El herpes zoster, popularmente conocido como culebrilla, es una erupción cutánea producida por el mismo virus que causa la varicela. Una vez dentro del organismo, este nunca es eliminado por completo sino que permanece latente y puede volver a aparecer.
Esto quiere decir que cualquier persona que ha estado expuesta al virus del herpes zoster puede desarrollar culebrilla. Si bien los mecanismos por los cuales el virus se reactiva no son completamente conocidos, los factores de riesgo más comunes son la edad y la inmunodeficiencia. Se estima que más de la mitad de las personas que contraen culebrilla son mayores de 60 años. Otros factores de riesgo son el estrés psicológico, la exposición a la radicación UV y el padecimiento de alguna enfermedad aguda.
Evolución de las lesiones
La culebrilla se presenta como una erupción en la piel muy dolorosa que provoca sensación de hormigueo, quemazón, picor y dolor en forma de latigazo. La erupción se expresa a través de unas pequeñas ampollas rojas que aparecen luego de dos o tres días de llegado el virus a la piel.
Estas lesiones suelen presentarse de un solo lado del cuerpo, en el tronco, formando un cinturón de erupción desde la columna vertebral hasta la parte baja del tórax. También pueden aparecer en el cuello o en la cara, afectando la boca y los ojos.
Con el paso de los días, las ampollas rojas van transformándose en pequeñas úlceras que al ir secándose van formando crostas que se van desprendiendo en el período de dos a tres semanas dejando marcas rosadas en la piel.
Cómo se trata
En la medicina tradicional, el tratamiento de la culebrilla se basa en fármacos antivirales que, usados en dosis correctas, disminuyen el dolor rápidamente y reducen las posibilidades de complicaciones.
Sin embargo, existen otras opciones más naturales e igualmente efectivas para combatir los dolores que causa la culebrilla y mejorar la evolución de las lesiones. Tome nota:
Compresas frías: En caso de erupciones graves, mojar una toalla con agua fría, retorcer y aplicar en la zona afectada.
Baño de inmersión calmante: Poner un puñado de almidón de maíz en el agua de la bañera. Permanecer con el cuerpo sumergido durante 20 minutos antes de dormir le ayudará a calmar la picazón.
Pañitos de verbena: Hervir 50 gramos de esta hierba en una taza de agua durante 5 minutos. Luego extender sobre un paño de hilo y colocar sobre la piel afectada. Repetir la acción una vez el paño se seque.
Aceite de Tea Tree: Verter unas gotas de aceite esencial de árbol de té en un poco de algodón y pasarlo con suavidad sobre el área afectada. Otros aceites recomendados son los de geranio, lavanda y menta piperita.
Remedio anti-picazón: Untar miel pura sobre la erupción varias veces al día para aliviar el escozor. También puede probar con jugo fresco de puerro.
Compresa de llantén: Colocar dos cucharadas de llantén en una taza de agua hirviendo. Tapar y dejar enfriar. Luego, empapar un paño de algodón limpio con esta infusión y aplicar en la zona afectada.
Infusión de diente de león: Hervir durante 15 minutos un puñado de esta hierba en un litro de agua. Retirar del fuego y dejar entibiar. Tomar tres tazas al día.
Cataplasma de zanahoria: Picar y cocinar media zanahoria en un poco de agua hasta obtener una pasta. Aplicar, a modo de cataplasmas, sobre el área afectada.
Compresas de bardana: Hervir un puñado de hojas de bardana en medio litro de agua por 5 minutos. Una vez frío, empapar un paño de algodón con esta preparación y colocar sobre el área afectada durante 30 minutos.
Otras medidas importantes
No reventar las ampollas, pues esto podría generar mayor malestar e incluso producir una infección. Además, podrían quedar marcas en la piel.
Utilizar prendas sueltas de algodón. La ropa de otros materiales, principalmente de textiles sintéticos, incrementan la sensación de calor y picor en la zona.
Evitar el contacto con personas con problemas inmunológicos, pacientes transplantados y niños muy pequeños, ya que se podrían contagiarse de varicela a través del herpes zóster.