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Medicina preventiva: su importancia en la práctica médica

Habitualmente, y de acuerdo con nuestra formación académica, los médicos nos dedicamos a “curar” a nuestros pacientes. Algunas veces lo logramos, y otras somos testigos de su muerte, o debemos enfrentarnos a importantes secuelas de la enfermedad que hubieran podido, en algunos casos, evitarse. Frente a esta problemática, en los últimos años se ha desarrollado la medicina preventiva, cuyos objetivos son:

 

  1. 1.      Prevenir o retardar la aparición de enfermedades o accidentes (prevención primaria).

 

Es el ideal de la medicina preventiva y se logra, en muchos casos, a través de la vacunación, como ha ocurrido, por ejemplo, con la viruela y la poliomielitis, y ocurre actualmente con las vacunas contra el sarampión, rubéola, parotiditis, hepatitis A y B y gripe, entre otras.

 

También se obtienen importantes resultados promoviendo el cambio de hábitos y conductas sociales generadoras de enfermedades. El tabaquismo, el alcoholismo, los accidentes, el sedentarismo, la mala alimentación, las prácticas sexuales de alto riesgo y la drogadicción plantean un complejo desafío para la prevención primaria. Es fundamental mostrar con claridad cuáles son los peligros y los beneficios, y saber transmitir el impulso necesario para el cambio a las personas con conductas que impliquen un riesgo para la salud.

 

  1. 2.      Detectar alteraciones o enfermedades en etapas tempranas, cuando todavía no aparecen síntomas, para evitar su repercusión sobre el individuo (prevención secundaria).

 

En este grupo se destaca la detección precoz de muchos cánceres como el de mama, colon, próstata o pulmón, y el control de la hipercolesterolemia y de la hipertensión arterial para prevenir o retardar la aparición de la arteriosclerosis.

 

  1. 3.      Prevenir el avance de las enfermedades o el deterioro de las personas a causa de algunas ya establecidas (prevención terciaria).

 

Como ejemplos de este tipo de prevención podemos mencionar el control de las complicaciones en los diabéticos, el manejo adecuado de la hipertensión arterial en  pacientes con hemorragia cerebral, la reducción del colesterol y otros factores de riesgo en  pacientes con enfermedad coronaria.

A fin de que la medicina preventiva pueda aplicarse y resulte eficaz, tanto el médico como el paciente deben estar convencidos de que es mejor prevenir que curar. Para lograrlo es importante:

 

• que todos admitamos que lo mejor para la salud es ocuparse de ella cuando la enfermedad no está presente,

 

• que los médicos reconozcamos que la práctica de la prevención es la más noble de las actividades médicas, como ya lo señalaban los grandes maestros de la medicina griega, ya que al no educar para la prevención, se pierde una oportunidad y hay que comenzar a tratar con la enfermedad,

 

• que las instituciones, obras sociales, entidades de medicina prepaga sepan que gastar en prevención es disminuir los costos en salud,

 

• que se erradique la creencia tan internalizada en la comunidad del «a mí no me va a pasar» y, en cambio, se tome una actitud de compromiso y de mayor sensibilidad frente a la prevención.

 

Finalmente, es necesario señalar que la prevención comienza con la gestación, continúa en la infancia y se aplica durante toda la vida, no solo para evitar la enfermedad sino también para prevenir sus complicaciones cuando ya se ha establecido.

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