El Colegio de Médicos Veterinarios de la provincia de Santa Fe expresó hoy su preocupación por el avance de la leptospirosis y advirtió sobre los riegos que trae aparejada la enfermedad si no es detectada a tiempo. «El diagnóstico es bajo, la sintomatología se confunde con la de otras enfermedades y los médicos no la sospechan en algunos pacientes», manifestó el presidente de la entidad, Horacio Mezzadra.
Se trata de una enfermedad infecto-contagiosa, zoonótica, producida por una bacteria, Leptospira interrogans, que está integrada por un gran número de serovares (variedades) diferentes. Está considerada como un mal reemergente, consecuencia de un entorno socioeconómico y ambiental nuevo: aumento de condiciones favorables en las ciudades para el desarrollo de roedores, asentamientos urbanos irregulares, caninos callejeros, crianza clandestina de cerdos, cambios climáticos y desastres naturales.
Las prevalencias y tasas de incidencias publicadas para la leptospirosis varían según las distintas regiones y pueden alcanzar valores elevados en épocas de inundaciones así como en zonas tropicales o subtropicales. En el 90% de los casos la infección se resuelve sin mayores consecuencias y en un 10% la enfermedad puede ser potencialmente fatal.
Es fundamentalmente una enfermedad de los animales (afecta a más de 160 especies domésticas y salvajes), los que constituyen el reservorio y la fuente de infección para el hombre. Los más afectados son los roedores y de entre los domésticos perjudica en especial a los caninos, bovinos, porcinos y equinos. Como consecuencia, las leptospiras que se encuentran a nivel renal son eliminadas por orina por períodos prolongados y contaminan el medio ambiente, como el agua, la tierra, el pasto y los alimentos.
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Las bacterias mueren generalmente al estar expuestas al calor, luz solar, detergentes o desinfectantes, pero pueden permanecer viables en aguas alcalinas o en suelos húmedos.
El hombre y los animales se infectan por vía directa con la orina de animales perjudicados o indirectamente, a través de ingestión de agua y alimentos contaminados. Pero también se transmite por el contacto de la piel intacta o lesionada (fundamentalmente mucosas, como ojos y nariz) con esos materiales.
Se la considera una enfermedad con clara vinculación ocupacional, asociada a actividades en relación con los animales o sus productos: trabajadores rurales, veterinarios, empleados de mataderos y criadores. En el área urbana, los grupos poblacionales más vulnerables son las personas que habitan en viviendas precarias, en zonas sin saneamiento o las inundables. Por otra parte quienes están más cerca de la suciedad, como los barrenderos, los recolectores y los hurgadores de residuos, corren el peligro de contraerla.
De acuerdo a la especie animal afectada, al serovar implicado, a la virulencia de la cepa y a la inmunidad del hospedero, la enfermedad es capaz de presentar diferentes cuadros clínicos. En caninos y en el hombre puede cursar asintomática o con manifestaciones variadas e inespecíficas, desde síntomas leves (fiebre, escalofríos, mialgias, cefalea, conjuntivitis o dolor abdominal) hasta graves (falla renal, hepática o neumonitis).