Normalmente el hogar representa un refugio al que volvemos luego de una intensa jornada para descansar, disfrutar de nuestros seres queridos y distendernos. Cada miembro de la familia tiene sus responsabilidades laborales o escolares fuera de la casa y habitualmente el tiempo ‘de calidad’ que el grupo familiar comparte no suele exceder las cuatro horas diarias. La cuarentena preventiva, la suspensión de la actividad escolar presencial y la democratización del home office en estas épocas de pandemia han conducido a que cada vez pasemos una mayor cantidad de tiempo en nuestras casas. A primera vista esta situación parecería constituir un escenario idílico, pero el nuevo estilo de vida también implica nuevas problemáticas.
En las familias con hijos/as los padres se ven obligados a asumir un nuevo rol para el cual generalmente no disponen de las herramientas teóricas y prácticas necesarias: el de docentes. La presión de ayudar diariamente a los chicos con el trabajo escolar aumenta a medida que pasan los meses y el reinicio de las clases parece alejarse cada vez más. Los padres tienen menos tiempo para el descanso ya que todo espacio previamente disponible para la distensión termina ocupándose con actividades escolares. Los jóvenes estudiantes también pueden experimentar dificultades para concentrarse fuera del ambiente habitual y para separar el tiempo de estudio y el tiempo de juego.
Si bien el trabajo a distancia ha permitido que trabajadores de sectores muy diferentes mantengan su empleo respetando el distanciamiento social, hay un aspecto fundamental del trabajo presencial que no puede replicarse con la modalidad de home office: el horario de ingreso y de salida. Varias encuestas recientes demuestran que desde que la oficina se mudó al hogar, los profesionales trabajan en promedio más horas diarias (por el mismo sueldo) y muchos refieren que los límites entre la vida laboral y personal se van desdibujando.
Un concepto muy utilizado en microeconomía es el de la ley de utilidad marginal decreciente que establece que a medida que aumenta el consumo de un bien, la utilidad que obtenemos por unidad de consumo se reduce. Algo análogo ocurre con las relaciones humanas: si bien todos anhelamos compartir más horas con nuestros seres queridos, a medida que comenzamos a pasar más tiempo en casa notamos que aparecen tensiones y rispideces. De hecho, el confinamiento en espacios reducidos durante largo períodos de tiempo puede producir irritabilidad, desasosiego, insomnio y ansiedad, síntomas englobados en el término ‘síndrome de la cabaña’.
La implementación del régimen de cuarentena se ha asociado en todo el mundo a un aumento exponencial en la tasa de separaciones y divorcios ya que transitar el confinamiento social significa un gran desafío para la pareja. Por otra parte, las personas que viven solas pueden sentirse desamparadas emocionalmente, ya que aisladas de la matriz social y en el contexto de la creciente incertidumbre sobre el futuro sanitario y económico, se hace cada vez más frecuente la consulta por síntomas de depresión y ansiedad.
Hay algunas medidas efectivas que podemos tomar para reducir los niveles de estrés durante la cuarentena:
1- Mantener una comunicación fluida con nuestros familiares y seres queridos. Numerosos estudios muestran que dar y recibir afecto aumenta los niveles en sangre de oxitocina, también conocida como la ‘hormona de la felicidad’.
2- Seguir un cronograma diario con horarios claramente establecidos para el sueño, el trabajo, las tareas escolares, la recreación y el ejercicio. Es muy importante que no dejemos que el trabajo invada nuestra vida personal: a cierta hora del día tenemos que ‘bajar la persiana’, apagar la notebook y poner el celular en modo avión. En estos tiempos de gran incertidumbre, una rutina predecible nos ayuda a organizar mejor nuestro tiempo y a mantener la calma.
3-Realizar ejercicio físico diariamente. Si bien la restricción de la movilidad dificulta la práctica de la mayoría los deportes, hay alternativas muy interesantes para mantenerse activos sin salir de casa. El ejercicio regular nos ayuda a combatir la ansiedad y mejora la sensación subjetiva de bienestar.
4-Evitar la ‘intoxicación informativa’. Si bien estar informados es importante, el exceso de información puede ser desconcertante y contraproducente a nivel emocional. Sugiero limitar la exposición a noticieros una hora diaria como máximo.
5-Proponernos un objetivo relacionado con el mejoramiento personal. Perseguir un objetivo concreto nos mantendrá motivados y enfocados. Aprovechemos las posibilidades que nos da la tecnología para aprender una nueva habilidad, practicar un idioma, investigar un tema que nos interese o simplemente meditar un rato todos los días.
*El doctor Ignacio de Azúa (@unhippieconosde) es Especialista en Terapia Intensiva (Oxford University) y Clínica Médica (CEMIC), además de férreo defensor de la telemedicina. Actualmente es portavoz de la campaña de acercamiento emocional durante la cuarentena Cartas Naranjas, desarrollada por Aperol Argentina.