Esos cinco centímetros por los que un automóvil se desvía de la carretera pueden resultar insignificantes para el conductor. Ahora bien, si éste permaneciera al volante en esa misma dirección durante un tiempo prolongado, esa distancia imperceptible podría volverse tan arriesgada como incierta. Este nuevo camino por fuera de la ruta se tornaría tan inseguro como peligroso; su terreno sinuoso y desconocido podría hacer peligrar la integridad del automóvil, la vida de quien lo maneja y la de todos sus pasajeros. Tomar conciencia a tiempo de ese desvío y “pegar el volantazo” en el momento justo puede resultar, en este caso, una cuestión de vida o muerte.
Este ejemplo es comparable al consumo de sustancias tóxicas, como los cigarrillos o el alcohol que, en ocasiones y según el contexto, actúan como esos cinco centímetros de desvío que pueden poner en peligro la vida.
En ese sentido, es por demás peligroso cuando los programas humorísticos en la televisión banalizan la ingesta de estas dos sustancias. O cuando se tararean letras de canciones que hacen apología de su consumo, como si se tratara del jingle publicitario.
Le resulta exagerado, ¿verdad? Pero estas son solo algunas de las técnicas de influencia masiva de la opinión pública. Solo deténgase a observar cómo las grandes empresas recurren a la promoción de sus productos mediante el humor, las controversias, la seducción desde el intelecto tras invertir importantes cifras de dinero en expertos del marketing y publicistas. El marketing de la ingesta de drogas no distingue franja horaria, población, edad, etnia, cultura, religión ni genero.
No resulta casual que abunden dibujos animados, programas cómicos, documentales, y hasta funcionarios públicos que generen controversias políticas mediáticas, para instalar el tema con el objetivo de que la población “tolere” cada vez más el hábito de drogarse. De hecho, cada vez son mayores las posibilidades de abrirle las puertas al consumo de drogas y de alcohol en los hogares de nuestro país.
Una prueba de ello se vislumbra cuando las dos drogas “toleradas” socialmente son el alcohol y el tabaco. Ambas están legalizadas y poco se difunde acerca el daño que generan. Según cifras oficiales de la secretaría de estado Sedronar existen 2.500.000 enfermos dependientes de la bebida, y unos 30.000 argentinos mueren por año por los daños que ésta ocasiona al cerebro, hígado, corazón y otros órganos del cuerpo humano.
En las muertes generadas por homicidas, el consumo de alcohol está presente en más del 50% de los casos. Por otra parte, un 40% de los accidentes de tránsito están relacionados con la bebida y el 78 % de ellos son provocados por adolescentes de entre 17 y 24 años. Lo llamativo de esta situación es que quienes provocan los accidentes no son dependientes de esta sustancia, sino que tienen un consumo abusivo ocasional. No obstante, el 10% de quienes llegan a las guardias de los hospitales lo hacen por el agudo cuadro toxico, generado por el consumo.
La otra droga culturalmente naturalizada es el tabaco, que se percibe popularmente como más inocua que el alcohol. Según un estudio de la Sedronar, el tabaco mata siete veces más que los accidentes de tránsito; 70 veces más que el sida y 150 veces más que las drogas ilegales. En la Argentina mueren alrededor de 130 personas por día por esta causa y la cifra asciende a 50.000 por año. Se estima que de persistir esta tendencia para el año 2020 el cigarrillo será la principal causal de muerte en el mundo.
Lo relevante y llamativo de este fenómeno es que en el 88% de los casos los fumadores se iniciaron en el consumo antes de los 18 años, edad en la que resulta habitual encontrar adolescentes y púberes con un cigarrillo en la boca. Y en la que la mencionada “tolerancia social” tiene un poder tan hipnótico como dañino
Mientras en las cámaras de diputados y de senadores una treintena de proyectos de despenalización de la tenencia de estupefacientes intentan abolir la actual Ley 23.737, que regula el consumo personal prohibiendo su tenencia como una forma de obstaculizar su tráfico, en otros países hermanos proponen directamente debatir la legalización. Al mismo tiempo la ONU denuncia que en nuestra región el consumo de drogas ilegales se incrementó 10 veces en los últimos años.
Estas contradicciones sociales tienen efectos muy inciertos en nuestra sociedad. Por un lado está absolutamente probado cómo la legalización de la comercialización de sustancias toxicas, como el tabaco y el alcohol, es la principal causa de muerte de miembros de nuestra sociedad, y también de su desestabilización; y por el otro, existe una notable tendencia a continuar abriendo el grifo legal que habilite el consumo de una mayor diversidad de sustancias tóxicas. ¿Imagina usted cómo se potenciaría el riesgo de padecer mayores tragedias sociales con la habilitación del consumo de sustancias mucho mas toxicas y criminógenos, como la marihuana, la cocaína, el paco, etc.?
Volviendo al ejemplo del automovilista, si a éste lo representamos como a todos los que conducimos el destino de un país, y el “desvío de cinco centímetros” a la distracción generada por la “tolerancia social”; la decisión, tanto de quedarnos solo en esa distracción como la de “pegar el volantazo”, es nuestra. Solo seamos concientes de que en esa elección no estamos nosotros solos, sino también los pasajeros, representados por los propios afectados, en su mayoría púberes y adolescentes, quienes representan el entorno más vulnerable de nuestra sociedad.