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Vacunas y autismo: una idea que deja a muchos niños sin protección

No se ha comprobado una asociación entre el autismo y la vacuna triple viral ni el conservante timerosal, señalan importantes organismos de salud. Tal declaración se basa en una revisión exhaustiva de estudios y se ha efectuado en respuesta a la creciente preocupación acerca de una posible relación causa-efecto que ha surgido en la población de distintas partes del mundo.

 

En los últimos años, se ha registrado un aumento de casos de trastornos del espectro autista, problemas del neurodesarrollo que generan dificultades de comunicación y de interacción social y cuya causa aún se desconoce. Padres de niños con estos problemas afirman que un posible desencadenante es la aplicación de la vacuna triple viral (también llamada MMR), que protege contra las paperas, la rubéola y el sarampión y que está elaborada a partir de virus atenuado.

 

Otros responsabilizan al aumento de la exposición al timerosal (por el incremento en la cantidad de inmunizaciones que reciben los niños), un conservante derivado del mercurio que anteriormente se utilizaba en muchas vacunas. La particularidad del elemento químico es que logra atravesar la barrera hematoencefálica, que actúa como protección frente a las sustancias nocivas, y puede provocar daño neurológico. No obstante, los estudios señalan que el timerosal permanece en el cuerpo tan sólo algunas horas.

 

Tal fue la repercusión que generó esta señal de alarma que muchos padres decidieron no inmunizar a sus hijos. La consecuencia: comenzaron a observarse casos de las enfermedades que prevenían las vacunas, y los virus volvieron a tener una mayor circulación en la población.

 

Una de las razones por las que es posible que se haya establecido esta supuesta asociación entre los trastornos autísticos y la vacuna triple viral o el timerosal es de tipo temporal. Muchas vacunas se aplican en la primera infancia, etapa en que comienzan a detectarse los signos de los trastornos. Sin embargo, la sucesión temporal no implica necesariamente una relación causal.

 

El incremento en la cantidad de casos de trastornos del espectro autista podría deberse a la definición de nuevas patologías que antes no estaban enmarcadas dentro de dichos cuadros, es decir, problemas que recién ahora se clasifican como tales. Por otra parte, también en la actualidad se dispone de más conocimiento sobre estos problemas, lo cual permite hacer un diagnóstico más rápido.

 

Ante la cada vez mayor cantidad de padres que resolvían no vacunar a sus hijos, distintos organismos, entre ellos, la Asociación Americana de Pediatría y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, han realizado una revisión a fondo de estudios que versaban sobre este tema. La conclusión a la que arribaron es que tal asociación no se encuentra científicamente fundamentada.

 

Recientemente la prestigiosa publicación médica británica The Lancet decidió retirar de sus archivos un artículo publicado en 1998 que vinculó el autismo con la vacuna contra el sarampión, rubéola y paperas. La medida fue tomada después de conocerse la decisión del Consejo General Médico, entidad que regula la práctica en el Reino Unido, que desacreditó al autor del artículo por no haber obtenido la debida aprobación ética para realizar la investigación.

 

Algunas personas que se oponen a la inmunización de sus hijos sostienen que al fin de cuentas no era necesaria porque ellos no se enfermaron. Lo que no saben es que no lo hicieron porque probablemente el resto de los niños sí fueron vacunados y, de esta forma, impidieron el contagio. Así, la decisión generalizada y difundida de no inmunizar pone en peligro a toda la comunidad en general.

 

Por todo ello, en un contexto en el que aún se está intentado hallar las causas de los trastornos del espectro autista y en el que se evalúa la seguridad de las vacunas en forma continua, debe tomarse una actitud más cauta y consultar con profesionales todas las dudas que puedan tenerse sobre el efecto de las vacunas en los niños. Querer evitar un problema puede desembocar en muchos otros.

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