El 85% de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano considera que duerme mal, según lo reveló una encuesta difundida en el marco del Día Mundial del sueño, que se conmemora cada 17 de marzo.
La encuesta del instituto FLENI fue llevada a cabo en Buenos Aires y Gran Buenos Aires y elaborada por la Universidad Abierta Interamericana (UAI) y reveló además que el 41% de los consultados admitió que tuvo dificultades para conciliar el sueño y el 34% que le costó permanecer dormido durante toda la noche tres días en la semana o más durante el último mes.
Los problemas en el sueño son una epidemia global que amenaza la salud y la calidad de vida a más del 45% de la población mundial. Sufrir trastornos o déficit de descanso puede provocar alteraciones en el aprendizaje, la memoria a largo plazo y el comportamiento de los niños y jóvenes y puede producir somnolencia diurna, efectos en la salud cardiovascular y en la atención y hasta incrementar el riesgo de sufrir accidentes de tránsito en el caso de los adultos.
De las 700 personas consultadas por el estudio difundido por FLENI, más de la mitad (52,6%) duerme entre seis y siete horas y un tercio (33,6%) entre cuatro y cinco.
«En sintonía con la tendencia de los últimos 50 años en la población general, la encuesta indica que el 86% de los porteños y habitantes de GBA consultados no duermen las horas suficientes que sugerimos para que un adulto tenga un descanso reparador», señaló Claudio Podestá, Jefe de la Unidad de Medicina del Sueño de la institución.
Al ser consultados sobre cómo se sienten durante el día, el 35% admitió haber tenido excesiva somnolencia tres veces en la semana o más.
Amanecer cansados y sentir sueño durante el día pueden ser síntomas que, si permanecen por un tiempo prolongado, pueden indicar que la persona necesita consultar a un especialista.
Podestá indicó que «dormir bien significa tener un descanso reparador, que dure las horas suficientes para encarar el día alertas y con energía».
En ese sentido, el especialista manifestó que «afecciones que fragmentan la continuidad del dormir como los movimientos periódicos de miembros inferiores o las apneas obstructivas del sueño atentan contra ello».
«No debe tomarse al ronquido como un signo de buen dormir, en gran número de casos sólo es el indicador de obstrucciones respiratorias durante el sueño. Un paciente que las padezca, que no tenga diagnóstico y tratamiento de ellas, tiene riesgos de desarrollar hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca, infarto de miocardio y ACV, afecciones no menores más allá de la somnolencia (conduciendo un automóvil, piloteando un avión o navegando un buque)», indicó Podestá.
Según los especialistas, una buena higiene del sueño y abandonar los hábitos que retrasan la llegada de nuestro descanso puede evitar gran parte de los trastornos. Desconectarse de la tecnología que se usó durante todo el día, poco antes de irse a dormir, favorece la capacidad de conciliar el sueño.
No obstante, mientras que los expertos recomiendan suspender el uso de las pantallas y apagar las luces de los artefactos que están en la habitación para concentrarse en el descanso, el 71% de las mujeres y el 66% de los hombres encuestados admite mirar el teléfono y la computadora en la cama. Del estudio también se desprende que el 91% de los jóvenes de entre 18 y 34 años permanece conectado antes de dormir.
Al respecto, Podestá explicó que «la luz que emiten los aparatos electrónicos, al tener la misma gama espectral que la del amanecer, interfiere nuestros ritmos circadianos ya que confunde a nuestro organismo con señales de despertar en lugar de entender que ya es hora de dormir».
No mantener horarios regulares para acostarse y despertarse también puede producir un desbalance.
Seis de cada diez encuestados por UAI señaló que tuvo dificultades para despertar a la hora habitual una vez a la semana o más durante el último mes, siendo esta tendencia mayor entre los adultos de entre 18 y 54 años.