En nuestro país, el mate es una infusión que atraviesa todos los estratos sociales, es una bebida que es parte de nuestra cultura y de nuestra identidad nacional. Así, está presente en encuentros amistosos, familiares, laborales y estudiantiles. El mate se puede encontrar en 9 de cada 10 hogares y se calcula que cada argentino consume entre 7 y 8 kilos de yerba al año aproximadamente. Según una encuesta del Instituto Nacional de Yerba Mate (INYM), el 76% de la población lo consume solo por hábito o costumbre.
“La yerba mate se la ingiere como una infusión en diferentes momentos del día, el cual se va configurando junto a la ingesta de otros alimentos. Más allá de sus beneficios nutricionales, el acto de consumirlo nos otorga diferentes emociones relacionadas las actividades cotidianas, tales como compañía, tranquilidad, alegría, momentos de compartir con otros”, explicó Laura Sansalone, licenciada en Nutrición (MP 554), del Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires.
Con la pandemia, hubo que reconfigurar y adaptar la costumbre tan arraigada de compartir el mate. “Cada uno con su mate, nos cuidamos entre todos”, fue el lema de una campaña que lanzó el año pasado el Instituto Nacional de la Yerba Mate con el fin de concientizar a la población para tomar recaudos frente al Covid. El consejo era que el mate cebado fuera consumido de forma individual y los utensilios (mate, bombilla y termo) sean higienizados luego de cada uso.
Un estudio conjunto de la Universidad Autónoma de Entre Ríos y de la Universidad Nacional de Rosario reveló que el hábito de tomar mate continúa y la cantidad de ingestas diarias no varió considerablemente. Sin embargo, sí se registró un cambio fundamental: antes de la pandemia, el 96% de los encuestados compartía el mate con otras personas pero ese porcentaje bajó considerablemente luego de las recomendaciones sanitarias.
Sansalone aseguró que “todos nos relacionamos con el alimento de manera diferente, nuestra historia, orígenes, tradiciones, entorno, emociones, entre otras, definen y constituyen esa relación. Es así que el hábito se establece, más fundamentalmente en la conducta o comportamiento alimentario, es decir en el ‘lazo’ que creamos con el alimento”.
En ese sentido, Érica Bianquet, licenciada en Nutrición (MP 1282), quien también integra el Colegio bonaerense de Nutricionistas, sostuvo que si el mate está implícito en los hábitos de vida del o la paciente se respeta su consumo, incluyéndolo en el plan de alimentación “porque entendemos cómo impacta en lo social si no hay una patología que la contraindique”.
“Algunas personas optan por tomarlo muy dulce –continuó Bianquet– y el exceso de azúcar trae riesgos como el aumento de la glucemia en sangre y potencial aumento de peso. Por eso durante la consulta, cuando realizamos la anamnesis alimentaria, se aborda el tema de consumo de yerba mate y se evalúa si el paciente trae alguna indicación específica de un gastroenterólogo y en el caso de que no esté contraindicado se respeta el hábito pero se pone énfasis en la manera de endulzar con el propósito de intentar bajar el umbral de dulce que es un hábito aprendido”.
Nutricionalmente, el mate aporta nutrientes como vitaminas (principalmente del complejo B pero también A y C), que favorecen a que el organismo libere y aproveche la energía que contienen los alimentos. Además, contiene minerales como calcio, hierro, magnesio, fósforo, sodio y potasio, que contribuyen al correcto funcionamiento del organismo.Otro de los aportes es su gran cantidad de polifenoles, con un reconocido poder antioxidante que mejora las defensas naturales del organismo y evita el daño celular.