La alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) es considerada una de las alergias alimentarias más frecuentes en los primeros meses de vida. Sin embargo, se trata de una enfermedad de difícil diagnóstico en la práctica pediátrica.
Así concluyeron expertos durante la conferencia Simposio Satélite “Alergia a la proteína de la leche de vaca en la práctica clínica: mitos y realidades”, organizado durante el 36º Congreso de Pediatría que se llevó a cabo en la ciudad de Mar del Plata.
En el encuentro se destacó la importancia de informar a los profesionales sobre las manifestaciones clínicas, el diagnóstico oportuno y el tratamiento a través de fórmulas y dieta de exclusión. Esta alergia alimentaria, que tiene una prevalencia que oscila entre el 2-7,5%, es confundida a menudo con la intolerancia a la lactosa.
“Una alergia alimentaria es una reacción de hipersensibilidad del sistema inmune a una determinada proteína presente en los alimentos. En cambio, en la intolerancia a la lactosa el sistema inmune no está involucrado” explicó el doctor Lucio González, gastroenterólogo infantil, miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría.
La lactosa es un azúcar que al llegar al intestino es metabolizada por una enzima denominada lactasa. Ante la deficiencia de esta enzima, la lactosa no puede digerirse adecuadamente. “Por el contrario, si un niño padece una alergia, ingerir aunque sea una mínima cantidad de ese alimento puede provocar una reacción alérgica grave” destacó el especialista.
Síntomas de la APLV
La mayoría de los niños que padecen alergia a la proteína de leche de vaca sufren síntomas como el llanto, erupción cutánea, diarrea, cólicos, sangre en materia fecal, sibilancias, vómitos o sueño inquieto de un momento a otro. Las principales manifestaciones pueden ocurrir a nivel tracto digestivo (50-60%), en la piel (50-60%), y el tracto respiratorio (20-30%) y sus síntomas pueden variar de leves-moderados hasta severos.
“En niños susceptibles, se pueden presentar manifestaciones de alergias alimentarias, aunque estén alimentados a pecho. En esos casos, no se debe suspender la lactancia, sino que la mamá debe realizar una dieta de exclusión” explicó la doctora Liliana Bezrodnik, coordinadora del grupo de trabajo de Inmunología del Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez.
Existen señales de sospecha de este tipo de hipersensibilidad que pueden aparecer después de horas o días luego de la ingestión de leche de vaca. Entre las manifestaciones inmediatas se encuentra el síndrome de alergia oral, en boca, labios y también en piel (eritema, urticaria) y la anafilaxia (una forma grave de alergia).
Los síntomas tardíos más comunes son sangre y moco en materia fecal (proctitis, proctocolitis), vómitos, regurgitaciones, cólicos y constipación. Se pueden presentar cuadros dermatológicos y respiratorios en los que se observa rinitis, hiperreactividad bronquial entre sus signos más frecuentes.
¿Cómo se diagnostica?
Además de un exhaustivo interrogatorio de los antecedentes del paciente y el examen físico, el método gold standard es la mejoría con la suspensión de proteína leche de vaca y la reaparición de los síntomas con el enfrentamiento al alérgeno cerrado y doble ciego (ni el profesional ni el paciente conocen si le están administrando o no el alérgeno).
“En la práctica clínica cotidiana, si los síntomas mejoran, se realiza después de la cuarta semana el enfrentamiento abierto donde el médico y la familia conocen la introducción del alérgeno” explicó el doctor Jorge Martínez, especialista en alergia e inmunología y miembro de la American Academy of Allergy Asthma & Immunology. En pacientes con manifestaciones clínicas compatibles con reacción inmediata mediada por IgE (La inmunoglobulina E, un tipo de anticuerpo), “el enfrentamiento debe realizarse en instituciones de salud y bajo supervisión médica”, aclaró Martínez. También se pueden realizar test diagnósticos que son especialmente útiles en las formas mediadas por IgE, como el prick test o la IgE específica en suero.
¿Cuál es el tratamiento?
Los niños que presentan alergia a la proteína de lecha de vaca deben recibir una dieta que no contenga productos con dicha proteína, aunque sea en mínimas cantidades: lácteos en general y otros productos que la contienen en forma oculta como ser caseína, lactosa, lactoalbúmina.
Según el doctor Christian Boggio Marzet, coordinador del grupo de trabajo de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Hospital General de Agudos Dr. Ignacio Pirovano, “en el caso de las madres que amamantan, deben excluir de su alimentación los lácteos y derivados, además de todos aquellos alimentos que contengan el alérgeno. Además, deben ser suplementadas con calcio”.
En relación a la ingesta de leches hipoalergénicas se divide en dos tipos: Las fórmulas basadas en aminoácidos (AA), son sintéticas libres de proteína láctea. Las fórmulas a base de hidrolizados extensos, que contienen componentes proteicos modificados de la proteína de leche de vaca con muy baja alergenicidad, pero no nula.
Está demostrado que las fórmulas a base de soja y las de otros mamíferos (cabra, oveja, búfalo, etc.) no representan una alternativa para el tratamiento del niño con APLV. En estos tipos de leche la alergia cruzada puede llegar a estar presente hasta en el 70% de los casos.
“En el largo plazo, la mayor parte de este tipo de alergia alimentaria tiende a resolverse de manera espontánea. A esto contribuyen diferentes mecanismos de tolerancia que se activan conforme el niño deja de consumir leche de vaca”, aclaró Boggio Marzet.
Los estudios epidemiológicos al respecto presentan diferencias en los porcentajes de resolución. La mayoría de los niños adquiere tolerancia luego de uno a dos años de tratamiento específico y, por experiencias clínicas, se conoce que el 95% de ellos lo logra alrededor de los tres años.