En otros tiempos, David Stuart consumía drogas y ejercía la prostitución, pero ahora lucha contra el «chemsex», una práctica al alza entre los varones homosexuales que une el sexo al consumo de estupefacientes, acusada de provocar un aumento de los casos de VIH.
Stuart, quien dirige un programa de ayuda para los que realizan esta práctica en el Soho, el barrio gay de Londres, explica que el consumo de drogas como la metanfetamina o la mefedrona «provoca una desinhibición de las emociones sexuales».
«Esas drogas contribuyen de una manera descomunal a propagar el VIH», denuncia este londinense, inventor del término «chemsex», mezcla de las palabras inglesas «chemicals» (drogas químicas) y «sex» (sexo).
Las relaciones sexuales sin protección y las noches de consumo de drogas son consideradas responsables de nuevas transmisiones del VIH en Reino Unido, donde 6.000 personas contraen el virus cada año desde 2009.
«Una treintena de personas viene a vernos a diario por temor a haberse expuesto al VIH durante relaciones sexuales sin preservativo o por haber compartido agujas», dice Stuart.
«Sabemos que entre el 60 y el 80% de esas personas nos consultan porque han estado en un entorno vinculado al ‘chemsex'», agregó.
Además de su responsabilidad en las prácticas sexuales de riesgo, Stuart denuncia la peligrosidad de las drogas de moda.
«No son las drogas que se utilizaban antes para salir de fiesta, son mucho más problemáticas», afirma. «Un mililitro de GBL (gamma butirolactona) puede bastar para alcanzar el efecto deseado, pero 1,8 mililitros pueden matar. En Londres, un hombre muere cada 12 días por tomar GBL», cuenta.
El consumo de esas sustancias tiene otras muchas consecuencias nefastas sobre el «bienestar personal, la capacidad de tener relaciones sexuales estando sobrio, mantener una relación, levantarse el lunes por la mañana o pasar tiempo con su familia o sus amigos», explica.
Las agresiones sexuales también «son muy comunes en la comunidad» ‘chemsex’, recuerda. Una realidad que quedó patente con el caso Stephen Port, condenado a cadena perpetua en 2016 por el asesinato de cuatro hombres durante sesiones de ‘chemsex’ entre 2014 y 2015.
Según Stuart, el problema es propio de la comunidad homosexual. «Las drogas forman parte de nuestra cultura, nos guste o no», asegura. «Cuando luchábamos por los derechos de los homosexuales y contra la epidemia de sida, cuando todavía era ilegal ser gay, nos reuníamos en torno a las drogas, en las discotecas, eso formaba parte de la comunidad».
Nacido en Australia, Stuart llegó a Londres en 1989, el año en el que supo que había contraído VIH. Durante años, el trabajo sexual y el tráfico de droga formaron parte de su día a día, recordó. Tras su arresto en 2005, empezó a colaborar con una asociación de prevención del consumo de drogas entre la comunidad LGTB.
Se interesó por el vínculo entre el «chemsex» y el VIH, y se dio cuenta de que las asociaciones LGTB y los servicios de prevención de enfermedades sexuales están «mucho mejor adaptados» para abordar el problema que las organizaciones de prevención del consumo de drogas.
Stuart tiene motivos para la esperanza. En los últimos seis meses, su clínica registró un descenso del 42% en el número de infecciones por VIH.
«¡Es la primera vez desde hace décadas que se observa una caída tan fenomenal!», celebra.