Unas 127 millones de personas, de las 570 millones que viven en los 44 países de Latinoamérica y el Caribe, se encuentran en riesgo de ser afectadas por las llamadas enfermedades olvidadas, afecciones que están directamente relacionadas con condiciones de vida desfavorables. El dato surge de un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que fue presentado este viernes en el simposio internacional, organizado por la fundación Mundo Sano.
“Todas estas enfermedades están muy vinculadas con la pobreza, con las viviendas precarias, la carencia de acceso al suministro de agua, a la educación y a sistemas de alcantarillad. Podríamos decir que las poblaciones pobres de América latina están expuestas a algunas de estas patologías, puede que no necesariamente a todas, pero a alguna de ellas, sí”, alertó durante su presentación Santiago Nicholls, médico especialista en parasitología y miembro del Programa Regional de Enfermedades Infecciosas Desatendidas de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Según surge de la investigación, los principales grupos de riesgo de estas afecciones serían quienes viven en el campo, los habitantes de los barrios pobres, los trabajadores migratorios, las mujeres y los indígenas. La mayoría de las enfermedades olvidadas impactan sobre los individuos, sus familias y las comunidades de los países en desarrollo en términos de pérdidas de la productividad, empeoramiento de la pobreza y altos costos de la atención médica a largo plazo.
Según lo señalado por la OPS, se estima que 26 millones de niños en edad escolar están expuestos a diversas parasitosis transmitidas por el suelo (geohelmintiasis). Una estrategia recomendada, para hacer frente a esta problemática, es la administración masiva de medicamentos antiparasitarios para al menos el 75% de esta población en riesgo. Junto a este grupo de patologías, la enfermedad de Chagas, la leishmaniasis y la malaria son algunas de las enfermedades olvidadas con mayor presencia en la región.
“El escenario ideal es que estos programas sean liderados por las máximas autoridades sanitarias nacionales, pueden participar en ellos ONGs u otras fundaciones. De todas formas, lo ideal es que haya un esfuerzo coordinado, encabezado por las autoridades para que estas iniciativas tengan mayor sostenibilidad en el tiempo”, aseguró Nicholls. Además, resulta clave la promoción del acceso al agua potable, al saneamiento y a la educación sanitaria, mediante la colaboración intersectorial.
Por otra parte, la población femenina estaría más expuesta. “A pesar de que no se han hecho suficientes investigaciones que tengan en cuenta las diferencias de género, algunos estudios indican que las mujeres padecen una carga mayor” señala el documento de la OPS. El informe atribuye la tendencia a “la distribución del trabajo determinada por la cultura” y “las responsabilidades que asumen las mujeres”. “Por otro lado, las barreras en el acceso a la atención de salud o a los servicios preventivos, así como el estigma y la discriminación (…) hacen que la enfermedad tenga consecuencias peores en el caso de las mujeres” , indica el escrito.
En el marco del encuentro científico también se dio a conocer el “Diagnóstico de situación de la leishmaniasis urbana en Puerto Iguazú”, un proyecto llevado a cabo por investigadores de la fundación Mundo Sano, el Instituto de Medicina Tropical de la Nación (INMeT) y la Red de Investigación de la Leishmaniasis en Argentina (Redila).
Esta enfermedad, que es potencialmente mortal, es transmitida por un pequeño insecto volador y afecta tanto a humanos como a animales domésticos y silvestres. Cada vez se registran más casos en las provincias del Norte. Se presenta en dos formas: la cutánea, que provoca úlceras en la piel en el lugar donde picó el insecto y la visceral, que puede ser letal por los graves daños que causa en el hígado y en el bazo.
“Tras registrarse casos positivos de leishmaniasis en perros de la zona y ante la presencia del insecto vector, se impulsó este proyecto, que se divide en tres componentes: diagnóstico de situación, toma de muestras en las casas y su posterior análisis”, explicó la bióloga Andrea Gómez, del Departamento de Programas y Proyectos de la fundación Mundo Sano. “Se comienza con un diagnóstico de la situación entomológica para confirmar la presencia y distribución del vector en la zona para lo que se colocan trampas de captura de insectos”, agregó.
El ciclo de transmisión se da cuando el flebótomo pica a un perro infectado y luego pica a una persona o a otro perro sano, lo que da lugar a la propagación de la enfermedad. “Al ser el perro uno de los más importantes reservorios de la leishmaniasis, incorporamos a una especialista en veterinaria para trabajar en el diagnóstico de la enfermedad en canes”, explicó la bióloga.
“El segundo componente del proyecto consiste en visitar casas, dialogar con los vecinos y tomar muestras biológicas de perros domésticos, para saber si éstos están o no infectados con leishmaniosis visceral. El tercer módulo del proyecto es realizar, bajo la coordinación del Dr. Deschutter, el análisis molecular de las muestras en un laboratorio de la ciudad de Posadas y confirmar el diagnóstico en los perros”, amplió Gómez.
El doctor Daniel Salomón, director del Instituto Nacional de Medicina Tropical (INMeT), uno de los actores del proyecto, señaló que están trabajando “en las triples fronteras con Paraguay-Brasil y Brasil-Uruguay, organizando seminarios y talleres conjuntamente con la OPS, y también en un proyecto sur-sur, con Uganda e India”.
Respecto de la proliferación de la leishmaniasis y otras enfermedades transmitidas por vectores, indica que “por un lado están los fenómenos climáticos, que generan años de mayor o menor contagio, y por otro, fenómenos culturales, económicos, como puede ser el flujo de personas entre países o entre regiones, o de bienes y servicios, que también pueden colaborar con la transmisión. Por eso no se pude separar lo cultural de lo biológico, en esta y en otras enfermedades transmisibles”.
Para la leishmaniasis visceral no existen vacunas y, si bien los seres humanos pueden curarse, sus tratamientos suelen ser muy invasivos y presentar efectos secundarios. Por este motivo, la prevención resulta fundamental: se recomienda utilizar repelentes, mosquiteros y prendas de manga larga, el saneamiento ambiental y el cuidado de los perros y otros animales domésticos.