Un nuevo sistema de «estadificación» del riesgo cardiovascular determinó que hay más gente en general que corre el peligro de sufrir ataques cardíacos de la que se cree, según un estudio médico anunciado por la Universidad Johns Hopkins, en EEUU.
La nueva clasificación de riesgo desarrollada por los expertos de esa universidad con sede en Baltimore, Maryland, y del Sistema de Salud Mount Sinai, de Nueva York, se centra en los «signos de peligro menos obvios» de padecer cardiopatías que presentan millones de personas que pasan las llamadas pruebas de esfuerzo.
Hay síntomas «preocupantes de cardiopatía» excluidos desde el punto de vista clínico como grupo con alto riesgo «porque los sistemas de clasificación que usan los médicos se concentran mucho en los criterios de la llamada enfermedad coronaria obstructiva», informaron los investigadores en un comunicado.
Según el artículo, publicado en el Journal of the American College of Cardiology, los criterios actuales buscan sobre todo indicios de que las placas ateromatosas estrecharon las arterias que alimentan el corazón en un 50 o hasta un 70% o más, lo que restringe el flujo de sangre al miocardio durante el ejercicio.
A menos que se llegue a esa cifra de referencia del 50%, los cardiólogos no suelen diagnosticar una enfermedad coronaria obstructiva y considerar que hay un riesgo suficientemente alto de sufrir un ataque cardíaco como para recetar hipolipidemiantes (estatinas) u otros medicamentos preventivos, explicaron.
Pero los investigadores aseguraron que existen pruebas de que las personas con bloqueos menores al 50% en sus arterias cardiacas, considerado como cardiopatía no obstructiva, «corren casi el mismo riesgo de morir de un ataque cardíaco, un accidente cerebrovascular o insuficiencia cardiaca (cardiopatía congestiva) que las personas con bloqueos arteriales del 50% o más».
A lo largo de cinco años, esto se da en un 14% entre los hombres y un 8% entre las mujeres, agregaron. En comparación con los varones, además, las féminas tienen el doble de probabilidad de presentar cardiopatías no obstructivas y engrosan la población tratada insatisfactoriamente.
La nueva clasificación de riesgo se realizó en base a un estudio de 2012 en Dinamarca que observó las tasas de supervivencia de 4.711 mujeres y 6.512 hombres después de haber analizado la gravedad del bloqueo arterial por angiografía coronaria.
Según otro análisis de 2013 enfocado en datos angiográficos de 41.960 pacientes estadounidenses y de otros países, las personas con cardiopatías no obstructivas representan la tercera parte de quienes acuden a su médico con quejas de dolor torácico en EEUU, es decir, de unos 5 a 7 millones de personas cada año.
«Lo que nosotros y otros colegas concluimos partiendo de estos datos es que los bloqueos mucho menos graves pueden dar problemas», aseguró en el comunicado Armin Zadeh, del Instituto Cardiovascular de la Facultad de Medicina de Johns Hopkins.
El motivo, agregó, es que «las placas pegajosas pueden causar la aglomeración de los glóbulos sanguíneos en las arterias coronarias y formar coágulos pequeños que podrían provocar dolor torácico y finalmente un ataque cardíaco».
«No siempre damos tratamiento a las personas que pueden tener el mismo riesgo de ataque cardíaco que aquellas que tienen bloqueos más graves», aseguró Zadeh.
El nuevo sistema establecido por los investigadores incluye en la categoría de alto riesgo los estadios «más tempranos», que abarcan, dicen, a la población «tratada insatisfactoriamente» y a los pacientes con varios bloqueos moderados.
En la práctica, se trata de gente con quejas de dolor torácico o dificultad respiratoria sin causa aparente al hacer ejercicio ligero, y para los que sugiere que sean sometidos a una tomografía (TAC) cardiaca o a una resonancia magnética.
Actualmente, se recomienda a que quien sufre dolor torácico realice una prueba de esfuerzo o de provocación con fármacos, que solo detecta la cardiopatía muy avanzada, y a los que no la superan es a quienes se les hace una coronariografía por cateterismo cardíaco.
El nuevo sistema sugerido por los científicos depende mucho más de la TAC o la resonancia magnética que de las pruebas de esfuerzo.
Hasta que se identifiquen más precozmente los riesgos de un ataque al corazón «la cardiopatía seguirá siendo una de las principales causas de muerte», concluyó el investigador.