Según estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión se trata de un trastorno mental del ánimo frecuente, que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM V) «Los trastornos depresivos son un conjunto de cuadros clínicos en los que predomina el síntoma subjetivo de estado de ánimo deprimido (puede no ser manifiesto) y una reducción del interés», sostiene la licenciada Mara Fernández, psicóloga. Además, explica que “los síntomas se presentan en el transcurso de los trastornos del estado de ánimo uni o bipolares (afectivos), trastornos somáticos, trastornos de adaptación causados por conflictos o situaciones difíciles, intoxicaciones, efectos adversos a medicamentos y otros trastornos psiquiátricos tales como los trastornos esquizoafectivos, de ansiedad o síndromes de abstinencia”.
La Lic. Fernández asegura que es una patología que se caracteriza por una tristeza persistente y por la pérdida de interés (abulia) en las actividades con las que normalmente se disfruta o encuentra placer, así como por la incapacidad para realizar las actividades cotidianas, durante al menos un período de dos semanas.
Los síntomas más comunes de la depresión son: pérdida de energía; cambios en el apetito; necesidad de dormir más o menos de lo normal; ansiedad; disminución de la concentración; indecisión; inquietud; sentimiento de inutilidad, culpabilidad o desesperanza; y pensamientos de autolesión o suicidio.
El trastorno por depresión no discrimina: puede afectar a personas de cualquier edad, género, condición económica, nivel educativo o cultural. Aunque en la actualidad aún no se conocen totalmente la causa o causas de la depresión se han identificado los factores que pueden predisponer a ella. Estos factores pueden ser genéticos, bioquímicos, o situacionales.
En niños y adolescentes la depresión es una enfermedad psiquiátrica bastante frecuente. Se trata de una enfermedad clasificada dentro de los llamados trastornos del humor.
Se estima que aproximadamente un 5%, o uno de cada 20 niños y adolescentes, tendrá un episodio depresivo antes de cumplir los 19 años. Suelen presentarse los siguientes síntomas:
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Irritabilidad elevada, ira u hostilidad extrema.
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Tristeza frecuente o episodios de llanto.
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Sentimientos de desesperanza.
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Disminución de su interés en actividades, o dificultad para divertirse en actividades que previamente eran sus preferidas.
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Aburrimiento persistente.
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Falta de energía o cansancio.
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Aislamiento social o falta de comunicación.
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Autoestima baja o sensación de culpa o responsabilidad por cosas malas que puedan pasar.
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Sensibilidad extrema al rechazo o poca resistencia ante los fracasos o errores.
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Quejas frecuentes sobre problemas físicos (como dolores de cabeza, o de estómago, mareos, naúseas) en los que no se encuentra causa médica.
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Ausentismo o disminución del rendimiento escolar.
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Problemas de concentración.
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Cambio importante en los hábitos alimentarios o del sueño.
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Conversaciones sobre intención de escaparse del hogar
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Pensamientos o expresiones sobre la muerte o intención de suicidarse activa o pasivamente.
Diversos estudios neurocientíficos han relacionado a la depresión con la posible existencia de daños en diversas zonas cerebrales. Asimismo, otros estudios mantienen una baja producción de diversas sustancias producidas por el organismo (neurotransmisores) como la serotonina entre otros aumentan considerablemente la probabilidad de padecer esta enfermedad.
La pandemia por la Covid 19 que afecta al mundo desde el pasado 2020, trajo aparejado el aumento de alteraciones o trastornos del humor. Casi el 65 % de la población mundial presentó síntomas relacionados con el síndrome depresivo. La cuarentena es una experiencia desagradable para la mayoría de las personas que la vivencian. La separación de los seres queridos, la pérdida de libertad, incertidumbre sobre el estado de la enfermedad y sus consecuencias económicas pueden, en ocasiones, crear efectos dramáticos. Dicho cambio genera un impacto considerable en la integridad de las personas a nivel físico, psicológico y anímico, e incluso en la calidad de sueño. Además de la carga de trabajo en línea, que uno obtiene por sus labores, lo cual aumenta el nivel de estrés del individuo.
Muchas veces se asocia la depresión con el trastorno por ataque de pánico. Los trastornos de pánico forman parte de los trastornos por ansiedad, que manifiesta síntomas físicos y psíquicos. Los síntomas físicos tienen que ver con lo que se llaman síntomas adrenérgicos (palpitaciones, sudoración, temblor), acompañados de una sensación de que se va de los trastornos de ansiedad. Estas personas sienten un conjunto de síntomas físicos y también sensación que se van a morir, que van a perder el control o a volverse locos. Son sensaciones muy feas, por eso la persona que sufre esto está muy angustiada y piensa que se va a morir. Son personas que habitualmente consultan en las guardias porque piensan que tienen algún problema cardíaco ya que entre los síntomas físicos hay sensación de opresión en el tórax, en la garganta o en el estómago.
Es muy común que los problemas de ansiedad y de depresión se den al mismo tiempo. Alguien que tiene ataques de pánico hace una consulta quizá movilizado por esto, pero luego aflora un problema depresivo.
Es importante saber que todas las personas van a tener momentos en los que se van a sentir ansiosas o van a estar tristes y eso no quiere decir que estén con un trastorno. Pero si eso se vuelve persistente y sobre todo limitante para la vida diaria, lo ideal es hacer una consulta o pedir ayuda.
Convivir con una persona que tiene depresión no es fácil. A la impotencia y el malestar que surgen cuando vemos que alguien de nuestra familia está triste, no disfruta con cosas que antes le encantaban, se siente cansado y muchas veces está susceptible, se suma que la pareja o la familia pueden sentir que ya no es la persona que era antes.
En estas circunstancias muchas veces la irritabilidad que tiene el deprimido se une a la de la familia, ya que en algunos momentos pueden llegar incluso a sentirse menospreciados e inutilizados. Los familiares deben entender que la depresión es una enfermedad y siempre el que más sufre es quien la padece, sin poder obviar, por supuesto, que existe malestar también en quienes están cerca. El mejor consejo que se le puede dar a las personas que conviven con alguien con depresión se resume en una palaba: empatía. Es necesario que entiendan qué pueden aportar y dónde están los limites, cómo premiar comportamientos adecuados y extinguir o ignorar aquellos que no lo sean. Pueden informarse sobre la enfermedad, animar al enfermo, motivarlo a que realice ciertas tareas, darle afecto, comprensión, apoyo y acompañamiento.
Cómo tratarla
La depresión suele convivir con otras enfermedades como los dolores crónicos, la ansiedad, el estrés, el trastorno obsesivo compulsivo, trastornos de la conducta alimentaria, trastornos de la imagen corporal y diversas fobias, entre otros. “Cuando se da esta coexistencia el tratamiento se hace más complejo y la ayuda del especialista de la salud mental es fundamental”, comenta la especialista. En su cuenta de Instagram @hablar_sana explica también cómo es el abordaje múltiple disciplinario: clínico, psicológico, psiquiátrico, sociológico. De hecho, la activación conductual, la terapia cognitiva conductual y la psicoterapia interpersonal, se combina con los antidepresivos, y otros psicofármacos. También debe realizarse un trabajo con la familia del paciente a fin de abordar aquellos aspectos de su entorno y su vida diaria. La depresión es una enfermedad que puede ser muy dura y el apoyo familiar y de los amigos es un gran aliado en su tratamiento. Llevar un estilo de vida saludable y mantener el contacto social, son dos grandes pilares para prevenirla. De igual manera la terapia psicológica o terapia familiar puede ayudar a prevenir posibles recaídas.