Ante todo debemos destacar que todas las instituciones nacionales e internacionales y académicos pediátricos dedicadas al cuidado y desarrollo integral de los niños promueven y enfatizan la lactancia materna por sus propiedades no solo nutritivas e inmunológicas, sino por la formación de una alianza que sella la relación madre-hijo desde el nacimiento y que es fundamental para la estructuración del psiquismo y para lograr un desarrollo psicosocial adecuado, en particular durante los primeros años de la vida.
En relación a la alergia, tanto los lactantes amamantados, como los que reciben leche de fórmula pueden desarrollar alergia a las proteínas de la leche de vaca (ALPV) y es consecuencia de una reacción inmunológica a una o más proteínas presentes en la leche de vaca (caseína, lactoalbúmina). Esta reacción puede o no estar mediada por Inmunoglobulina E (Ig E) por un mecanismo mixto. ¿Cómo llegan las PLV al bebé que toma pecho? Pues bien, si la madre consume leche o derivados, las proteínas pasan a través de la leche materna y son incorporados al intestino del lactante.
En los menores de un año la alergia es no mediada por IgE. El diagnóstico se basa en una minuciosa historia clínica, en los antecedentes familiares de ALPV, en los síntomas localizados fundamentalmente en el aparato digestivo, aunque pueden coexistir manifestaciones en piel y aparato respiratorio.
¿Por qué se desarrolla la alergia a la proteína de vaca?
Son varios los factores implicados en el desarrollo de la alergia a la proteína de vaca. Figuran los genéticos, los ambientales y los criterios diagnósticos aplicados para la definición. La prevalencia (cantidad de personas afectadas por una enfermedad) varía entre el 1,8% y el 7,5% de acuerdo a diferentes revisiones sobre el tema.
Ante la presentación de cólicos del lactante (llanto desconsolado), regurgitación de leche, proctocolitis (deposiciones con moco y sangre) vómitos, dermatitis atópica, rinitis o broncoespasmo, se enciende una luz verde para pensar en ALPV. En general en este tipo de alegría no mediada por IgE se trata de niños con buen crecimiento pondoestatural que mejoran cuando se evita el alimento en la dieta del niño como en la madre que amamanta.
Diagnosticar la alergia a la leche es clave
El gold standart diagnóstico es la dieta desafío. ¿En qué consiste? Los lactantes amamantados y con sospecha clínica, lo más importante es la exclusión de los productos lácteos maternos por 2 a 4 semanas. Si los síntomas desaparecen se intenta la reintroducción de lácteos en la dieta de la madre. Si nuevamente se vuelven sintomáticos se confirma el diagnóstico. Será necesario entonces, mientras dure la lactancia suprimir la PLV de la dieta materna y se suplementará con dosis adecuadas de calcio y vitamina D. Si los síntomas no desaparecen con la exclusión de la PLV a la madre, se considerará la derivación a un especialista.
Con respecto a los lactantes alimentados a fórmulas y con síntomas compatibles con ALPV encuentran una solución en fórmulas llamadas hipoalergénicas, especialmente elaboradas para estos casos e incluyen las proteínas hidrolizadas (proteínas descompuestas por una enzima a proteínas más pequeñas) parcialmente o extensamente hidrolizadas y su elección dependerá del estado del bebe. En los niños que presentan síntomas graves, como en aquellos que no mejoran con fórmula de hidrolizado extenso será necesario cambiar a una fórmula a base a aminoácidos (AA) y además considerar la derivación a un especialista ante la ausencia de mejoría.
Algunas fórmulas hidrolizadas comercialmente disponibles, también son fortificadas con probióticos, que son tipos de bacterias «amigables» y otras son ahora fortificados con prebióticos, en forma de oligosacáricos (azúcares) elaborados para imitar los oligosacáricos de la leche natural humana, que son sustancias para estimular el recubrimiento intestinal.
Para los niños menores de 1 año con ALPV, la reintroducción a las PLV será considerado entre los 6 y 9 meses de la exclusión y será un proceso gradual y progresivo comenzando con los productos lácteos horneados, ya que el procesamiento térmico reduce la alergenicidad. Si se toleran bien, se pueden reintroducir progresivamente productos más alergénicos dejando para el final los crudos (por ejemplo quesos).
Vale la aclaración que estos niños mas allá de la ALPV deben seguir con la incorporación de semisólidos, con la exclusión de aquellos derivados de la leche de vaca, cuando corresponda de manera que alcance una dieta balanceada necesaria para un desarrollo pondoestatural normal. En este punto el rol del pediatra de cabecera es fundamental para guiar y contener a los padres.
La mayoría de los niños adquiere tolerancia luego de 1-2 años de tratamiento específico y el 95% de ellos lo logra a los 3 años. La APLV presenta connotaciones especiales por el impacto nutricional que puede provocar en el niño en una etapa de rápido crecimiento por eso se requiere de un precoz y correcto diagnóstico.