Los avances en Neurociencia pueden dar una explicación de por qué los adolescentes son tan vulnerables a las adicciones. En síntesis es porque empiezan a consumir sustancias psicoactivas como drogas y alcohol a los 13 años, antes de que su cerebro esté completamente desarrollado.
Los seres humanos nacemos con aproximadamente 100 millones de neuronas y, durante los primeros 12 meses de vida, el cerebro crece y se desarrolla rápidamente. Este proceso de crecimiento acelerado, sin embargo, va seguido de otro denominado “poda”, el cual funciona bajo la premisa de “si no lo usa, lo pierde”. El ciclo se repite una y otra vez a lo largo del tiempo de desarrollo, incluso durante la adolescencia.
Estos mecanismos orgánicos se encuentran fuertemente influenciados por las experiencias y el entorno en el que está inmersa la persona. De esta manera, si durante su fase de desarrollo el niño o joven estudia o realiza deportes, las células, conexiones y áreas cerebrales relacionadas con estas actividades se verán fuertemente reforzadas. En cambio, si el menor pasa demasiadas horas tirado en un sofá o en su cama, o permanece mucho tiempo frente al televisor o videojuego, serán las células relacionadas con estas actividades las que sobrevivirán frente a aquellas que no se utilizan.
La adolescencia y la maduración del cerebro
Los avances tecnológicos a nivel médico abrieron ventanas del cuerpo humano que antes no teníamos, las cuales permitieron descubrir que durante la adolescencia el cerebro se moldea para siempre y que esta una fase de maduración en la que se producen importantes cambios estructurales y funcionales.
Estas modificaciones afectan básicamente a estructuras que conforman el Sistema Cerebral de Recompensa, que es un conjunto de áreas que determinan cuestiones tales como la atención, la memoria de trabajo, la capacidad de juicio, la planificación de la conducta y modulación emocional, el procesamiento y almacenamiento de las reacciones emocionales, y el control de la coordinación física y motora, entre otras.
Muchos de los cambios importantes que experimenta el adolescente siguen ocurriendo después de los 18 años, por lo que podemos concluir que la maduración del cerebro se completa alrededor de los 25 años.
Cuando el proceso se completa, el cerebro es más rápido y eficiente; pero durante el tiempo de este desarrollo también es cierto que el mismo no funciona aún en toda su capacidad. El inicio de la ingesta de alcohol y tabaco suele iniciarse a los 13 años y el de marihuana y cocaína, a los 14.
Si nos remitimos a lo anterior, este período de contacto inicial con el alcohol y las drogas se da en individuos que aún se encuentran en plena fase de su desarrollo cerebral. Si bien se trata de jóvenes físicamente capacitados para hacer muy bien un sinnúmero de proezas gracias a un cerebelo casi adulto, el proceso de maduración aún no está completo
El joven interpreta sus emociones con la amígdala. una de las partes más primitivas de su cerebro, la cual no sabe asimilar ciertas señales sociales. En otras palabras, la parte de su cerebro capaz de juzgar algo como inapropiado y modificarlo está en plena construcción, y lo seguirá estando por los próximos años.
El resultado final de esta conjunción de eventos es la potencial aparición de una generación de adultos jóvenes que se caracterizan por presentar mayor propensión al riesgo y a conductas impulsivas; mínima consideración de las consecuencias negativas de ciertas acciones; pobre capacidad de planificación y juicio y baja tolerancia a la frustración
Repercusiones en la vida adulta
A esta situación de mayor vulnerabilidad se suma la realidad que este nuevo adulto joven debe enfrentar los desafíos, demandas y responsabilidades que esta etapa conlleva, con los éxitos y fracasos asociados a ellos. En este cuadro de situación, las personas que ya han recurrido previamente a sustancias psicoactivas se ven incentivados a profundizar su consumo como vía de escape con la finalidad de poder sobrellevar las exigencias procurando generar placer o evitar el dolor.
La Neurociencia, que estudia todas las funciones del sistema nervioso, y en especial del cerebro, aportó en los últimos años novedosos conocimientos en este campo, los cuales han transformado la forma de entender la manera en que las sustancias psicoactivas actúan sobre el cerebro.
Algunas importantes conclusiones alcanzadas son que la dependencia a las drogas es un trastorno crónico recidivante, con una base biológica y genética, y que no se debe únicamente a la falta de voluntad o de deseo de abandonar el consumo; existen intervenciones y tratamientos eficaces, tanto farmacológicos como conductuales, para la dependencia de sustancias y que el estigma asociado al consumo y a la dependencia, a menudo logran que los afectados eviten buscar tratamiento e impedir que se pongan en práctica políticas adecuadas de prevención y tratamiento.
La necesidad de tratamiento
La voluntad no es suficiente a la hora de querer poner fin a una adicción. Por el contrario, se requiere de un profundo abordaje profesional que no sólo ayude a la persona a dar el paso hacia un cambio de vida, sino que además complemente el tratamiento con medicación y con un abordaje multidisciplinario acorde para el abandono de la adicción y el sostenimiento de los logros alcanzados.
* La doctora Carolina Bergoglio es responsable del programa de Desintoxicación del Sanatorio Diquecito.