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“Todavía tendremos hepatitis crónicas por varias décadas”

La vacunación es la mejor estrategia para la prevención de la hepatitis A y B

“Había recibido la indicación de vacunarse contra la hepatitis B, pero no lo hizo ‘porque no tenía tiempo’ (…) Y cuando la enfermedad ya está muy avanzada, hay pocas opciones para ofrecerle al paciente. A veces la única chance de tratamiento posible es el trasplante de hígado y muchos no llegan a recibirlo”.

Con estas frases contundentes la Dra. Claudia Vujacich, coordinadora del Departamento de Hepatitis Virales de Stamboulian Servicios de Salud, resumió a Docsalud.com los casos que suele recibir en su consultorio, y que ayudan a entender por qué es necesario dedicar un día a fomentar la toma de conciencia sobre las hepatitis virales y su impacto en la salud pública mundial.

Actualmente, 350 millones de personas en el mundo padecen hepatitis B crónica. Y otros 170 millones están infectados con hepatitis C. Por eso, esta jornada establecida por la OMS busca centrar la atención de la comunidad internacional en la prevención de estas enfermedades y en la detección temprana de la infección, que brinda una mayor ventana de acción para tratarlas.

El A, B, C de la hepatitis

Los tipos más frecuentes de hepatitis virales, A, B y C, son causados por tres virus distintos y tienen características particulares. La hepatitis A se transmite cuando una persona ingiere alimentos o bebidas contaminadas por heces de otra persona infectada. No causa daño crónico del hígado, y se presenta con síntomas moderados a graves, que pueden tardar varias semanas o meses en desaparecer.

La hepatitis B se transmite por contacto con sangre u otros líquidos corporales, como semen y secreciones vaginales de una persona infectada. Se contagia por las mismas vías que el virus del VIH, pero es hasta 100 veces más transmisible, un detalle no menor. Es uno de los tipos más graves de hepatitis puede causar enfermedad crónica del hígado y, sin el tratamiento apropiado, es alto el riesgo de muerte por cirrosis y cáncer hepático.

La infección aguda por el virus de hepatitis C no suele presentar síntomas, de allí que se la llame “la epidemia silenciosa”. Va muy de la mano del consumo de drogas inyectables y, en un 85 % de los infectados, la enfermedad se vuelve crónica, con mayor o menor compromiso o daño del hígado. Con los años, tres de cada 10 pacientes pueden también desarrollar cirrosis y cáncer.

Vacunas: la base de la prevención

“Pese a que tenemos vacunas disponibles contra los virus A y B desde hace más de 15 años, seguimos viendo que no llegan en forma adecuada a las poblaciones de riesgo”, se lamenta Vujacich. Por eso, destaca que, durante la última década, estas vacunas se incluyeron en el Calendario Nacional de Vacunación y están disponibles para todos los niños de un año (hepatitis A)y recién nacidos (hepatitis B). Sin embargo, también recalca que la mayor dificultad está en la inoculación de los adultos, fundamentalmente porque están desinformados.

La hepatitis A es una de las enfermedades más frecuentes en los viajeros, a pesar de ser prevenible con la vacuna, que, idealmente, debe recibirse al menos 15 días antes de viajar. “Este virus es uno de los patógenos que emergen en las catástrofes naturales y es frecuente en zonas con condiciones higiénicas precarias, pero uno también se puede contagiar una hepatitis A en hoteles o restaurantes de prestigio, si no se cumplen las medidas adecuadas de higiene”, advierte Vujacich.

El desconocimiento también limita la prevención de la hepatitis B. Como explica la especialista, a veces la vacuna ni siquiera llega a indicarse porque las prácticas sexuales de los pacientes no es un tema que se trate habitualmente en las consultas clínicas. Pero también llama la atención sobre una parte de la población que sabe que está en situación de riesgo clara y niega esa situación.

“Cuando una persona recibe el diagnóstico de alguna enfermedad de transmisión sexual, se debe ir de la consulta con un chequeo completo y la indicación de vacunarse contra la hepatitis B. Como médicos debemos dejarle en claro que lo que le sucedió es por su conducta de riesgo, que tiene que evaluar si va a seguir en ese camino, porque la próxima vez puede contagiarse una hepatitis o el VIH”, señala Vujacich. Contundente, resume: “A algunos les cae al ficha, pero otros no pueden modificar fácilmente sus conductas o tienen una negación del riesgo”.

Sobre las vacunas para la hepatitis A y B, la experta destaca su seguridad y eficacia. “Existió una falsa idea de que podían ser causa de autismo. Francia llego a suspender la vacunación contra hepatitis B en forma transitoria por este motivo, hasta que estudios controlados demostraron que no había ninguna asociación”,recuerda.  En ese sentido opina que “discutir la seguridad de esta vacuna es como estar en el Medioevo”.

Avances en los tratamientos

A principio de los años 90, la hepatitis C podía curarse en una de cada 10 personas, pero tras la optimización de los tratamientos, esta tasa subió cinco veces y, con las nuevas terapias, se espera que llegue al 80 %.

Este es un punto clave para el manejo de esta infección, para la cual no hay vacuna disponible y no se prevé que se desarrolle en el corto plazo. Por eso, cada vez es más importante el chequeo y la detección precoz de la enfermedad, para definir quiénes pueden beneficiarse con un tratamiento específico.

Por ahora, no existen terapias para la infección por el virus de hepatitis A ni para la hepatitis B en fase aguda, pero sí se la puede tratar en fase crónica. Aunque en este caso no se logra curarla, se puede suprimir la actividad del virus y prevenir el desarrollo de complicaciones. El costo de estos tratamientos puede variar entre 2 mil pesos y dólares por mes.

Logros alcanzados y visión a futuro

La vacunación universal contra hepatitis A tuvo un gran impacto en pediatría. Esta infección solía ser la causa más frecuente de trasplante de hígado en niños, una tasa que ahora se redujo en forma significativa.

Sin embargo, la hepatitis C sigue siendo la primera causa de trasplante hepático a nivel mundial.  Y por la gran cantidad de infectados tanto por hepatitis C como B, de acá a 20 años la población adulta enferma será muy numerosa. De todas maneras, se espera que la efectividad de los nuevos tratamientos ayude a reducir la tasa de trasplantes, que no siempre evolucionan en forma positiva porque el virus logra reinfectar el nuevo órgano.

Lo que se viene: nuevos avances en los tratamientos –como el desarrollo de cócteles antivirales– , ensayos de detección del virus y en el monitoreo de estas enfermedades. Los especialistas ya confían en el estudio de ciertos factores genéticos del paciente que permiten predecir de qué manera puede responder a un tratamiento y las chances de éxito del mismo. Vujacich señala que esta es un área que está en desarrollo y que estas pruebas de a poco se van a ir incorporando a la práctica médica en forma más masiva. “No es una información imprescindible para definir un tratamiento, pero nos orienta sobre las probabilidades que tiene cada paciente de responder a la terapia”, concluye la médica.

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