Los adolescentes de familias con menos poder adquisitivo en los países ricos presentan peor salud mental y física que los jóvenes de entorno acomodado, según indica un estudio publicado en la revista The Lancet.
La investigación, que analizó los datos de 500.000 jóvenes en 34 países de Europa y América del Norte, constata que las desigualdades sociales y económicas hicieron que se ensanche la brecha sanitaria entre los jóvenes en áreas de la salud mental y física en la última década.
El estudio revela que, aunque los países ricos consiguieron en general mejorar su nivel de atención sanitaria, el impacto de las diferencias socioeconómicas en múltiples áreas de la salud mental y física de los adolescentes aumentó entre 2002 y 2010.
Los expertos señalan que se confirma la idea de que las enfermedades no se distribuyen al azar, sino que están determinadas de forma importante por la situación social, económica y política en la que se vive.
«Si las desigualdades en salud se están ahora haciendo más grandes en los países ricos, sobre todo durante los ‘años de salud’ de la adolescencia, entonces estas tendencias son alarmantes para la futura salud de la población», explicó Frank Elgar, de la Universidad de McGill en Quebec, Canadá.
El objetivo de esta investigación fue medir, en el periodo de 2002 a 2010, las desigualdades en varias áreas de la salud de los adolescentes, que incluían la actividad física y el índice de masa corporal.
Además, se analizaban los síntomas psicológicos, como sentirse nervioso o tener dificultad para dormir, y lo síntomas físicos, como dolor de cabeza, dolor de estómago o sensación de mareo.
Los adolescentes, que comprendían edades entre los 11 y los 15 años, fueron encuestados en 2002, 2006 y 2010 y se les preguntó sobre su nivel socieconómico.
El estudio mostró que durante estos diez años la diferencia en la salud entre los más ricos y los más pobres se hizo más evidente.
Los jóvenes de los grupos socioeconómicos más pobres son más propensos a estar en peor estado de salud: ser menos activos físicamente, tener un mayor índice de masa corporal y presentar mayor facilidad para el dolor de cabeza e irritabilidad.
Estos resultados reflejan que «se necesitan medidas urgentes para hacer frente a las desigualdades de salud en la adolescencia», dijo Elgar.
La diferencia en la cantidad de actividad física entre los grupos más y menos ricos así como el índice de masa corporal, los síntomas psicológicos y los síntomas físicos aumentó en estos años del estudio.
Solamente en el aspecto de la satisfacción de la vida hubo un declive de desigualdad ya que descendió con el paso de los años, dejándose ver una estela de luz en una brecha evidente.
La investigación también mostró que los adolescentes que viven en países con mayor desigualdad de ingresos eran menos activos físicamente, tenían mayor índice de masa corporal, menor satisfacción en la vida y más síntomas físicos y psicológicos.
Según concluyeron los expertos del estudio, «para mejorar la salud y reducir las diferencias, la atención debe centrare en los factores sociales que afectan a la salud y al bienestar de los jóvenes».