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Reacciones que brotan

Actualmente, gracias a una mayor exploración y al desarrollo de modernos procedimientos de diagnóstico y tratamiento, fundamentalmente de carácter preventivo, la mayoría de las personas con problemas alérgicos pueden llevar vidas  saludables y productivas.

 

Los problemas más frecuentemente observados son el asma, la rinitis alérgica, la dermatitis atópica (eczema), la urticaria (ronchas), las alergias a cierto tipo de alimentos o medicamentos, y las reacciones a las picaduras de abejas.

 

El diagnóstico de una enfermedad alérgica se basa principalmente en la historia clínica de la persona (en la que se incluyen los antecedentes familiares),  un buen examen físico y  la realización de pruebas específicas como radiografías, exámenes para la función pulmonar y cierto tipo de análisis de sangre y tests cutáneos. A través de estos últimos se puede identificar la presencia de anticuerpos específicos contra una sustancia en particular.

 

Los anticuerpos son un componente de nuestro sistema inmunológico cuya función es la de eliminar a todo agente que no es reconocido como “propio”. En el caso de las reacciones alérgicas, las inmunoglobulinas tipo E (Ig E) juegan un papel protagónico en el rechazo contra el alérgeno, es decir, la sustancia que desencadena la reacción.

 

Por otra parte, las pruebas cutáneas (exámenes de la piel) son uno de los métodos más comunes y exactos para la detección de este tipo de afecciones. Consisten en la aplicación de pequeñas concentraciones de los alérgenos sobre o bajo la piel. Cuando a un individuo que ya presenta anticuerpos contra una sustancia específica, se le coloca tal elemento en la piel, entonces aparecerá una roncha y una respuesta de rubor.

 

Existen varios métodos de pruebas cutáneas para la detección de alergias y, en términos generales, son capaces de detectar aproximadamente un 80% de los alérgenos. Otra posibilidad diagnóstica es el método de RAST, que consiste en un análisis de sangre para identificar un anticuerpo específico en la sangre del paciente.

 

En cuanto al tratamiento, el primer paso consiste en la identificación del o los agentes que desencadenan la alergia para tratar de evitar el contacto con ellos. Los medicamentos, principalmente los antihistamínicos y los esteroides orales o inhalados pueden aliviar, en la mayoría de los casos, gran parte de los molestos síntomas. Las vacunas para el tratamiento de la alergia (immunoterapia) pueden ser eficaces contra ciertos alérgenos específicos. Estas, en general, son aplicadas a las personas que no pueden evitar el alergeno o a las que no han obtenido alivio completo con otros medicamentos.

 

Si bien actualmente existen muchas soluciones contra estas afecciones, la consulta con el médico siempre es fundamental y está indicada en todos los casos.

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