Entre un 10 y un 11% de la población argentina sufre enfermedades renales, por lo que los especialistas destacaron la necesidad de conocer la forma en que funciona nuestro organismo puede ayudar a mantenerlos sanos.
Alfredo Casaliba, presidente de la Asociación Regional de Diálisis y Trasplantes Renales de Capital Federal y Provincia de Buenos Aires (ARD), remarcó la importancia de «estar alerta sobre el cuidado de los riñones debido a que las enfermedades renales suelen presentarse de manera asintomática».
Casaliba indicó que «los riñones son una compleja maquinaria que procesan a diario alrededor de 180 litros de sangre para eliminar productos desechos del metabolismo y exceso de agua y sales en aproximadamente dos litros de líquido que se convierten en orina».
En ese sentido, comentó que su actividad principal es eliminar sustancias tóxicas, que nuestro organismo no necesita; producir hormonas para la formación de glóbulos rojos y de los huesos; regular la presión arterial; y controlar el agua, pH y las sales de nuestro cuerpo.
El especialista comentó que si ambos riñones están sanos, «una persona tiene el 100% de su función renal pero puede mantenerse sana con el 60% si la función permanece estable».
«Cuando por alguna enfermedad dejan de funcionar se produce la acumulación progresiva de sustancias tóxicas, agua y sales. Además, se altera la formación de los glóbulos rojos, el metabolismo normal de los huesos y existen fallas en la regulación de la presión arterial», destacó Casaliba.
Para el médico, todos estos eventos pueden generar manifestaciones tales como cambios en el peso corporal, sensación de debilidad, fatiga, mareos, náuseas, vómitos, disminución del apetito, cambios en el ritmo y aspecto de la orina, detección de presión alta, hinchazón en el cuerpo, alteración en el sueño, calambres y dolores musculares. “Aunque no siempre se presentan síntomas cuando los riñones fallan o comienzan a fallar», aclaró el experto.
Por tal motivo, dijo que aquellas personas que tengan reducción en la función de estos órganos «deben saber que un régimen de alimentación apropiado junto a otras medidas de tratamiento, ayuda a mantener estable la función renal e impide la aceleración en la pérdida de la misma, que termina en la insuficiencia renal».
Al respecto, remarcó la necesidad de «cuidar su alimentación puede ayudarle a reducir el riesgo». Para el médico, las variables a tener en cuenta son:
• Proteínas. Si bien son importantes para el organismo, se ha demostrado que restringirlas moderadamente disminuye la velocidad de pérdida de la función renal. Provienen sobre todo de la carne, lácteos y huevos. Los riñones sanos retiran de la sangre los desechos metabólicos tóxicos derivados de las proteínas, tarea que se dificulta en forma progresiva con el empeoramiento de la función renal.
• Colesterol. La ingesta de dietas ricas en grasas animales, que contienen cantidades elevadas de colesterol, tienden a aumentar sus cifras en sangre por encima de valores seguros. El colesterol se acumula en la pared de los vasos sanguíneos, generando trastornos para el flujo de sangre en distintos territorios vasculares, entre ellos las arterias renales, provocando isquemia.
• Sodio. Es una sustancia química encontrada fundamentalmente en la sal común de mesa. Las dietas ricas en sodio pueden elevar la tensión arterial y/o empeorar la hipertensión preexistente, por lo que conviene limitar el consumo de alimentos que lo contengan en altas concentraciones. Entre ellos están los enlatados o elaborados.
• Potasio. Es un mineral que se encuentra en forma natural en frutas y verduras como la papa, la banana, las frutas secas, las arvejas y las nueces. Los riñones sanos retiran el exceso potasio del organismo. Los riñones enfermos pueden sufrir grandes limitaciones para hacerlo y, con una función renal muy deficiente, las altas concentraciones de potasio pueden afectar el ritmo del corazón.
• Calcio y Fósforo. Ambos minerales son constituyentes importantes del hueso, contribuyendo a su solidez. La insuficiencia renal, a través de cambios endócrinos que afectan la deposición ósea de estos minerales, provoca una debilidad progresiva de los mismos, condicionando un aumento en el riesgo de fracturas.
«En conclusión, distintas enfermedades pueden, en su evolución, desencadenar una falla renal permanente, algunas más rápidamente que otras con aparición de síntomas evidentes o leves, que una vez detectados pueden ser controlados con la intervención del profesional y la colaboración del enfermo», manifestó Casaliba.
Por ello destacó que «la detección precoz de los grupos de riesgo, como diabéticos, hipertensos, familiares de pacientes con insuficiencia renal, ancianos, etc., aún en ausencia de síntomas manifiestos, junto a la consulta rápida al médico nefrólogo brinda la posibilidad de tratar con mejor resultado las enfermedades y evitar el daño permanente de los riñones».