El último caso de polio en las Américas se detectó el 23 de agosto de 1991 en Junín, Perú. Se trataba del pequeño Luis Fermín Tenorio Cortez. Tres años más tarde, la Comisión Internacional para la Certificación de la Erradicación de la Poliomielitis (CICEP) declaró que la transmisión del polio virus se había interrumpido en la región. En Argentina, la enfermedad se registró por última vez en 1984.
El éxito en la erradicación de la polio en el país y el continente resultó de intensificar las actividades de vacunación, que tomaron la forma de días nacionales de inmunización y campañas «casa por casa» en las áreas de mayor riesgo, con un seguimiento muy estrecho de las coberturas alcanzadas. También se investigaron con rapidez los casos sospechosos y se hizo un control agresivo de los brotes poliomielíticos cuando fue necesario para detener la transmisión. Asimismo, se mantuvo una estricta vigilancia comunitaria, para asegurar la ausencia del agente infeccioso en los humanos y en el medio ambiente.
Sin embargo, el virus aún afecta al 1% de la población en las comunidades más pobres y marginadas de Asia y África. Y aunque la creación en 1988 de la Iniciativa para la Erradicación Global de la Polio logró con la vacunación masiva reducir la enfermedad en un 99%, esto no es aún suficiente para controlarla.
Por eso, a comienzos de 2012 el Comité Ejecutivo de la OMS anunció la emergencia programática para la erradicación completa de la poliomielitis. Según declaró el subdirector general de la entidad, Bruce Aylward, la polio «se puede erradicar», pero subrayó que el retraso en su eliminación no es por cuestiones técnicas o biológicas, sino por falta de voluntad política para financiar e implementar la estrategia.
Los últimos avances
En el transcurso de un año, entre 2010 y 2011, el número de casos de polio a nivel mundial disminuyó a la mitad, de 1.352 a 650. Y en el primer trimestre de 2012, se documentaron 55 casos, un 59% menos en comparación con el mismo período del año previo. Las infecciones ocurrieron mayormente en Afganistán, Nigeria y Paquistán, países llamados endémicos porque todavía circula allí el virus de polio salvaje.
Según los expertos de la OMS, la mayor dificultad para erradicar la infección en estos países ha sido el fracaso de los programas de vacunación debido a una combinación de factores: conflictos armados, malas políticas, escasos recursos, dificultad para hacer llegar las inmunizaciones a los necesitados y problemas culturales para la aceptación de la vacuna. Otro gran desafío es la falta de acceso a servicios básicos de higiene e infraestructura sanitaria en muchas de las regiones afectadas.
Sin embargo, a pesar de que existieron dificultades similares en la India, uno de los países donde la polio presentó uno de los mayores retos, en enero de 2011 se certificó allí el último enfermo y desde febrero de 2012 se la considera libre de polio.
Qué hay que saber sobre poliomielitis
Esta enfermedad es causada por un virus que invade el sistema nervioso y puede causar parálisis. El agente infeccioso ingresa al organismo por la boca, al ingerir agua y alimentos contaminados con materia fecal, y se multiplica en el intestino. Su acción lleva a la destrucción de las neuronas encargadas del control de los músculos.
Los niños menores de cinco años son los principales afectados y los síntomas iniciales son fiebre, cansancio, dolor de cabeza, vómitos, rigidez del cuello y dolores en los miembros. Una de cada 200 a 1000 infecciones produce una parálisis irreversible (generalmente de las piernas), y un 5 a 10% de estas personas fallece al paralizarse los músculos respiratorios.
No existe un tratamiento específico para la enfermedad, sino que se utilizan medidas de sostén durante la fase aguda de la patología, para conservar las funciones vitales. La vacunación es la principal medida preventiva. La inmunización Salk, elaborada a partir del virus inactivado, se aplica por vía intramuscular; mientras que la Sabin contiene el virus vivo pero atenuado –que entonces no puede provocar una infección duradera– y se administra por vía oral. Ambas requieren un esquema mínimo de tres dosis para alcanzar una protección efectiva y se administran a los lactantes, a partir de los dos meses de vida, solas o en combinación con otras vacunas obligatorias en la infancia.
Fuentes: Organización Mundial de la Salud, Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU y Organización Panamericana de la salud.