovisionamiento de víveres y productos de primera necesidad ha mejorado, la falta de gasolina impide que los diabéticos vayan a las clínicas o dispensarios para recibir insulina.
Los cortes de energía eléctrica no permiten practicar diálisis. Únicamente en la ciudad de Iwaki, unos 800 pacientes que padecen de insuficiencia renal tuvieron que ser trasladados a Tokio para recibir tratamiento.
Por otra parte, los equipos médicos que trabajaron en forma casi ininterrumpida desde el tsunami también deben hacer frente a la escasez de agua y alimentos.
Lee Yang Sung, un cirujano del hospital universitario de Tohoku que trabajaba en el hospital Inawanshiro el día del terremoto, se quedó para ocuparse de los pacientes alojados en la escuela.
«Muchos sufren de problemas respiratorios», constató el Dr. Sung. «No tenemos suficiente agua caliente para la higiene de los pacientes y las gangrenas se vuelven cada vez más comunes», añadió.