La obesidad ha alcanzado grandes proporciones a nivel mundial. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, cada año fallecen por lo menos 2,8 millones de personas adultas como consecuencia de esta epidemia de sobrepeso. Además, el 44% de la carga de diabetes, el 23% de las cardiopatías isquémicas y entre el 7% y el 41% de algunos cánceres son atribuibles los kilos extra, que representan el quinto factor de riesgo de muerte en el mundo.
“Siempre se suele pensar en quien padece un cáncer como una persona flaca, debilitada y caquéctica, pero las pacientes con tumores en las mamas, en general, tienen un poquito de sobrepeso”, comenta la Dra. Guadalupe Pallotta, Jefa de la Sección de Oncología del Hospital Italiano e integrante de la Asociación Argentina de Oncología Clínica.
En aquellas expuestas a los kilos de más desde la niñez y con antecedentes, “existe, aparte, todo el problema de metabolización de las hormonas, sobre todo los estrógenos, a nivel de los tejidos grasos”, señala la experta. Esto está muy bien estudiado en poblaciones grandes como la de EEUU, donde el sobrepeso es una enfermedad epidémica que afecta a más del 30% de la población. “La condición las deja expuestas no solo al cáncer de mama sino también a varios otros cánceres, como el de colon y endometrio”, agrega la oncóloga.
No obstante, existen otros factores de riesgo que, sumados al exceso de peso, pueden predisponer al desarrollo de la enfermedad. “La genética de la mujer, antecedentes familiares, la edad de la menarquía (primera menstruación), si usó o no medicación hormonal durante el período de la posmenopausia, si empleó anticonceptivos o si no tuvo embarazo, son factores que suman riesgo , además de obesidad”, advierte la médica.
Prevención primaria y secundaria
“Lamentablemente, en oncología, hay muy pocas enfermedades en las que hemos podido o se va a poder actuar”, señala la especialista. Con el descubrimiento de los distintos agentes patógenos y las medidas de vacunación, “quisimos aplicar el mismo esquema en enfermedades oncológicas, sin éxito hasta el nuevo milenio, donde comenzó la vacunación contra el HPV para prevenir el cáncer de cérvix uterino o de Hepatitits B, en el caso del tumor primitivo del hígado”, agregó.
“Pero no todas las enfermedades tumorales tienen en su desarrollo la presencia de un vector infeccioso”, sostiene la doctora Pallotta y agregó que en el cáncer de mama no se puede ser tan “unicista”, porque no hay una única fuente que lo produce.
Entonces, ¿hay otra forma de evitar que algunas enfermedades se desarrollen? Hace muchos años, se observó en ensayos clínicos que cuando se les administraba antiestrógenos como el tamoxifleno a pacientes que tenían cáncer de mama, tenían menor incidencia de tumores secundarios, tanto en la mama donde asentaba el primer bulto como en la contralateral.
Los SERMS (el grupo de drogas moduladoras selectivas del receptor de estrógeno), como el tamofieno y el raloxifeno, resultaron útiles en grupos de mujeres con mayor riesgo de desarrollar cáncer de mama (pero sin diagnóstico de cáncer) para disminuir su incidencia. A este manejo farmacológico se lo denomina “quimioprevención”. Ahora se hallan en estudio otro grupo de antiestrógenos -como los inhibidores de las aromatasas-, no en pacientes con cáncer de mama, sino en mujeres con patología mamaria en riesgo de desarrollar la enfermedad.
“Prevención secundaria es hacer el diagnóstico precozmente y, lo más importante, es tratar de detectarla con la menor expresión de la enfermedad posible”, indica la Dra. Pallotta.
El uso de la mamografía como método de tamizaje de poblaciones asintomáticas comenzó en 1960, sobre la base que cuanto antes se diagnostica la enfermedad, esta tendrá más posibilidades de alcanzar la curación a través de tratamientos locales con o sin adyuvancias de terapias sistémicas posteriores.
Además de este recurso, existen otras herramientas tales como la ecografía y la resonancia magnética nuclear, que permiten una mayor precisión y son capaces de detectar carcinomas muy pequeños, de apenas milímetros.
“La tecnología desarrollada en las últimas décadas han dejado los estudios del fin de siglo XX muy desactualizados. Asistiremos en los próximos años a la llegada de estudios con métodos como la imagen por resonancia nuclear magnética y determinaremos la importancia de la ecografía mamaria”, asegura la oncóloga.
El auto-test
También es importante resaltar el auto-examen mamario promovido por su bajo costo, por no exponer a las pacientes a la radiación, por su privacidad y el hecho de enfrentar la enfermedad a través del conocimiento de nuestro cuerpo. La doctora Pallotta agrega: “Los estudios llevados a cabo no pudieron demostrar ser una herramienta útil en las poblaciones en general pero si en forma individual y sigue siendo recomendada por muchas organizaciones sociales vinculadas al cáncer”.
“No toda paciente que se diagnostica tiene hecha una cruz. Muchas de ellas se curan y ese es el objetivo del diagnóstico precoz. Por este motivo, en prevención secundaria, es muy importante la educación. La paciente tiene que saber tiene que hacer los controles y que, a través de ellos, está haciendo algo por ella”, resumió la especialista.
El equipo multidisciplinario
Dentro del abordaje terapéutico, el equipo médico busca desde distintas especialidades desarrollar un tratamiento a medida del paciente. La Dra. Pallotta, miembro de la AAOC y presidenta del XX Congreso Argentino e Internacional de Oncología Clínica (Mar del Plata, 9 al 11 de noviembre) sostiene que “el tratamiento multidisciplinario del cáncer de mama es lo que más beneficia a las paciente”.
“Hoy en día, no se puede encarar un tratamiento sin el concurso de varias especialidades: la cirugía, la oncología radiante, la oncología clínica, la biología molecular, la anatomopatología y también la psicooncología. Cada una de las disciplinas cumple una función y, en conjunto, se llega a un abordaje correcto”, agrega la Dra. Palotta.
La psicooncología
El cáncer, históricamente tuvo una connotación social, que convertía a este tipo de patología en algo “tabú” de lo que no se podía hablar. “Murió después de una penosa enfermedad, solía decirse, en lugar de aclarar que la causa era cáncer”, señala la Dra. Pallotta.
Con el objeto de erradicar estos fantasmas y mejorar el panorama de aquel camino a transitar por el paciente durante el tratamiento, surge un nuevo integrante en equipo de salud; el psicooncólogo. Se trata de un profesional de la psiquiatría especializado en los aspectos psicológicos derivados del impacto que las enfermedades oncológicas tienen en el paciente.
“Es un profesional muy importante en el team, porque ayuda al paciente con todo el proceso de establecer las relaciones con los médicos, con sus tratamientos y de entender que va a requerir la ayuda de varias personas”, asegura la especialista. Parte de su intervención no necesariamente está relacionada a psicoterapia ya que muchas veces, “su rol será también enseñar al paciente a relajarse mientras recibe la quimioterapia o indicarle alguna medicación cuando lo requiera”, concluye.