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Tácticas contra la artritis reumatoidea

Para quienes han recibido un diagnóstico de artritis reumatoidea, el panorama podría parecer desalentador y frustrante. Saben que se trata de una enfermedad crónica que empeora con el tiempo y que requiere tratamiento de por vida. Quizás también piensen que tan sólo queda padecer la afección y tomar medicamentos. Sin embargo, distintas herramientas pueden marcar una diferencia.

 

Además del tratamiento y de la adopción de cambios en la rutina diaria, el diagnóstico precoz es fundamental. Según han demostrado distintos estudios, administrar una terapia agresiva en las primeras etapas de la enfermedad puede limitar el daño articular, que es progresivo y causa dolor e incapacidad con el tiempo.

 

¿Qué es la artritis reumatoidea?

 

Es una enfermedad autoinmunitaria. Esto quiere decir que el cuerpo, por causas que aún no se han identificado, comienza a desconocer algunas de sus partes y las trata como agentes extraños. Como consecuencia, pone en marcha una serie de mecanismos que atacan al supuesto invasor. Las mujeres son de dos a tres veces más propensas a sufrir esta afección.

 

La artritis reumatoidea se caracteriza por la inflamación de la capa que recubre las articulaciones, la sinovial. Además de inflamación, en una primera etapa, aparece calor, rigidez y dolor en la articulación afectada. Luego, se produce el engrosamiento de la capa sinovial. En una tercera etapa, comienza a destruirse el cartílago y el hueso de la articulación, y los tendones y ligamentos que mantienen unidos los huesos comienzan a debilitarse y a estirarse. La articulación así empieza a perder su forma y su alineación, el dolor es más intenso y se pierde la movilidad.

 

Por lo general, la enfermedad surge por primera vez en las articulaciones más pequeñas de la mano, la muñeca y el pie. Suele ser simétrica, esto es, afecta a las mismas articulaciones a ambos lados del cuerpo. Además, la artritis reumatoidea puede comprometer otras partes del cuerpo y producir fiebre y fatiga.

 

¿Qué hacer?

 

Una de las principales características de la artritis reumatoidea es que desfigura y debilita las articulaciones. En un principio, el daño articular limita muchas de las actividades cotidianas o hace que éstas requieran más esfuerzo. Con el tiempo, la persona se da cuenta de que ya no puede siquiera hacerlas.

 

Además de los remedios que indique el médico (o de la cirugía, en cuadros más graves), con ayuda de un terapeuta, se pueden aprender técnicas para aliviar la carga en las articulaciones afectadas. Por ejemplo, si los brazos están doloridos, para abrir una puerta de vidrio sería una buena opción apoyarse con el cuerpo. También existen dispositivos de agarre que pueden ser muy útiles si el dolor en los dedos de las manos impide tomar los objetos.

 

Por otra parte, hay que mantener un equilibrio entre reposo (más cuando la enfermedad está activa) y actividad física (más en los períodos sin síntomas de la enfermedad). Hacer ejercicio suave permite preservar la movilidad articular, fortalecer los músculos que rodean las articulaciones y así combatir la fatiga. Si el médico lo aprueba, podría comenzarse con caminatas y, luego, natación o gimnasia acuática. Es importante, sin embargo, no trabajar con las articulaciones que estén muy inflamadas o sensibles.

 

La aplicación de calor es otra opción para algunas personas, ya sea dándose una ducha o un baño de quince minutos, o colocando una almohadilla térmica. La alta temperatura permite aliviar el dolor y relajar los músculos tensos y doloridos. También se puede aplicar frío para la dolencia, pero está contraindicado en caso de entumecimiento o mala circulación.

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