“La obsesión iberoamericana con la historia nos está robando tiempo y energías para concentrarnos en el futuro. Hay que aprender de China, India y otros países asiáticos, que a pesar de recordar con orgullo sus historias milenarias viven obsesionados con el futuro”. Este es uno de los desafíos que plantea en su libro ¡Basta de historias! el periodista argentino Andrés Oppenheimer, editor para América Latina y columnista del diario The Miami Herald. Y agrega: “Mientras todos seguimos pendientes de lo que dicen los ministros de Economía, los que tienen en sus manos el futuro de nuestros países son los ministros de Educación”.
Es así que dedica un capítulo completo a desarrollar las ideas que recogió durante los viajes de investigación para su libro, a las cuales considera relativamente simples y capaces de ayudar a colocar a nuestros países en la senda del progreso.
Mirar hacia delante
¿De qué manera podemos comenzar a mirar el futuro? Oppenheimer propone observar a los países que tuvieron más éxito en reducir la pobreza y aumentar el bienestar de su población, y copiar aquello que sea digno de imitar. Y cuenta que se sorprendió al descubrir lo que Chile hizo en este sentido. El libro Caminos al desarrollo: Lecciones de países afines recopila en 700 páginas el relevamiento de los equipos de economistas enviados a estudiar qué podían tomar de las industrias más exitosas de Corea del Sur, Irlanda, Finlandia, Noruega, Nueva Zelanda, Australia y España. El periodista opina que, al seguir esa estrategia, a Chile le ha ido muy bien.
Hacer de la educación una tarea de todos
Oppenheimer señala que los políticos siempre van a preferir invertir en obras públicas antes que en educación, porque las primeras estarán a la vista en las siguientes elecciones, mientras que los resultados de educar pueden tardar hasta 20 años en ser visibles. Así, propone que es necesario que surjan coaliciones de ONGs, empresas, medios de comunicación, artistas, deportistas y demás figuras mediáticas, que fijen metas concretas de rendimiento académico y exijan su cumplimiento. Como ejemplo, menciona el movimiento Todos por la Educación de Brasil y la Educación es Todo, de Israel. En este último caso, cerca de 200 figuras públicas, como premios nobel, actores y escritores famosos, encabezan protestas cuando el Ministerio de Educación no cumple con los objetivos que se pactan previamente y evalúan cada tres meses.
Inventar un PBI educativo
En su libro, Oppenheimer destaca que cada vez es mayor el número de economistas que concluyen que no basta con el crecimiento económico para erradicar la pobreza: debe acompañarse de una mejor calidad de la educación. Y plantea entonces la necesidad de modificar la forma en que se mide el progreso: en lugar de seguir el porcentaje de crecimiento o disminución del producto bruto interno (PBI) de la economía, sugiere crear también un PBI educativo. Según lo que le respondieron algunos especialistas, la idea es muy buena, y factible.
Invertir en educación preescolar
Muchos países latinoamericanos destinan la mayor parte de su presupuesto educativo a las universidades, si bien hay cada vez más evidencias que indican que es mejor invertir en los niños menores de seis años. Según dijo a Oppenheimer el decano de la Escuela de Educación de la Universidad de Miami, el cerebro de un niño duplica su tamaño durante el primer año de vida y es como una esponja dispuesta a absorber, cuando se lo estimula adecuadamente. La educación a esa edad es una ventana de oportunidad que, si se pierde, resulta muy difícil y costosa de recuperar. Por eso, para el educador los países deberían invertir un 30% del presupuesto educativo en la formación preescolar. Para financiar estos programas, varios expertos sugieren que las universidades generen recursos propios, como la venta de patentes, a fin de reducir, en parte, los aportes estatales.
Formar buenos maestros
Oppenheimer menciona que casi todos los estudios internacionales sobre avances de la educación coinciden en que la clave para mejorar la calidad de la enseñanza es elevar la calidad de los maestros. Y un trabajo comparativo de la consultora McKinsey afirma que, en la primaria, los alumnos que tienen docentes de bajo rendimiento por varios años sufren pérdidas educacionales que son casi irreversibles. Además, sugiere que la calidad del educador es también la principal razón de las variantes en el aprendizaje de los estudiantes.
Dar estatus social a los docentes
El estudio de McKinsey señala que varios países lograron convencer a los mejores estudiantes de seguir carreras docentes, aun cuando los maestros no tenían el estatus social de otros profesionales y percibían salarios bajos. Para ello, ofrecieron buenos sueldos iniciales. Por otro lado, Corea del Sur redujo la cantidad de maestros de manera tal que los cursos sean de 30 niños en lugar de 17. Mientras que este aumento de los alumnos tiene un impacto relativamente menor en la calidad del aprendizaje, permitió duplicar el salario docente y convirtió a la profesión en una de las más codiciadas. Así, logró convocar a más gente talentosa.
Ofrecer incentivos salariales
De acuerdo con Oppenheimer, Obama está revolucionando el sistema educativo de EEUU con su programa de estímulos salariales a los maestros, según los resultados que obtengan sus alumnos en los exámenes estandarizados internacionales. El periodista se pregunta entonces si es posible adoptar una variante de ese modelo en Latinoamérica. Jeffrey Puryear, experto en Educación Internacional de Washington, le responde que podría ser más difícil por el papel que juegan los sindicatos, pero que en los países federales, como Argentina, los gobiernos podrían decir a las provincias que recibirán más dinero si comienzan a considerar cómo rinden los maestros en el aula.
Hacer pactos nacionales
Oppenheimer destaca que, a nivel político, una de las tareas pendientes de mayor urgencia en América son los pactos entre los principales partidos, para realizar reformas educativas a largo plazo. Sin embargo, reconoce que no es una tarea fácil, a la vista de su evaluación de las experiencias de España, Chile y EEUU.
Forjar una cultura familiar de la educación
Las familias asiáticas invierten todo su dinero y tiempo en la educación de sus hijos. Por eso, Oppenheimer enfatiza que en EEUU, Europa y Latinoamérica necesitamos crear esa misma cultura o recrearla en aquellos lugares que la tuvieron. Para él, puede lograrse en forma gradual, mediante campañas que enaltezcan a los estudiantes exitosos, tal como sucede hoy con los deportistas.
Romper el aislamiento educativo
Oppenheimer, quien estudió Derecho en la UBA, sugiere que el inglés debe ser un idioma obligatorio en la universidad. Además, a su entender, los países que no fomenten los intercambios estudiantiles y los programas académicos conjuntos con otras universidades “se quedarán cada vez más aislados en la nueva economía global del conocimiento”.
Al cerrar este capítulo de su libro, el periodista llama también a atraer inversiones de alta tecnología y a crear una organización mundial que evalúe la calidad educativa, haga un ranking de los países con la mayor calidad y presione a los gobiernos que no cumplan con sus compromisos.