Las heridas causadas por animales son un problema común. Perros y gatos protagonizan las agresiones más frecuentes, sin importar si fueron provocados o no por la víctima, a quien, en la mayoría de los casos, conocen. Por eso es necesario tomar conciencia de los riesgos y saber cómo actuar cuando ocurren estas situaciones.
Las mordeduras y los arañazos, aunque sean leves, deben atenderse con cuidado. Si estas heridas se infectan, pueden producir daño cosmético o discapacidad, o ser mortales, como la rabia. Además, dependiendo de su gravedad, pueden requerir puntos de sutura o terminar en una internación.
Heridas causadas por perros y gatos
La ubicación típica y la naturaleza de una herida dependen del animal agresor. Los perros pueden causar lesiones leves, como rasguños, u otras más importantes y complicadas, como desgarros, cortes profundos y abiertos, o heridas punzantes. Si afectan a la cabeza o el cuello, o si dañan en forma directa algún órgano vital pueden ser letales.
Las mordeduras de perros son más frecuentes en los niños, en parte por el comportamiento desinhibido que tienen frente a estas mascotas. En los menores de 5 años, hasta siete de cada 10 mordiscos se producen en la cabeza o el cuello, por su cercanía en altura a la boca de un can grande. En niños mayores y en adultos, las mordidas son más frecuentes en brazos, manos, piernas y pies.
En el caso de los gatos, son de cuidado los arañazos y las heridas punzantes profundas causadas por sus dientes largos y filosos. Mientras que los perros frecuentemente atacan sin un motivo claro, en nueve de cada 10 casos los gatos responden a una provocación de la víctima, que en su mayoría son adultos y, en especial, mujeres.
Infección de mordeduras y arañazos
Se trate de una mascota familiar o de un animal callejero o salvaje, los arañazos y las mordeduras pueden transmitir enfermedades. Los microorganismos que habitan naturalmente la boca de los animales y la piel de los humanos son los principales responsables de la infección de estas heridas, que pueden ser localizadas y producir fiebre, enrojecimiento de la piel, inflamación, y presencia de pus. Cuando estas infecciones se complican, pueden diseminarse y afectar otros tejidos y, en forma más generalizada, la sangre y los órganos.
La rabia es la infección más grave que pueden transmitir perros y gatos. En humanos, los primeros síntomas de esta afección incluyen fiebre, dolor de cabeza y fatiga. Cuando la enfermedad avanza, produce confusión, alucinaciones y parálisis. Una vez que los síntomas comienzan, la progresión suele ser mortal. Las mordidas en la cabeza o cuello son más peligrosas para este tipo de infección. Existen vacunas que pueden prevenir la rabia en las personas sanas y en quienes ya resultaron expuestos a este virus.
Además, a través de mordiscos y rasguños, los gatos pueden transmitir la bacteria responsable de la enfermedad de la garra del gato. Esta infección no enferma a los felinos y aunque la herida no parezca estar infectada, puede causar síntomas en las personas: ganglios linfáticos hinchados, especialmente alrededor de la cabeza, el cuello y las extremidades superiores, fiebre, dolor de cabeza, fatiga y pérdida del apetito. En las personas con sistemas inmunológicos debilitados, puede causar problemas más serios.
Cómo proceder ante una mordedura
• Actúe con rapidez para reducir las chances de infección de una herida.
• Si la herida no sangra mucho, límpiela con agua y jabón, y déjela bajo el chorro de agua durante varios minutos. No aplique un antiséptico ni ningún otro producto sobre la herida.
•Si la herida sangra, aplique presión sobre el área afectada con una gasa o toalla limpia hasta que deje de sangrar. Si dispone de guantes de látex o de goma limpios, utilícelos para protegerse y para impedir que se infecte la herida.
• Seque la herida y cúbrala con una gasa estéril o un paño limpio.
Llame a su médico si:
•La herida no deja de sangrar después de aplicarle presión durante 10 minutos.
•La herida parece profunda o se asocia a lesiones graves.
•La mordedura o el arañazo muestra señales de infección, como enrojecimiento, hinchazón, presencia de pus o mayor temperatura, o si la persona afectada siente mayor sensibilidad al tacto o tiene fiebre.
•La persona herida padece diabetes, enfermedad del hígado o del pulmón, cáncer, VIH u otra condición que podría debilitar su capacidad para luchar contra la infección.
• La persona herida recibió la vacuna contra el tétanos más de cinco años antes del ataque. Si es así, puede necesitar una dosis de refuerzo.
•El animal es salvaje, callejero o se comportaba de forma extraña. También si es doméstico pero no se sabe si fue vacunado contra la rabia.
El médico deberá evaluar la necesidad de suministrar antibióticos para las heridas con alto riesgo de infección y de aplicar las vacunas contra tétanos y rabia.
Fuente: MedlinePlus, UpToDate
Asesoramiento médico: Dra. Lilián Testón – Infectóloga FIDEC/FUNCEI