Con el paso de los años, todo el organismo envejece. Y la piel no es la excepción. Junto con las arrugas, la pérdida de firmeza y turgencia, suelen aparecer unas pequeñas manchas y pigmentaciones llamadas léntigos solares o seniles, que se presentan en las zonas de la piel que han acumulado una mayor exposición al sol, como la cara y las manos.
El léntigo senil, en general, es benigno y sólo representa un problema estético para la mayoría de las personas. Sin embargo, puede tener una variante maligna que es, de hecho, una de las formas de presentación del melanoma, un cáncer de piel que puede curarse si se detecta y se trata a tiempo.
¿Benigno o maligno?
Existen distintos tipos de léntigos. El léntigo simple aparece en la infancia y no guarda relación con la exposición solar. Afecta a todas las razas y se presenta como lesiones planas pardas, redondeadas u ovales, de bordes regulares y de coloración homogénea. Suelen medir menos de 5 milímetros y pueden afectar a cualquier región de la superficie cutánea y a las mucosas.
El léntigo solar, en cambio, sí guarda relación con la fotoexposición y son las clásicas manchas solares que aparecen, tanto en hombres como en mujeres, a partir de los 50 años. Estas suelen distribuirse por el dorso de las manos, los miembros superiores, las sienes o las mejillas, porque son áreas que han estado más expuestas al sol durante toda la vida.
Su color puede ser más o menos intenso: van desde el marrón claro hasta el negro. Generalmente, son planas, tienen una forma regular, con bordes bien delimitados y un color uniforme. Miden entre 1 y 3 centímetros, y pueden crecer pero con lentitud.
Las personas que a lo largo de su vida hayan tenido una mayor exposición al sol, ya sea por motivos laborales (albañiles, trabajadores del campo, etc.) o recreacionales (aficionados a la playa, a los deportes al aire libre, etc.), pueden presentar mayor cantidad de léntigos y en otras zonas de la piel, distintas a las que habitualmente aparecen.
A diferencia de estas manchas solares buenas, los léntigos malignos suelen aparecer en las mismas zonas que los benignos pero, en general son más grandes, tienen una forma irregular y varias tonalidades de color en su interior. Además, pueden crecer.
Cómo se diagnostica y se trata
Ante cualquier sospecha de léntigo maligno, se debe consultar de inmediato al médico dermatólogo. En muchas ocasiones, el léntigo maligno se puede sospechar por la forma y el color de la mancha, pero sólo puede confirmarse el diagnóstico realizando una biopsia con anestesia local.
Si el diagnóstico confirma que se trata efectivamente de un léntigo maligno se debe iniciar el tratamiento de forma urgente, ya que este es una forma de melanoma, un cáncer de piel que puede extenderse, provocar metástasis e incluso la muerte. En este caso, el tratamiento es quirúrgico, mediante una cirugía que permite extirpar la mancha con un margen de seguridad adecuado.
Si, en cambio, se trata de un léntigo benigno, este también se puede tratar para mejorar su aspecto estético, mediante la aplicación de sustancias químicas (los famosos peelings), láser, luz pulsada intensa o crioterapia.
Prevenir es posible
Ya sean buenos o malos, los léntigos se relacionan con la fotoexposición a lo largo de los años. Prevenir su aparición es posible con simples medidas como:
Evitar el sol en las horas centrales del día, donde la radiación UV es mayor.
Utilizar protectores solares con un factor de protección alto (30 o superior), todos los días, tanto en invierno como en verano.
Recurrir, además, a otros recursos de protección como gorras, viseras, camisetas, gafas de sol y sombrillas.
En síntesis…
A la hora de distinguir un léntigo benigno de uno maligno, es necesario tener en cuenta algunos puntos:
Los léntigos malignos suele aparecer en las mismas zonas que los benignos, pero suelen ser más grandes.
Presentan una forma irregular y varias tonalidades de color en su interior.
Su crecimiento es continuo.
Al ser un tipo de cáncer de piel, su aparición y desarrollo se relacionan con la acumulación de sol en la piel a lo largo de los años.
El léntigo solar afecta al 90% de las personas de raza blanca mayores de 60 años.